Amal Al-Hazzani
31.1.2013
El Dr. Amal Al-Hazzani es un Profesor Asistente en la Universidad Rey Saud de Riyadh.
Siendo como lo es, una excepción en el Medio Oriente, las elecciones israelíes son por lo general muy divertidas y llenas de sorpresas. Esta vez hemos visto emerger al político Yair Lapid, líder del partido Yesh Atid que se ha ganado la admiración incluso de sus rivales políticos después de ganar 19 asientos en la Knesset israelí. Lapid es un presentador de TV y un locutor de noticias que decidió solo hace unos meses entrar en la política, compitiendo con, e incluso, avergonzando a veteranos políticos como Tzipi Livni y Avigdor Liberman, y forzando a Benjamín Netanyahu a montarse en coaliciones para permanecer como primer ministro. Lapid, un líder político moderado del cual escucharemos en el futuro, está principalmente preocupado en desarrollar la educación y en conseguir equidad social. Sus conceptos liberales son completamente extraños para el judaísmo religioso y una fuente de ridículo para la extrema derecha.
Otra observación interesante de estas elecciones es que la mayoría de las plataformas de partidos rivales enfatizaron por el mejoramiento de la situación interna, incluyendo calidad de vida, salud y educación, así como también poder conseguir mejor justicia social. Los partidos políticos fueron muy indiferentes hacia las políticas exteriores como el tema nuclear iraní y la solución de dos estados con Palestina; estuvieron más inclinados hacia asuntos internos. Hemos visto esto previamente en las recientes elecciones de USA cuando Barack Obama y Mitt Romney trataron de describir a USA como una pequeña familia donde el dueño solamente deseaba apoyar a sus habitantes y asegurarles su comodidad y su buena alimentación. Pareciera que Hamas estaba en lo correcto cuando dijo que el resultado de las elecciones israelíes fue un reflejo de la reciente batalla en Gaza. Esto es cierto porque la tregua existente allí ha logrado un grado de seguridad que ha permitido a los partidos políticos israelíes enfocarse en su propia situación interna.
Es triste decir que Israel – el estado invasor, opresivo y ocupante- vive entre nosotros pero aun no conocemos nada de él.
Parece que la conciencia de la calle árabe acerca de Israel llegó a un punto muerto prácticamente en Octubre de 1973. Los árabes sólo pueden recordar el acuerdo de Camp David (1979) porque salió a la superficie recientemente en Egipto después del cambio de régimen allí.
A lo que me refiero con la calle árabe es a la generación joven – que constituye la columna vertebral de cualquier país- más que a la élite intelectual o política que está absorta en la lectura de libros, emitiendo declaraciones condenatorias y tomando nota de las agresiones israelíes en los últimos sesenta años. Las generaciones de jóvenes árabes no tienen consciencia sobre Israel; un país que es ahora totalmente diferente a lo que era en 1948, 1956, 1967 o 1973. Esto no es porque se haya transformado en un estado amigable, dado que todavía es considerado nuestro más amargo enemigo que continúa ocupando la tierra palestina. Lo que ha cambiado en Israel, como en cualquier otro estado, es que ahora existe una generación emergente que alberga sueños y expectativas diferentes a aquellos cultivados por un líder como Netanyahu. Los jóvenes israelíes tienen su propia visión separada de la vida militar y ésta se inclina hacia intereses civiles, un amor por la vida y calidad de vida decentes.
Lo que la juventud árabe no sabe es que en Israel existe un sector fuerte que se opone a las políticas supremacistas del Estado hacia el pueblo palestino en particular y los árabes en general. Esta juventud no es sólo de izquierda; existen también funcionarios civiles de centro y graduados universitarios que creen fuertemente que la estabilidad de Israel está condicionada a la convivencia con los árabes.
Sin embargo, es ridículo leer análisis políticos que comparan a esta juventud israelí con la juventud árabe que se levantó en Túnez, Egipto, Yemen y Libia, en el sentido que aquellos israelíes salieron a las calles contra Netanyahu el año pasado para demandar justicia social de la misma manera que los revolucionarios de la primavera árabe también tomaron las calles para manifestarse. Esto es falso porque la juventud en la primavera árabe se estaban levantando contra regímenes gobernantes que estaban alejados años luz de sus ciudadanos. Los gobernantes de estos estados permanecieron en sus palacios y fueron incapaces de oír a sus pueblos o sentir sus necesidades. Aquí, la gente se indignó por sus necesidades y por la negligencia y arrogancia de sus líderes, y cuando trataban de hacer oír sus voces en las elecciones, estos mismos líderes regresaban al día siguiente y declaraban su victoria con una abrumadora mayoría. En Israel, esta situación no existe; el régimen en Tel Aviv es verdaderamente democrático y los peldaños en la escalera del poder están fijados. Lo que los manifestantes en Israel demandan es un mejoramiento en su calidad de vida; no están empezando de cero como en los países de la primavera árabe. En estos estados no existía un clima político democrático previo a las revoluciones y de hecho estamos aun esperando que emerja un clima como ese en medio de las fallas políticas, de seguridad y económicas que vemos cada día.
En Israel, los políticos se distinguen por su sinceridad y devoción a los altos intereses del estado, más que a su afiliación a un determinado grupo, y esto es algo que debemos todavía esperar en la Primavera Árabe.
Los jóvenes árabes recurren a los poetas con su retórica barata y a los políticos que profieren insultos sobre Israel desde sus lujosas habitaciones de hotel. Sin embargo, no son conscientes todavía dónde, por qué y cómo se produjeron estos sentimientos de odio hacia Israel.
Una forma sencilla de demostrar nuestra ignorancia acerca de Israel puede ser encontrada en el hecho que sus estados vecinos son ignorantes del idioma hebreo. En Líbano y Siria, la gente prefiere estudiar francés a estudiar el idioma del país que continúa poniendo en riesgo su propia seguridad cada día. En Egipto y Jordania, la gente no le da prioridad a que se estudie el idioma hebreo, mientras que en las instituciones educativas israelíes hay una amplia oportunidad de estudiar el idioma árabe. Es por esta razón que encontramos un número considerable de políticos y representantes de los medios israelíes que hablan árabe fluidamente. No conozco muchos ministros de relaciones exteriores árabes en los estados vecinos a Israel que puedan hablar hebreo. En cuanto a aquellos que dicen que los israelíes hablan árabe porque el idioma es más común que el hebreo, o porque los israelíes han invadido nuestra región, la justificación es irrelevante. La razón del por qué Israel goza de superioridad sobre los árabes es porque ha tratado de entenderlos a través de su idioma; se puede medir la forma de pensar de los jóvenes y viejos. Israel es muy consciente de las fortalezas árabes así como de sus debilidades, y puede entenderlas simplemente porque se ha inmerso en su cultura.
Por lo tanto, no es de sorprender que escuchemos a jóvenes en Tel Aviv oyendo canciones de Umm Kulthum, comiendo hummus y considerando la serie de televisión “Rafat El-Haggan” como una comedia. Los israelíes no están solamente disputando nuestro territorio sino que también son muy activos en nuestra cultura, lo cual es la verdadera razón de su poder.
Traducido para porisrael.org por Joseph Gabriel
Difusión: www.porisrael.org
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