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| sábado abril 20, 2024

Timerman y la diplomacia de la capitulación


Alguna vez Perón dijo que cuando una iniciativa se la quería demorar hasta el infinito, lo más oportuno era organizar una comisión para que la implementara. Perón sabía de lo que hablaba, pero nunca…

La misma inclinación. El ritmo corporal de los representantes de Irán y la Argentina se corresponden con la armonía lograda en el memorandum de entendemiento. No ocurre lo mismo con las reacciones producidas dentro de nuestro país. El tiempo dirá si los movimientos futuros mantienen la sintonía.

Rogelio Alaniz

Edición Online ellitoral.com

30-01-2013
timermamn
Alguna vez Perón ijo que cuando una iniciativa se la quería demorar hasta el infinito, lo más oportuno era organizar una comisión para que la implementara. Perón sabía de lo que hablaba, pero nunca imaginó que algunos de sus seguidores iban a ser tan creativos. El reciente acuerdo firmado con Irán y la iniciativa de crear una comisión investigadora en ese sentido es una maravilla y una escrupulosa aplicación de aquellas enseñanzas. En el caso que nos ocupa, se trata de promover que la comisión del caso investigue lo que a mi modesto criterio todo el mundo sabe, es decir, conocer quiénes fueron los autores morales y materiales del atentado terrorista perpetrado contra la AMIA el 18 de julio de 1994.

El acontecimiento se dio a conocer en el aniversario del Holocausto, ese holocausto que el gobierno de Irán niega y que, como se recordará, significó la muerte de cinco millones de judíos. La historia a veces se complace con celebrar estas ironías. Como también en colocar al personaje justo en el lugar justo. Me refiero al señor Timerman, quien a mi juicio, y para decirlo con suavidad, ha cometido un doble desliz: como representante de la Argentina, porque ha firmado un acuerdo vergonzoso con quienes atacaron a nuestro país; y respecto del pueblo judío, del cual tengo entendido que alguna vez formó parte.

Siempre que se celebra un acuerdo entre países que mantienen diferencias, la pregunta del millón que se debe hacer es acerca de quién resulta favorecido. En este caso, el balance no deja lugar a dudas: gana Irán, pierde la Argentina. Y pierde en varios frentes, es decir, en el frente político, judicial y ético, una advertencia que el señor Timerman conocía pero que a juzgar por sus actos no se preocupó por asumir.

Por lo pronto, al establecerse la creación de una comisión se ignora o pretende ignorar lo actuado por la Justicia argentina en una causa que aún está en curso. No concluyen allí los beneficios para Irán. Según lo acordado, el gobierno argentino renuncia de hecho a su territorialidad y, de alguna manera, termina aceptando la territorialidad del imputado, lo cual es el modo más flagrante de admitir que estamos retrocediendo en nuestras pretensiones de verdad y justicia. Por último, si la comisión se constituyera, investigara correctamente y reclamara que los imputados fueran interrogados por la Justicia argentina, Irán podría no entregarlos porque ninguna cláusula lo obliga a entregarlos. ¿Y entonces? Y entonces a jorobarse o a llorar a la iglesia.

Como se recordará, el atentado contra la AMIA se produjo hace diecinueve años. Las investigaciones llevadas a cabo fueron deplorables, no obstante lo cual en 2006, y después de agotadoras y esterilizantes idas y venidas, la Justicia argentina solicitó a través de Interpol un pedido de captura a funcionarios de la embajada de Irán, supuestos autores intelectuales y materiales del atentado.

Irán, como era de prever, se negó a entregar a los acusados y se sigue negando, por el cual no se entiende muy bien cuál es el motivo de fondo que justifica las afiebradas gestiones de Timerman, salvo que, como se rumorea en los pasillos del poder, haya negocios importantes a concretar con Irán y entonces se promueve una iniciativa que es algo así como una puerta abierta para permitirles a los terroristas escapar del asedio judicial, o dejar impune el crimen cometido contra la mutual judía en Buenos Aires.
En principio, la negativa del régimen iraní de entregar a los sospechosos a nadie le llamó la atención. Es un secreto a voces de que se trata de un Estado paria que exporta el terrorismo por lo que su relación con el derecho es absolutamente instrumental. No todos piensan así. Ni siquiera en la comunidad judía. En estos días, el dirigente oficialista de la colectividad, Sergio Burstein, declaró muy seguro de sí mismo y como si estuviera descubriendo la pólvora, que “si para saber la verdad hay que viajar a Teherán, vamos a hacerlo” Maravilloso. Las víctimas viajarán a la cueva en la que anida el verdugo para buscar una verdad que ya se conoce.

La embajada de Israel fue, en este sentido, mucho más precisa: “Implicar al presunto culpable en la investigación, luego de haber llegado a conclusiones que llevaron a emitir el alerta rojo por parte de Interpol, es algo que no tiene precedentes”. Los judíos algo saben en esto de lidiar con los terroristas, y en todos estos años han tenido la oportunidad de curarse de espanto. Así y todo no dejan de manifestar su asombro con los logros de la diplomacia argentina. Salvo Burstein, claro está, ya que para él todo está muy claro, demasiado claro si se quiere.

Lo sorprendente y lo escandaloso de este acuerdo es precisamente que las víctimas y los verdugos se sienten en el mismo estrado para decidir administrar justicia. El talento que hay que reconocerle a Timerman es que se propuso negociar lo innegociable. Y lo logró. Lástima que los beneficiarios del trámite sean los iraníes.
Repasemos algunos hechos para ponernos al día. El atento terrorista a la AMIA fue perpetrado por Irán y el instrumento local fue la embajada de ese país. Allí se afinaron los detalles, se contrataron los sicarios y se compraron los autos y los explosivos. La embajada fue la que permitió la cobertura operativa. Podrán discutirse algunos detalles, pero en sus líneas fundamentales es lo que ocurrió. Estas fueron las consideraciones que le permitieron a la Justicia argentina pedir la captura a Interpol a través de la clásica alerta roja. A nadie se le escapa que si se tomó esta decisión es porque abundaban las pruebas en contra de los funcionarios iraníes. A nadie se le escapaba, salvo a Timerman y Burstein.

La lista de los involucrados por la Justicia argentina es la siguiente: Alí Fallahijan, Moshen Rabbani, Ahmad Rez Ashgari, Moshen Rezai, Ahmed Vahidi e Imad Moughnieh. No son perejiles ni personajes marginales de la política iraní. Vahidi es actualmente ministro de Defensa y es el hombre que estuvo en Bolivia y se dio el gustazo de que Evo Morales le rindiera reconocimientos y honores; Rezai fue alguna vez jefe de la Guardia Revolucionaria; Fallahijan se destacó como agente de inteligencia y Moughnieh fue jefe del servicio exterior de Hezbollah, quien de acuerdo con el principio de que “quien a hierro mata a hierro muere” fue asesinado en Siria en 2008.

Como se podrá apreciar, no se trata de chicos encantadores y algo traviesos o, como en el caso de Rabbani, inocentes togados preocupados por la cultura y las prácticas religiosas. Irán, por supuesto, nunca permitió que los involucrados se presentasen ante la Justicia. Y lo bien que hicieron, porque de haberlo hecho hubieran quedado presos y un Estado nacional hubiera quedado comprometido de manera evidente con las prácticas del terrorismo.

Digamos que desde una perspectiva estrecha y cínica Irán sabe lo que hace y, a juzgar por los resultados, lo hace bien. ¿La Argentina lo sabe? No lo creo, porque lo que no se entiende de esta payada es cuál es el beneficio de nuestro país o, para ser más precisos, de la diplomacia de Timerman, avalada, claro está, por la señora. ¿El petróleo y los negocios que de allí se derivan? Puede ser. La razón de Estado es en este sentido impiadosa y no se detiene en detalles sentimentales. Que una nación extranjera se haya valido de la inmunidad diplomática para promover atentados terroristas contra ciudadanos argentinos ¿no es una razón importante como para enojarse y reclamar castigos y reparaciones morales y materiales?.

¿Hay motivos ideológicos? Tal vez. Y tal vez tengan más importancia de lo que se admite a primera vista. No olvidemos que para los presidentes nacionales y populares de América latina, es decir, para Chávez, Correa, Morales y Ortega, Irán es un aliado político y un socio en diferentes emprendimientos. ¿Lo es ahora también para la señora? Hasta hace unos años se suponía que no, sobre todo porque las responsabilidades de este país en el caso AMIA eran o son evidentes. Sin embargo, no hay que descartar la posibilidad de que los intereses petroleros coincidan en esta vuelta del camino con las afinidades ideológicas. Después de todo, nada es más agradable que hacer negocios con países con los cuales nos sentimos íntimamente identificados.

¿Y los muertos de la AMIA? ¿Y la verdad y la justicia? ¿Y los compromisos adquiridos? ¿Y el orgullo nacional? Para responder a esos interrogantes, Timerman es la persona indicada. Lo que en D’Elía era instinto, agresividad, arrebato fascista, antisemitismo primario, con Timerman se transforma en estrategia diplomática y razón de Estado. Damas y caballeros, a acomodarse en las butacas que el espectáculo recién está por comenzar.

Al establecerse la creación de una comisión se ignora o pretende ignorar lo actuado por la Justicia argentina en una causa que aún está en curso.

¿Y los muertos de la AMIA? ¿Y la verdad y la justicia? ¿Y el orgullo nacional? Para responder a esos interrogantes, Timerman es la persona indicada.

 
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