Sal Emergui
elmundo.es
Cuatro años más joven que el mítico Alfredo Di Stefano, este defensa israelí es uno de los pocos jugadores en el mundo que comparte vestuario con algunos de sus 33 nietos. El único que puede presumir de trotar en el césped con sus 10 bisnietos animando (y preocupándose) en la grada. Tsedok Jamami está acostumbrado a ser la estrella. Quizá no sea el central más rápido y técnico del planeta ni le discuta el Balón de Oro a Leo Messi pero nadie le puede quitar el titulo oficial: «El jugador más viejo de Israel».
Sólo ahora, a sus 82 años y tras una larga época sin salir al campo empieza a pensar en la retirada definitiva. «En tres años creo que deberé colgar las botas», bromea Jamami asumiendo quizás la sentencia del tiempo. La misma que ignora el presidente de Israel, Simón Peres que, con casi 90 años, sigue con viajes, reuniones y discursos diarios.
Su ficha como jugador de futbol.
Fecha de nacimiento: 31-07-30
«Yo veo jugadores de 35 años que no tienen fuerzas. No se cuidan bien ni comen de forma sana. El fútbol no es cuestión de edad sino de actitud», nos dice el jugador y a la vez presidente de honor del Beitar Ezra, un modesto equipo de la cuarta división israelí.
Pese a que tras exhaustivas pruebas sanitarias, la Federación de fútbol le renovó este año la ficha de jugador, hoy apenas juega en el club de un barrio sureño de Tel Aviv. Los motivos no son físicos sino anímicos. «Estoy pasando una mala época. Tras el accidente que sufrí con la moto, se murió mi hija», cuenta el carismático anciano con voz triste y confusa.
El fútbol sigue siendo su mejor terapia. Un virus genético ya que varios de sus nietos juegan y dirigen el equipo de su vida. «Mi abuelo sigue siendo el alma del equipo. Desgraciadamente y pese a lo que te diga, ya no está tan bien de salud y no juega», nos comenta Hilel Jamami, director deportivo del Beitar Ezra.
En su ficha de jugador destaca el bigote y la fecha de nacimiento (31-07-30). Es decir, 18 años antes de la creación de Israel. De hecho, estuvo en prisión por varias acciones contra las tropas británicas que controlaban el territorio en esa época. «Estuve varios meses en la cárcel de Latrun con Isaac Shamir», recuerda en alusión al líder del grupo armado Leji.
La hoja de servicios de Jamami en el Ejército incluye unidades de combate, heridas de gravedad en la guerra del 56 («las balas egipcias casi acaban conmigo») y por supuesto el cargo de sargento encargado de la disciplina en las bases. Como reconoce ahora, su espeso bigote le ayudó a imponerse ante los jóvenes soldados durante 25 años.
En su casa ironizan que la Federación no existía cuando Jamami ya corría detrás de un balón en los maltrechos campos de tierra.
Beitar Ezra nota la ausencia del que fue su central, entrenador, portavoz, presidente y cocinero en las últimas décadas. El hombre orquesta. «Era el padre, madre, la abuela e incluso el amigo de los jugadores», confiesa.
Jamami con uno de sus nietos en el modesto club de Tel Aviv
Pese a los achaques de la edad, en un campo de fútbol no se siente inferior. Todo lo contrario. «Me considero uno de los mejores. No bromeo», explica antes de lanzar una picara sonrisa para explicar uno de los motivos: «Nadie se atreve a hacerme una entrada. No quieren derribar a un hombre mayor y yo, claro, lo aprovecho».
Aconseja a los más jóvenes, es decir, los Sub-81 no comer carne ni beber Coca Cola. Su dieta es agua, productos lácteos y el tradicional plato yemenita Yajnun que disfruta cada sábado.
Una vez se retire, nadie duda que será la estrella de los partidos de los veteranos. Siendo el más viejo, se sentirá por primera vez un novato.
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