Por Israel


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| viernes noviembre 22, 2024

Sin concesiones


Ezequiel Eiben

Así debe actuar Israel: a través de una política sin concesiones a sus enemigos, que los tiene, y son muchos. El país judío está del lado de la justicia, sus enemigos están del lado de la injusticia. Por lo tanto, cada concesión que Israel haga a quienes desean su obliteración, es un espacio que gana la injusticia, y un retroceso de la justicia.

Israel debe actuar por principios, consistentemente, aferrado a ellos. De tal forma, no le dará lugar a este mal (impotente en sí mismo) que busca extenderse como una plaga anidándose en los resquicios que deja la falta de coherencia y consistencia. Tomando como base primordial el reconocimiento del enemigo (directriz fundamental), veamos a continuación los principios que le servirán a Israel para lograr sus objetivos y defender con éxito su causa ante las amenazantes fuerzas que lo enfrentan.

A) No hay que realizar concesiones a los enemigos: La renuncia al derecho propio en favor de la sinrazón del contrincante es un acto de autoflagelo y de fortalecimiento al otro. Israel no debe ceder frente a las demandas infundadas y las amenazas de muerte de la Autoridad Palestina y Hamas. La causa de Israel es primordialmente moral; los judíos que allí viven están moralmente legitimados a ejercer sus derechos individuales y practicar la autodefensa. A Israel no le hace falta tener al derecho positivo internacional de su lado, y aun así lo tiene. Los llamados «territorios en disputa» no son territorios «ocupados», ni son territorios palestinos «confiscados». Los asentamientos allí ubicados no son «ilegales» ni muestras de «colonización imperial». El Vice-Ministro de Relaciones Exteriores Danny Ayalon, realiza una muy pertinente explicación: «¿A quién, los israelíes, capturaron la Banda Occidental? ¿A los palestinos? No. En 1967 no había ninguna nación árabe o Estado con el nombre de Palestina. En realidad, nunca lo hubo. Israel tomó la Banda Occidental de manos jordanas en un acto de autodefensa, después que Jordania se uniera a una guerra iniciada por Egipto y Siria con el fin de destruir a Israel. Y a propósito, destruir países, sí es ilegal. (…) La resolución 242 del Consejo de Seguridad (de la ONU) no demandaba un retiro unilateral por parte de Israel, sino que Naciones Unidas llamó a la negociación de la solución (…) Jordania, ¿saben qué?, no tenía ninguna justificación legal para estar allí (en la Banda Occidental). Jordania simplemente ocupó la Banda durante los intentos previos de destruir el joven Estado de Israel en 1948, cambiando el nombre comúnmente aceptado de Judea y Samaria por el de «Banda Occidental del Río Jordán»[1]. (…) Entonces, si Jordania no tenía reclamo legal sobre este territorio y Palestina no existía, ¿de quién es este territorio? (…)» (1).

Debemos recordar a su vez, varios puntos: 1) Gran Bretaña tomó el control de la zona llamada Palestina tras la Primer Guerra Mundial; 2) La posterior presentación del documento de Arthur James Balfour[2], mientras se desempeñaba como Ministro de Relaciones Exteriores de Gran Bretaña, en el cual se reconocía el derecho del pueblo judío de levantar su Hogar Nacional en Palestina; 3) El mandato recibido por los británicos de parte de la Liga de las Naciones (antecesora de la ONU) para promover el establecimiento del Hogar Nacional Judío; 4) El mandato recaía sobre todo el territorio de Palestina, es decir, incluía la parte hoy conocida como Banda Occidental y lo que hoy constituye Jordania; 5) La entrega de los británicos de ¾ partes de todo el territorio que se suponía destinado al Hogar Nacional Judío, a manos árabes para que levantaran el Reino Hashemita de Jordania; 6) En conclusión, la pérdida de los judíos de la mayor parte de las tierras donde se iba a levantar su Hogar, actuando los británicos en flagrante contradicción con el mandato entregado por la Liga de las Naciones y en desconocimiento del alcance territorial al que se refería originariamente la mentada Declaración Balfour.

Por todo lo mencionado, es clara la legalidad y afianzada la legitimidad moral en el obrar de Israel. Respecto de la ley, hubo un mandato expreso de la Liga de las Naciones, una declaración del Ministerio de Relaciones Exteriores británico, y resoluciones de la ONU, que avalan la posición israelí sobre los territorios. A esto le sumamos el derecho internacional en lo concerniente a la guerra, para apoyar la acción defensiva israelí en la «Guerra de los 6 días»[3], acontecimiento en el cual Israel toma control de los territorios en cuestión. Y en lo concerniente a los asentamientos, vemos que los ciudadanos israelíes han edificado sobre tierras que forman parte del país al cual ellos pertenecen. No hay ley externa que deba imponérseles para impedir que continúen su desarrollo y expansión. Es más, en las negociaciones de Oslo[4] se previó que el tema de los asentamientos sería tratado en el status final, y que hasta llegar a un arreglo definitivo no debía modificarse la situación de la Banda Occidental, por lo tanto es un enorme incumplimiento que los dirigentes palestinos reclamen y presionen por el congelamiento en la construcción de asentamientos por un lado, y pretendan la declaración unilateral de su Estado y auspicio de la ONU en su traición por el otro.

Respecto de la moralidad, no caeremos en un tratamiento inútil sobre abstracciones, inexistencias y conceptos colectivistas falaces. Por encima de soberanías nacionales, derechos de países y expresiones colectivistas que impregnan la política internacional en la actualidad, se encuentra en el ámbito moral la consideración del individuo. Y aquí hay que defender los derechos individuales de los hombres, en este caso de los hombres judíos, más precisamente los asentadores (mal llamados colonos): han ejercido su legítimo derecho de propiedad para construir sus hogares y sus ciudades, y ninguna invocación mística estatista por parte del gobierno palestino debe prevalecer sobre los auténticos derechos individuales. La abstracción de una soberanía palestina inexistente sobre la tierra no puede ir por encima de derechos de propiedad concretizados en la realidad. Los asentadores habrán elegido una bandera, un himno a cantar, una pertenencia nacional con la cual identificarse; pero la base de su derecho moral a las tierras en las que se encuentran es el principio de los derechos individuales, la propiedad que ejercen sobre el terreno.

B) No hay que negociar con los enemigos en sus términos sin estar forzados a hacerlo: La letal falacia que guió en gran parte y por mucho tiempo a la política israelí en lo que a la guerra en su contra incumbe, se manifestó con nitidez en la declaración de Itzjak Rabin cuando era Primer Ministro de Israel: «Yo quisiera hacer un tratado de paz con el Príncipe de Mónaco, pero mi enemigo es Arafat y con él hay que hacerlo». Este razonamiento erróneo ha sido bien llamado por un colega «silogismo de la muerte»:

«1-La paz se hace con el enemigo.
2-Mi enemigo es el terrorismo palestino.
Conclusión: La paz la tengo que hacer con el terrorismo palestino.
Esto es una reductio ad absurdum» (2).

Si la conclusión es hacer la paz con quien pretende asesinarme, entonces debo rebajarme al nivel de mi verdugo, transigir con él, darle mi consideración y permitir que avance en su camino sin exigir que cambie su cometido. Negociar con el enemigo en sus términos (sin que estemos forzados a hacerlo) es negociar con terroristas sin exigir que estos dejen de ser terroristas, es negociar con quien quiere asesinarme sin que el asesino modifique su objetivo. Yo consigo algo inútil (quizás solamente hacer tiempo), y él consigue una transacción de la cual sale victorioso. El terrorista quiere mi vida, y negociando con él yo renuncio al principio de mi derecho a la vida. No se negocia con el enemigo; se negocia con quien no es o ha renunciado a ser nuestro enemigo. Nuestras acciones deben ser pro-vida, y no pro-muerte. Buscar hacer la paz con el enemigo es negociar con él en sus términos (sin estar forzados a hacerlo), es hacerle una concesión sin intimarlo a renunciar a sus aspiraciones a la par que nosotros renunciamos a nuestros fundamentos. La política israelí no debe estar direccionada a la realización de un acuerdo de paz con terroristas, sino a combatirlos para lograr la supervivencia.

Palabras de Leonard Peikoff: ««En cualquier concesión entre comida y veneno», dice Ayn Rand, «es sólo la muerte la que puede ganar. En cualquier concesión entre el bien y el mal, es sólo el mal el que puede beneficiarse». La razón de esto no es que el mal sea más potente que el bien. Al contrario, la razón es que el mal es impotente y que, por lo tanto, sólo puede existir como un parásito del bien. Lo bueno es lo racional; es lo que se adhiere a las demandas de la realidad y de esa forma promueve y beneficia la vida del hombre, junto con todos los valores que la vida requiere. Tal política no obtiene ninguna ventaja de su antítesis. (…) Por su propia naturaleza, el bien sólo tiene algo que perder si negocia con el mal. El mal está exactamente en la posición contraria. El mal es lo irracional, es lo que contradice los hechos de la realidad y por lo tanto amenaza la vida del hombre. Tal política no puede ser mantenida como un absoluto o practicada de forma consistente – no, si uno quiere evitar su destrucción inmediata. El mal tiene que contar con algún elemento del bien; el mal puede existir sólo como un parásito, sólo como una excepción a las virtudes con las que está contando» (3).

Querer vivir es bueno, es racional. Querer asesinar es malo, es irracional. En cualquier concesión entre la defensa de la vida y el terrorismo asesino, solo este último se beneficia. El terrorista le arranca algo a la víctima, la víctima no obtiene nada del terrorista. Si Israel quiere evitar la destrucción inmediata, no debe negociar con terroristas islamistas. Israel no tiene nada que ganar del islamismo; este último tiene mucho que ganar de Israel.

C) No hay que aceptar amenazas ni chantajes por parte de quienes quieren perjudicarnos: Este principio es un desprendimiento del anterior, y en la práctica se aplica como un corolario de lo visto. El enemigo que amenaza a Israel pretende infundirle temor, no respeta su derecho y su voluntad, busca obtener algo por medio de la fuerza. No hay marco de negociación aquí, sino de imposición violenta. Como ejemplo, Israel no debe aceptar y resignarse a las amenazas de Irán de borrarlo del mapa[5]. Debe actuar en consecuencia evitando la concreción de la amenaza, salvándose a sí mismo, y destruyendo la estructura desde la cual el enemigo profiere sus diatribas y ataca.

De igual modo, Israel no debe ceder a los chantajes terroristas. Quienes pretendan arrancarle concesiones por la fuerza, bajo amenaza de daño, deben saber que no podrán obtener ningún provecho de Israel, que este los combatirá hasta hacer cesar la situación y derrotarlos. El gran ejemplo histórico de un correcto proceder israelí sin ceder al chantaje terrorista y luchando con violencia defensiva hasta derrotar al enemigo es la Operación Entebbe[6].

D) No hay que pedir perdón por ejercer nuestros derechos: Ejercer derechos es actuar dentro de la justicia, desplegar legítimamente la individualidad, obrar en una esfera de acción por cuyo motivo nadie sale indebidamente perjudicado. A nivel de países, Israel ejerce su legítimo derecho a la autodefensa cuando enfrenta a sus enemigos. Se debe tener en cuenta que Israel no es el agresor en la contienda, es el agredido; no es quien inicia el uso de la fuerza, sino quien emplea la fuerza como represalia. Israel actúa con derecho, con justicia, con rectitud moral.

No se pide perdón por defenderse, no se pide perdón por querer vivir, no se pide perdón por querer ser amo del propio destino, no se pide perdón por no ceder a la voluntad del enemigo que pretende el exterminio. Pedir perdón acarrea la idea de que algo se hizo mal, se afectó indebidamente a quien no lo merecía, la asunción de responsabilidad, y por lo tanto la necesidad de unas disculpas y un ofrecimiento de reparación. No hay nada que repararle a los islamistas por ejercer un legítimo derecho con fundamento en la vida como fin en si misma.

Llegados aquí tratamos como ejemplo el caso del proceder israelí tras el episodio de la Flotilla en 2010. Recientemente la Oficina del Primer Ministro Biniamín Netanyahu emitió un comunicado diciendo que el líder hebreo «(…) aclaró que los resultados trágicos de la flotilla Mavi Marmara no fueron intencionados e Israel lamenta el daño y pérdida de vidas. Dado que la investigación israelí sobre el incidente apuntó varios errores operativos, el primer ministro se disculpó ante el pueblo turco por los errores que pudieron llevar a la pérdida de vidas» (4). Esta nota fue inmediatamente tomada por gran parte de la prensa mundial como un claro y literal pedido de disculpas por parte de Israel, con todo lo que eso conlleva. Alejándose de esas posturas, el analista Barry Rubin escribió: «Israel pide disculpas a Turquía, reza en todos los titulares. Eso simplemente no es cierto en el sentido de lo que implica. (…) Durante las conversaciones, (El Primer Ministro turco) Erdogan reclamó tres exigencias: -Israel debe disculparse por completo. -Tal disculpa implica la responsabilidad legal de pagar las compensaciones. -Erdogan insistió en que Israel debe levantar el bloqueo contra la Franja de Gaza.

Israel rechazó estas demandas y ofreció en su lugar: -Manifestar que lamenta el enfrentamiento y las pérdidas de vidas humanas. Esto es como decir: si he ofendido a alguien, lo siento. -Ofreció hacer un pago voluntario, como un gesto humanitario y no como parte de una declaración de culpabilidad, a las familias de los fallecidos. -Israel rechazó cualquier cambio de política hacia la Franja de Gaza.
Erdogan rechazó airadamente la oferta de Israel.

Ahora, se ha llegado a un compromiso, al parecer con la ayuda del presidente, Barak Obama. El acuerdo, que incluye el restablecimiento de relaciones bilaterales normales, ha sido caracterizado como una especie de rendición israelí. Eso simplemente no es verdad. El acuerdo está mucho más cerca de la posición de Israel. No hay, en absoluto, ningún cambio en la política estratégica de Israel hacia la Franja de Gaza. Mientras que la palabra «disculpa» aparece en la declaración de Netanyahu, se dirige particularmente hacia el pueblo turco y no hacia el gobierno, y es del tipo de lo sentimos-si-tus-sentimientos-fueron-heridos» (5).

Aunque la posición de Rubin es atendible en cierta medida, en cuanto es verdad que la política israelí hacia Gaza no ha sido modificada por las exigencias de Recep Tayyip Erdogan, ello de ninguna manera puede ser utilizado para dejar pasar la cuestión del empleo de la palabra «disculpas». El obrar no modificado de Israel no justifica que su Primer Ministro le pida disculpas al pueblo turco, aún estableciéndose una línea divisoria y diferencial entre pueblo y gobierno de Turquía. ¿Qué es acaso la abstracción «pueblo turco» para que un líder en nombre de todo el país y sus habitantes (ya que actúa como mandatario de estos últimos) tenga que pedir disculpas por defenderse? Esto sí que es injustificable y debe ser interpretado como una concesión de Israel a sus enemigos. Si bien no se identifica al «pueblo turco» como el enemigo de Israel, el triunfo (aún parcial) se lo llevan los interesados en que Israel se muestre débil y sea difamado. Y Erdogan ha dado señales de que le sienta el papel de enemigo del Estado Judío, al cual odia.

Israel no es culpable de haberle causado un daño indebido al «pueblo turco»; Israel se defendió de un intento por parte de una flotilla cargada con terroristas de quebrar su ley y su política para ayudar a declarados enemigos del Estado Judío. Israel no le debe una rendición de cuentas a los turcos, y mucho menos un pedido de disculpas oficial por una acción defensiva en nombre de víctimas de agresiones terroristas (como lo son los civiles israelíes) que nada tienen que ver con responsabilidades para con los turcos. Israel sí falló en este punto, y esto es algo que debe ser corregido de cara al futuro. Israel debe actuar por principios; no puede permitirse este tipo de rendiciones y decaídas.

E) Si alguien quiere tratar con nosotros, debe hacerlo en nuestros términos: Así lo enseña la filósofa Ayn Rand en su novela «La Rebelión de Atlas» (6). Si alguien quiere tratar conmigo, aceptará mis términos; no cooperaré con quienes buscan mi destrucción. Israel debe utilizar este principio en sus relaciones con los demás países. No debe transigir y ceder a las premisas erróneas y postulados maliciosos de los demás. Va a lograr sus metas manteniéndose fiel a sus posiciones. De esta forma quien quiera tratar con Israel, deberá hacerlo en sus términos. Nadie tratará con Israel despreciando sus principios y buscando un beneficio a costa de un perjuicio para el Estado Judío, alentando una rendición, explotando con malicia una debilidad. No habrá negociación con quien niega la propia existencia del interlocutor hebreo, con quien pretende hacer tiempo para aniquilarlo, con quien busca ganar metros en la carrera rumbo a su desintegración y destrucción poblacional. Habrá negociación con quien reconozca la realidad de Israel, respete su legitimidad, y tenga algo para ofrecer que Israel quiera o necesite. Por eso es correcto que no haya negociaciones con Hamas, que no cumple ninguno de estos requisitos enunciados.

F) Las relaciones con otros deben ser con consentimiento recíproco y para mutuo beneficio: De esta forma se puede llegar a un sincero y honesto acuerdo, en el estricto sentido de la palabra. Las relaciones entre hombres deben ser voluntarias, para mutuo provecho (por eso las partes están interesadas en la transacción), proscribiendo el uso de la fuerza.

Siguiendo la misma línea se plantea el tema para las relaciones internacionales entre países: deben ser voluntarias, no entre amos y esclavos, no mediante la extorsión y la amenaza. Israel, por ende, no debe relacionarse en miras a un acuerdo con autoridades gubernamentales que abogan por su destrucción, ni con aquellas que no reconocen plenamente el derecho que lo asiste. Acerca de ejemplos que ilustran este punto, podemos formular cómo podría ser una posición israelí respecto de sus enemigos políticos palestinos: no hay voluntad de reconocimiento y paz por parte de Hamas, por lo que Israel está en lo correcto al no tener vinculación directa con la agrupación terrorista islamista, y al responder por la fuerza los ataques violentos que esta inicia; no hay sincera voluntad de reconocimiento y paz por parte de la Autoridad Palestina, por lo que Israel estaría en su derecho si cortase las vinculaciones con la mencionada entidad hostil.

Sumado al desprecio mostrado por las autoridades palestinas respecto de los intereses israelíes, y a las jugadas truculentas que han protagonizado menoscabando o dejando de lado el consentimiento israelí, está el hecho de que Israel no tiene en qué beneficiarse si hay un pacto con corruptos y asesinos. Israel debe estar bien plantado, y no moverse de su posición: si actúa, debe hacerlo para obtener un beneficio. Y el circo de la muerte y carnaval de la violencia que los terroristas islamistas exhiben en su menú, no es una oferta provechosa para el país judío.

Para concluir, Israel debe actuar por principios para mantener su rectitud moral, alcanzar sus legítimos objetivos, y defender correctamente su justificada causa. El fundamento moral de Israel triunfará, en la medida en que sea defendido con consistencia y coherencia. El mal no tendrá cabida si Israel no le deja espacio. El bien requiere consistencia para su triunfo, e Israel es idóneo para tenerla.

Hay muchos héroes en Israel capaces de sostenerlo y protegerlo. Actuando en base a los principios adecuados, lo lograrán.

Bibliografía:
1) The truth about the West Bank with Danny Ayalon
http://www.youtube.com/watch?v=9y6cf9oG8d4
2) El Silogismo de la Muerte
http://elrejunteil.wordpress.com/2011/09/13/el-silogismo-de-la-muerte/
3) ¿Por Qué Debe Uno Actuar Por Principio? – Dr. Leonard Peikoff
http://objetivismo.org/por-que-debe-uno-actuar-por-principio/
4) Israel pide disculpas a Turquía por el asalto de la flotilla y normalizan relaciones
http://www.elmundo.es/elmundo/2013/03/22/internacional/1363966722.html
5) ¿Pidió Israel «disculpas» a Turquía? – Barry Rubin
http://www.aurora-israel.co.il/articulos/israel/Opinion/50548/
6) Rand, Ayn; «La Rebelión de Atlas», Editorial Grito Sagrado.

[1] A los territorios conocidos como Judea y Samaria (nombres que reflejan su tradición judaica provenientes de épocas bíblicas), las autoridades jordanas le pusieron la denominación «Cisjordania». Esto es una muestra de cómo se ha intentado borrar la identidad judaica y la historia del lugar, cambiándole el nombre para ocultar su pasado, confundir respecto de su procedencia, y poder por ende disputar su tenencia presente.

[2] La carta es conocida como Declaración Balfour. Su contenido es breve, y no ostenta gran precisión técnica. Fechado el 2 de noviembre de 1917, reza en una parte: «El Gobierno de Su Majestad contempla favorablemente el establecimiento en Palestina de un hogar nacional para el pueblo judío y hará uso de sus mejores esfuerzos para facilitar la realización de este objetivo (…)».

[3] El enfrentamiento bélico entre Israel y la coalición árabe (Egipto, Siria y Jordania) al cual hace referencia Danny Ayalon en su cita, se desarrolló en Junio de 1967. Israel resultó vencedor, quedando en posición de control sobre los Altos del Golán (que dominaba Siria), Cisjordania (la parte oriental de Jerusalén incluída, que estaba en poder de Jordania), la Península del Sinaí (perteneciente a Egipto), y la Franja de Gaza (a la cual Egipto dejó de lado tras la contienda).

[4] Los Acuerdos de Oslo en 1994 son la manifestación central del infructuoso Proceso de Paz entre Israel y los gobernantes palestinos, incumplido y saboteado en reiteradas ocasiones por estos últimos.

[5] El presidente de la República Islámica de Irán Mahmoud Ahmadinejad, exponente del islamismo y representante de un gobierno teocrático totalitario, ha manifestado en reiteradas ocasiones su intención de hacer desaparecer a la «entidad sionista».

[6] Llevada a cabo por Tzahal el histórico 4 de julio de 1976 en Uganda. Terroristas habían secuestrado un avión de Air France donde viajaban pasajeros israelíes, entre otros. El chantaje consistía en la amenaza de asesinar a los israelíes si el gobierno de Israel no liberaba presos. Israel no cedió a la presión de los terroristas y preparó una heroica operación secreta para derrotar al enemigo y rescatar a los rehenes.

 
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