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| viernes marzo 29, 2024

De Generación En Generación


Ana Jerozolimski

Semanario hebreo

Uruguay

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La participación en el acto central de Iom Hazikaron siempre estremece. La sirena. Las palabras de congoja. El Izkor. El Maale Rajamim. Las salvas de honor en memoria a los caídos.

Pero esta vez, un estremecimiento nos corrió el cuerpo al comenzar a hablar con la primera familia a la que nos acercamos, tras ver a una pareja adulta con varios de sus nietos, cerca de una tumba, y oír que recordaban a dos de sus tíos caídos en la guerra del 48…de apellido Ierushalmi…Jerozolimski. El apellido original está en la matzeivá, la lápida, entre paréntesis, tras el hebraizado que tanta gente lleva hoy en Israel.

Shmuel Ierushalmi (Jerozolimski), nacido en Brisk, Ucrania, cayó en la batalla por Jerusalem cuando tenía 30 años. Está sepultado en el cementerio militar del Monte Hertzl. Tenía un hijo que hoy sigue en Israel. Dos meses antes había caído su hermano menor, Moti, de sólo 19 años, en el camino a Yehiam. Descansa en la aledaña Naharía.

“Mi madre perdió a dos hermanos, sin que uno sepa del otro”, nos dice Yona Friedman, acompañada por su esposo Yaki y algunos de sus nietos. “Mi madre , que estaba en el norte con sus padres, no sabía que había muerto el hermano que vivía en Jerusalem. Y la familia en Jerusalem no sabía que había muerto el otro hermano en el norte. Cuando se encontraron, durante el alto el fuego, cada uno se enteró de que otro más no estaba”.

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Visitan la tumba del  menor de los dos hermanos caídos, tíos de Yona, en la fecha de su aniversario, viajando hasta Naharía. En Iom Hazikaron, están todos los años para honrar la memoria del mayor, Shmuel.

“Cada año traemos a  otra parte de nuestros 15  nietos para que haya quien continúe el recuerdo”, dice Yaki, hoy un hombre de negocios que cuando oye Uruguay, menciona enseguida al Rabino Burshtyn y al rabino Laschover, con una amplia sonrisa.

Preguntamos cómo se preserva el recuerdo de parientes que uno no conoció personalmente. “Es fácil”, dice Yaki. “Es fácil porque vayamos donde vayamos, en cada punto del país, sabemos que gracias a ellos, a los caídos, tenemos lo que tenemos hoy. Y si sabemos agradecerles, estamos respetando su memoria”.

“Es motivo de tristeza que hayan caído”, asegura Yona.”Pero es  un orgullo saber que el precio no fue en vano. Los mencionamos  con naturalidad y sus fotos están en casa aunque yo ni los conocí”.

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De  Shmuel cuentan que viajaba a Polonia, se casaba en forma ficticia con jóvenes judías para  que puedan llegar a Palestina  a pesar de las prohibiciones del Mandato Británico, y al volver se divorciaba. “Era un joven muy apuesto y hubo un caso de una chica que no se quería divorciar”, cuentan hoy sus familiares.”No fue fácil, pero al final logró arreglar todo..Y llegó a casarse en serio y tener un hijo que lo perdió de chico”.

La madre de Moti y Shmuel falleció un año después de la caída del mayor. “Murió de pena…eso está claro”, comenta Yaki.

Preguntamos si no es demasiado duro y tajante a su criterio, que el día de la independencia esté tan pegado al de recuerdo. “Yo creo que es lo más correcto”-comenta Yaki. “La vida es dura  y tajante…cuando a uno le tocan la puerta a medianoche a avisar lo que sucedió, eso también es tajante”.

Y hablando del recuerdo y la memoria, señala a una de sus nietas, hija de su hijo mayor y nos cuenta: “Su papá, nuestro primogénito, lleva el nombre de uno de mis comandantes que cayó en la guerra de los Seis Días”.

Yona explica que transmitieron a sus hijos y nietos la importancia de honrar la memoria de los caídos. A juzgar por la expresión de aquellos de sus 15 nietos a los que les tocó este año acompañarlos al acto recordatorio, el mensaje está claro.

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Nos planteamos cómo se educa sin que el recuerdo transmita odio. “No puede haber odio porque vivimos con ellos, con los árabes”, comenta Yaki. Pero enseguida agrega: “Tengo un amigo de Umm el Fahem, cuyo nombre no diré, que me dice:´ ustedes no conocen a los árabes, si creen que podrán hacer la paz con nosotros, están equivocados´. Y yo sé que es un amigo que siempre vendrá a ayudarme si necesito”. Distingue entre la relación personal y el nivel nacional.

“A nuestros niños, no los criamos con odio. Les enseñamos que deben luchar para cuidar al país, pero no a odiar a los árabes. Yo les explico que debemos cuidarnos lo más posible…porque dependemos de nosotros mismos…Nadie nos va a cuidar”.

 
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