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| domingo diciembre 22, 2024

Chávez – Epílogo


Alberto Mazor

Israelenlinea.com
HugoChavez-saluda
En la Biblia se nos ordena categóricamente: «No te regocijes cuando cae tu enemigo; que tu corazón no se alegre porque sucumbió» (Proverbios; 24-16). Con todo, es muy difícil olvidar que el recientemente fallecido presidente venezolano, Hugo Chávez, no perdió durante su mandato la oportunidad de maldecir al Estado de Israel y lo calificó de «terrorista y asesino».

«¡Maldito seas, Estado de Israel. Maldito seas, terrorista y asesino. Viva el pueblo palestino!», exclamó el mandatario desde Caracas.

No sé si alguna vez les tocó alquilar un departamento para vacaciones por medio de una fotografía. Se entra a Internet y se observan las fotos. El departamento parece lindo, cómodo y amplio.

Pero cuando las recomendaciones en el sitio no alcanzan, se llama al teléfono indicado y se pregunta, por ejemplo: «¿Es caluroso por las noches?». El empleado – un hombre supuestamente honesto – responde: «Le soy franco señor, nunca lo vi; sólo lo conozco como usted, por fotografías».

Entonces, ante la imposibilidad de llegar hasta el lugar añorado durante el año laboral para alquilarlo luego de saber de qué realmente se trata, la persona decide hacerlo sólo en base a los datos de las fotos.

Al cabo de algunos meses, cuando abre la puerta de ese ansiado palacio, observa que la telaaraña más pequeña cubre íntegramente el techo, que la pared está llena de humedad y que el calor que hace por las noches pronto va a transformar el recreo vacacional en un verdadero infierno.

Entonces, para el año siguiente, ya aprendió que es complicado comprar algo cuando el vendedor no sabe lo que le está ofreciendo.

Igual que Moisés en la Biblia, Chávez desplegó durante su mandato su «mercancía» en una pantalla televisiva y le dijo al pueblo palestino y al de Israel: Miren; hoy doy ante ustedes, bendiciones y maldiciones. La bendición vendrá si escuchan mis mandamientos; si oyen los de Obama, llegará la maldición.

Chávez no vendía un producto tangible, sino que proponía bendiciones para aquellos que se consagraban a su Dios del petróleo, dando a entender que ellas (las bendiciones) yacen allí, bien escondidas en sus pozos bolivarianos; se podían ver sólo en fotografías.

Sin embargo, cuando un caudillo como él exhortó a los pueblos a privilegiar sendas éticas y moralistas al tiempo que cerraba medios de comunicación, perseguía, encarcelaba y liquidaba disidentes, apoyaba el terrorismo islámico, adaptaba cortes judiciales y cartas magnas a sus ansias de poder o le regalaba la espada de Simón Bolivar al «libertador» Gaddafi, los israelíes solían pensar:

Este «aprendiz de dictador» (así lo describió Mario Vargas Llosa en Jerusalén) no criticó a tal o cual gobierno israelí por sus acciones, sino que eligió maldecir a un todo un pueblo por su existencia al mejor estilo Ahmadinejad.

¿Qué se podía interpretar de semejantes expresiones? ¿Cuál debería ser el destino de los malditos? ¿Qué propuesta se ocultaba en sus «emblemáticas» declaraciones?

Pero ya se comprobó que no un pueblo testarudo como el hebreo se desmorona fácilmente ante cualquier charlatán de turno. Fue por ello que, con la necesidad de responderle, también recurririó a la Biblia.

En los Salmos está escrito: «Llena está tu boca de maldición, de engaños y fraude; debajo de tu lengua hay vejación y maldad» (Salmos; 10-7). Y también: «Amó la maldición, y ésta le sobrevino; y no quiso la bendición, y ella se alejó de él» (Salmos; 109-17).

El mensaje es que los pueblos y sus líderes deberán, como siempre, elegir entre las profecías bíblicas o los textos una y otra vez readaptados por Chávez de su Constitución bolivariana.

 
Comentarios

Misericordia y arrepentimiento perfecto.
Pero tiene que haber voluntad de los involucrados.

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