Charles Krauthammer
The Washington Post
10 de enero 2013
«Ésta es mi última elección. Después de mi elección, tengo más flexibilidad». – Barack Obama a Dmitry Medvedev, 26 de marzo de 2012
El rompecabezas de la nominación de Chuck Hagel como secretario de defensa es que normalmente se elige a alguien del otro partido para indicar un movimiento del gabinete hacia el centro pero, como lo señaló el editorial del Post, las opiniones de política exterior de Hagel están a la izquierda de Barack Obama, ni que hablar de las del Partido Republicano. En realidad, se encuentran en la periferia de todo el Senado.
Entonces, ¿qué está pasando? Envío de mensajes. Obama ganó la reelección. Ya no tiene que recortar, para parecer más moderado que sus verdaderos instintos. Tiene la «flexibilidad» para ser auténticamente Obama.
De ahí la elección de Hagel: Bajo la apariencia de bipartidismo centrista, le permite al presidente dejar atrás el restringido primer mandato de Obama y seguir sus naturales inclinaciones en política exterior tipo Hagel. En tres cuestiones urgentes, en particular:
(1) Gastos Militares
El actual Secretario de Defensa, Leon Panetta, dijo en agosto de 2011 que los programados automáticos recortes de defensa («secuestro») de $ 600 mil millones, resultarían en «vaciamiento de la fuerza», lo que sería «devastador». E insinuó, enfáticamente, que podría renunciar en lugar de promulgarlos.
Consultado sobre las declaraciones de Panetta, Hagel llamó al Pentágono «inflado» y que necesita «ser reducido». Justo el hombre adecuado si se quisiera llevar a cabo un programa de desarme de EE.UU. que reducirá a Estados Unidos a lo que, piensa Obama, es su tamaño correcto en el escenario mundial; es decir, más pequeño. La arrogante superpotencia que Obama promiscuamente reprendió en su gira mundial hemos-pecado, está preparada para la reducción, no sólo para financiar el abultado estado de bienestar – como la opción de posguerra de Europa de gasto social por sobre relevancia internacional – sino para adaptar el apropiado papel de Estados Unidos en el mundo.
(2) Israel
La cuestión no es la supuesta hostilidad de Hagel sino sus pronunciamientos públicos. Su rechazo a hacer distinciones morales, por ejemplo. En el punto álgido de la segunda intifada, una implacable campaña de masacre indiscriminada de israelíes, Hagel encontró abundante inocencia: «Tanto los israelíes como los palestinos están atrapados en una guerra no creada por ellos».
Esta pose de imparcialidad no es más que ceguera perniciosa. Apenas el mes pasado, la viuda de Yasser Arafat admitió, en Dubai TV, lo que todos han sabido desde hace mucho tiempo – que Arafat, deliberadamente, lanzó la Intifada, en julio de 2000, después del colapso de las conversaciones de paz de Camp David. Le dijo a su esposa que se quedara en la seguridad de París. ¿Por qué?, preguntó ella. Porque voy a iniciar una intifada.
En julio de 2002, con el terrorismo todavía intenso, Hagel ofreció una imparcialidad más exquisita: «Israel debe tomar medidas para demostrar su compromiso con la paz». Buen Dios. Exactamente dos años antes, Israel había propuesto una paz increíblemente generosa que le ofrecía a Arafat un estado palestino – y la mitad de Jerusalén, una concesión israelí antes inimaginable. Arafat dijo no, no hizo ninguna contraoferta, se fue y comenzó su guerra terrorista. ¿Nadie se lo dijo a Hagel?
(3) Irán
Hagel no sólo se oponen a una acción militar, una opción problemática con serios argumentos en ambos lados. En realidad se opuso a cualquier sanción unilateral. No se puede estar más afuera de la corriente principal que éso.
En cambio cree en la diplomacia, como si con sólo hablar se disuadirá a los mullahs. Incluso votó en contra de la designación como una organización terrorista de los Cuerpos de la Guardia Revolucionaria de Irán, en una época en que estaban abasteciendo y apoyando ataques contra soldados de EE.UU. en Irak y Afganistán.
Aún más revelador, ha indicado que está preparado para contener a un Irán nuclear, una posición diametralmente opuesta a la del primer mandato de Obama, ostensible e inalterable oposición a la contención. ¿Qué mensaje se cree que ésto envía a los mullahs?
Y ése es el punto. Hagel mismo no tiene importancia. Él no formulará la política exterior. Obama la llevará desde la Casa Blanca, incluso más firmemente de lo que lo hizo durante el primer mandato. La importancia de Hagel es el mensaje que envía su nominación, en relación a dónde Obama quiere ir. Las tareas están siendo debidamente elaboradas. Los medios de comunicación oficiales iraníes ya han aclamado la elección de lo que llaman este nominado «anti-Israel». Y son plenamente conscientes de lo que su nominación indica en relación a lo resuelta que está la administración acerca de impedir que se convierta en nuclear.
El resto del mundo puede ver venir la reducción del Pentágono – y la inevitable y proporcional decadencia del poder de EE.UU. Los países de la Cuenca del Pacífico tendrán que repensar la confianza en el contrapeso de la Marina de EE.UU. y considerar la aquiescencia a la hegemonía regional china. Los países árabes entenderán que el actual rápido descenso de la dominación post-Kissinger de EE.UU. en la región no es cíclica, sino tiene la intención de convertirse en permanente.
Hagel es un hombre sin estatura independiente. No es George Marshall o Henry Kissinger. Un senador periférico que no dejó rastro, Hagel importa sólo por lo que su nominación dice acerca de Obama.
Cualquiera sea la votación en el Senado sobre la confirmación, la señal ya ha sido enviada. Antes de las elecciones, Obama sólo podía susurrárselo a su amigo Dmitry. Ahora, con Hagel, se lo ha dicho al mundo.
Traducido para porisrael.org por José Blumenfeld
Difusion: www.porisrael.org
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