Egon Friedler
La Republica. Uruguay
31.10.2012
La reciente visita del Emir de Catar, jeque Hamad bin Khalifa al Thani a la franja de Gaza, fue la primera visita de un jefe de estado a ese territorio desde la sangrienta toma del poder de Hamas en 2007. Naturalmente la organización islamista brindó una recepción de alfombra roja al visitante, quien lanzó sendos proyectos de construcción de viviendas y de un hospital con una asignación de 400 millones de dólares. El monarca árabe aprovechó su visita para hacer un llamado a la unidad palestina, el que no tuvo demasiado eco. Como era previsible, a la Autoridad Palestina no le hizo ninguna gracia la visita y el presidente Mahmud Abbas telefoneó unos días al jeque recordándole que él era el líder internacionalmente reconocido del pueblo palestino. También Israel estuvo bastante disgustada con la visita, que de hecho constituyó un espaldarazo a la organización islamista opuesta a todo arreglo pacífico del conflicto palestino-israelí.
No es la primera vez que Catar tiene iniciativas independientes del resto de los países árabes en política exterior. A diferencia de otras monarquías del Golfo y de Arabia Saudita que prefieren replegarse sobre sí mismas en una actitud defensiva, el pequeño estado de solo 11.571 kilómetros cuadrados de extensión y 1.850.000 habitantes, ha elegido una política exterior activa en respuesta a las turbulencias de la llamada “Primavera árabe” un término que cada vez más tiene un claro dejo irónico.
Catar se puede permitir esa actitud dado su poderío económico. La pequeña monarquía árabe, que desde mediados del siglo XIX ha sido regida por la familia Al Thani, cuenta con el más alto ingreso per cápita del mundo y tiene fabulosas reservas de petróleo y gas natural. En el año 2010 encabezó la lista “Forbes” de los países más ricos y su tasa de crecimiento fue del 19%, la más alta del mundo. Como en los otros países del Golfo, los 300.000 ciudadanos nativos de Catar son una minoría de la población. Hay un 20% de árabes de otros países, un 20% de indios y porcentajes menores de trabajadores de Nepal, Filipinas, Sri Lanka, Pakistán, y otros países.
Catar mantiene estrechas relaciones con los Estados Unidos. Su territorio sirve de sede al Comando de los Estados Unidos para el Medio Oriente y aloja a tres bases militares norteamericanas. Centenares de estudiantes de Catar estudian en universidades norteamericanas y por otra parte 6 universidades norteamericanas tienen sedes dependientes en el pequeño principado. Las visitas mutuas de altos funcionarios en Washington y en Doha son corrientes. El emir Al-Thani estuvo por última vez en la capital norteamericana en 2011. Por otra parte, Catar pretende ser el centro del liberalismo en el Medio Oriente. Su arma de propaganda más poderosa, la red televisiva “Al Jazira” que es muy vista en todo el mundo árabe, apoyó con entusiasmo las insurrecciones populares en Túnez y en Egipto.
Ese apoyo ha llevado a renovadas tensiones con su poderoso único vecino Arabia Saudita, la monarquía archi-conservadora partidaria del mantenimiento del status-quo a cualquier precio.(Qatar está situado en la península de Catar que se encuentra en el noreste de la considerablemente mayor península Árabe. El resto de su territorio da al Golfo Pérsico donde su vecino más cercano es la isla de Bahrein.).
Las relaciones entre ambos países árabes han sido históricamente muy estrechas, pero siempre estuvieron marcadas por una profunda desconfianza mutua. En el año 1995 el actual emir catarí depuso a su padre Hamed bin Khalifa al Thani en un golpe de estado sin violencia, y tres años después, miembros del gobierno acusaron al gobierno de Riad de apoyar un intento de restaurar en el poder al monarca destituido. A raíz de una serie de pequeños altercados entre 2002 y 2007, Arabia Saudita retiró su embajador de Doha. En julio de 2006 se generó un conflicto por el pasaje de un oleoducto catarí por aguas territoriales sauditas, presuntamente sin permiso de las autoridades de Riad. A partir de un intercambio de visitas de los monarcas de ambos países entre setiembre y diciembre de 2007, las relaciones mejoraron. Pero ambos países siguen teniendo posiciones enfrentadas en relación a los cambios en el mundo árabe. Arabia Saudita resiente el apoyo dado por “Al Jazira” al derrocamiento del presidente Mubarak en Egipto y teme todo proceso de democratización en el mundo árabe, aunque sea bajo la bandera del islamismo. Qatar en cambio apuesta a un islamismo llegado al poder por la vía del voto popular y prefiere, a diferencia de Riad, un conservadorismo islámico menos extremo e intolerante.
El único problema que podría surgir para el emir Hamad bin Khalifa al-Thani, es que a mucha gente en Doha se le ocurriera preguntar con cierta insistencia: ¿Porqué la democracia solo es buena para los vecinos y no para Catar?
PALESTINE