Un testimonio personal acerca del Holocausto
Capitán Roni Kaplan
En Febrero del 2010, fui enviado a Polonia junto con un grupo de 150 personas, en el marco de una delegación especial denominada “Testigos en Uniforme”. Mi superior en aquel momento, el Coronel Dan Hefez, encargado del Departamento de Cooperación Militar Internacional, me designó como delegado de la unidad.
El inolvidable viaje, consistió en 5 cargados días, durante los cuales aprendimos acerca de la realidad de la judería polaca, antes, durante y después del Holocausto (La Shoá). Marchamos por las vías de tren de Auschwitz-Birkenau en uniforme; conversamos con miembros de la comunidad judía polaca actual; lloramos en el abominable campo de exterminio de Treblinka; nos enorgullecimos recordando la lucha de Mordejai Anielevich y su gente en el gueto de Varsovia.
El tema de La Shoá nunca fue ajeno para mí. Recuerdo que ya de chico mi abuelo paterno, Leime Kaplan, nos contaba a los nietos acerca de su historia personal durante La Shoá. Todo muy detallado, todo muy vívido. Desde que tengo memoria, mi abuela Beile se negó a contarnos lo que ella vivió en aquella época. Hasta el día de hoy, la abuela prefiere no recordar, mirar solo para adelante.
Por lo que pude averiguar, los padres y 2 de los 4 hermanos de mi abuelo murieron, o bien quemados dentro de la sinagoga del gueto de Bialystok aquel 27 de junio de 1941, o bien asesinados en agosto de 1943 durante la liquidación del gueto. Los 2 hermanos restantes habían llegado a un Uruguay, que los recibió de brazos abiertos, en el período de entre-guerras (así también mi abuelo materno). Las 5 hermanas de mi abuela murieron junto a sus padres no sé dónde ni cuándo. Tampoco sé cómo se salvó mi abuela, la que sabe mirar para adelante.
El 4to día del viaje, visitamos Tiktín (que se pronuncia “Tikotchin”) una aldea al noreste de Polonia. En grupos de a 70, fueron asesinados los 1,400 judíos de dicha aldea en fosas comunes en el aledaño bosque de Lupojova. Con la “presencia” de ellos hicimos el camino de la muerte hacia el bosque, uniformados con las insignias de las Fuerzas de Defensa de Israel. La presencia judía que había en la aldea desde 1552 se esfumó en un solo día, aquel 25 de agosto de 1941.
Cap. Kaplan en Teblinka
Pero eso fue poco, en comparación a lo que se grabaría en mi conciencia unas horas más tarde. Con previo permiso de mi superior en el grupo de viaje, me tomé un taxi de Tiktin a Bialystok. Menos de media hora me separaba de la casa de la calle Zelazna nro. 5 en Bialystok, lugar en el que nació y se crió el abuelo Leime. Ahí mismo, en el fondo, su papá Rafael tenía una pequeña curtiembre que le daba un sustento más que digno para mantener a la familia. Llegué a la casa, bastante vieja por cierto, techo tejado y pintada de un rojo roído en su parte superior externa. Me quedé ahí parado en el lugar algo así como una hora, observando, contemplando.
Una anciana se me acerca en silla de ruedas. Me mira como si me conociera, pasan dos minutos, me mira… y de repente, en un tono de acierto con acento polaco me dice: “¿Kaplan?”
¡Ahí me cayó la ficha! Yo vestido con mi uniforme de las Fuerzas de Defensa de Israel debajo de una campera abrigada, le recordé a la anciana a mi abuelo, que salió por última vez de la casa en 1940, vestido con el uniforme del ejército polaco, para unirse a las filas del ejército Rojo, que había conquistado la parte este de Polonia unos meses antes, de acuerdo al pacto Molotov-Ribbentrop.
Lamentablemente no fueron sólo cuentos los del abuelo; la moraleja para mí es la siguiente:
Llevaremos la memoria del abuelo intacta, que explica que nos erigimos sobre las cenizas de millones, portando su grito que es mudo. Al tiempo que la consigna, como la abuela, será mirar siempre para adelante: sin anclarnos sólo en la memoria, con ganas de hablar de amor, y con la esperanza de que así sea.
GENIAL RELATO DE DE RONY Y ASI EL MUNDO TOMARA CONCIENCIA DE LO QUE SE SUFRIO EN ESE TERRIBLE MOMENTO QUE PASO LA HUMANIDAD Y NADIE MAS DE VUELTA LA CARA ANTE AMENAZAS EXTERNAS CONTRA LOS JUDIOS