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| martes noviembre 19, 2024

Jerusalem, Ciudad de Paz


Aish Latino

Estar en Jerusalem es el cumplimiento de las plegarias de millons de judíos a través de las generaciones.

Rab Shalom Schwartz

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Jerusalem es conocida como la Ciudad Santa. La Torá dice que Dios tiene una relación especial con este lugar. Para la mayoría de las personas que viven en Jerusalem, e incluso para la mayoría de los visitantes, esto se traduce en algún tipo de sentimiento o conciencia especial. ¿De qué se trata esta singularidad?

A veces se expresa de maneras inesperadas. Un día abordé un taxi, y tan pronto como subí el chofer se dio vuelta hacia mí y me dijo: «Enséñame Torá».

«¿Es parte del costo del viaje?», le pregunté.

«No, es la propina», respondió el taxista.

Compartí un par de palabras de Torá con él. «Ahora es tu turno», le dije, «nos queda un largo camino».

Él taxista comenzó a tejer una telaraña de hermosa Torá, extrayendo ideas de la Cábala y de otras fuentes esotéricas. Él estaba muy entusiasmado, y yo comencé a preocuparme ya que no sabía si estaba poniendo atención en el camino. Cuando finalmente terminó, yo estaba sobrecogido.

«¿De dónde sacaste todas esas cosas?», le pregunté.

«¿Qué crees que hago todo el día? ¡Colecciono Torá!», respondió.

¡Bienvenidos a Jerusalem! ¡La ciudad donde incluso los taxistas estudian Torá todo el día!

Jerusalem: El Punto Central

Encontramos referencias a Jerusalem como el centro del pueblo judío en tantas fuentes. Lo vemos en nuestras festividades, cuando decimos «El próximo año en Jerusalem» al final del Seder de Pesaj. Lo decimos cuando concluye Iom Kipur. Es la constante esperanza, la plegaria por Jerusalem.

Jerusalem también es la parte central de todos nuestros rezos. Ya sea meditando silenciosamente, o agradeciendo a Dios por el alimento, expresamos una plegaria por el bienestar de este lugar. Esta ciudad – y el Monte del Templo en la Ciudad Vieja – son el punto al cual todos nuestros rezos se dirigen físicamente. Todos los judíos alrededor del mundo miran hacia Jerusalem cuando rezan.

La gente que vive en Jerusalem ubica sus sinagogas hacia el Monte del Templo. Todos nosotros nos dirigimos a este lugar, donde sea que estemos en el mundo. Cuando estamos en la mitad del rezo silencioso, nos imaginamos que estamos en este lugar. Este lugar es el centro de las esperanzas judías, de los sueños judíos; es un lugar de referencia. Es el lugar de los dos Templos, que eran un recordatorio constante de la Presencia Divina en el mundo. Un lugar en donde todos podían conectarse con lo trascendental. Un lugar donde las personas recordaban que había algo intrínsecamente significativo en sus vidas, algo a lo que valía la pena acercarse.

Recordatorio en una Boda

Hay una costumbre de poner cenizas en la frente del novio justo antes de caminar hacia la jupá. Esto – y el vaso que se rompe bajo la jupá – nos recuerdan acerca de la destrucción del Templo de Jerusalem. Así como está escrito en el salmo, «Pongo a Jerusalem por sobre mis más grandes regocijos» (Salmos 137:6)

Para algunos, esto significa arruinar uno de los momentos más importantes de la vida de una persona. El Rabino se levanta y dice: «Recordemos todos juntos la destrucción del Templo de Jerusalem». Parece tan extraño. Pero cuando lo piensas en términos de la declaración, «Pongo a Jerusalem por sobre mis más grandes regocijos», simplemente significa que hay que ir más allá. En el momento que experimentas la gran emoción de la boda, y hay una profunda sensación de completitud, debemos recordar que la alegría de la vida no está completa aún. Aún hay gente que sufre en el mundo. Hay un reconocimiento de que aún no hemos llegado a ese lugar.

¿Cómo recordamos lo que hay? Recordamos Jerusalem rompiendo un vaso, recordamos que Jerusalem no se ha completado. No todo el pueblo judío está de regreso en Israel; el Templo no se ha reconstruido. El centro espiritual de Jerusalem no ha alcanzado su objetivo. Romper un vaso y poner cenizas en la frente del novio sirven como recordatorios permanentes. Como dice el salmo «Si me olvido de Jerusalem, que mi mano derecha olvide su habilidad» (Salmos 137:5). Esa es una declaración impactante. Si me olvido de lo que significa Jerusalem, de alguna manera estoy perdiendo mi propia fuerza para vivir y mi habilidad para alcanzar mis objetivos en este mundo.

Encontrando el Foco

Solía trabajar con olim (nuevos inmigrantes a Israel) rusos. Cuando recién llegaban, eran enviados a centros a lo largo de todo el país para ayudarlos a realizar la difícil transición. Comprensiblemente, muchos de ellos encontraban la experiencia muy desafiante. Muchas veces escuché que si los hubieran traído primero a Jerusalem, esto les habría dado un foco.

Una vez, había un inmigrante ruso sentado en mi oficina. Mientras observaba al Muro Occidental él dijo: «He estado aquí seis meses. Desearía que nos hubieran traído aquí cuando recién llegamos. De haber sido así, habría tenido una visión completamente distinta durante estos seis meses de penurias». Ese mismo foco ayudó al pueblo judío a soportar los sufrimientos por más de dos mil años. Les dio una perspectiva que les permitió trascender el momento de sufrimiento.

¿Cuál es este foco? ¿Cuál es esta perspectiva y este sentido?

Recuerdo a mi abuela describiendo su primera visita a Israel. Me contó cómo se bajaron del barco (esto fue en los años cincuenta) y ella bajó hasta la tierra, y lloró. Besó la tierra. Sintió el privilegio de estar en Israel, después de que toda su familia falleció en el Holocausto. Ella sabía que sus ocho hermanos y hermanas hubiesen dado cualquier cosa por estar en sus zapatos en ese momento.

Esa sensación de privilegio es lo que prevalece en nuestra discusión sobre Jerusalem. Cuando hablamos sobre un foco especial y un sentido especial, estamos hablando de un recordatorio del privilegio de estar de vuelta en esta ciudad. El cumplimiento de las plegarias de millones de judíos por generaciones. Estamos hablando acerca de ser concientes del objetivo del pueblo judío en la historia y del significado de este lugar en nuestras vidas como una expresión de ese objetivo.

Ciudad de Paz

De acuerdo a muchos, Yerushalaim (el nombre hebreo de la ciudad) deriva de dos palabras: «Ir» y «Shalem». «Ir» significa ciudad. La segunda parte es«Shalem». Esta palabra deriva de Shalom, Paz. Ciudad de Paz.

La palabra Shalem viene de la palabra completar o perfeccionar. Shlemut en hebreo es completitud, alcanzar un nivel de perfección en nuestras vidas. Jerusalem es la Ciudad de la Completitud.

La vida en la ciudad, «Ir», como lo indica el Rabino Shimshon Rafael Hirsch, es diferente de la vida rural. La vida rural es más personal, más basada en la familia. Estás lejos de tus vecinos. Tienes que preocuparte de tu propia granja. La vida urbana hace que las personas estén más cerca unas de otras. Hay interacción entre los seres humanos, idealmente con un propósito específico. En la Torá, las ciudades comenzaron a aparecer cuando las personas quisieron lograr aquello que no podían lograr estando separados. La combinación de la habilidad humana, la iniciativa y la experiencia crean el marco para que el individuo logre mucho más de lo que podría lograr por su propia cuenta. Así, una ciudad es el punto focal de la interacción humana.

La palabra ciudad en hebreo proviene de la raíz «despertar». Una ciudad es entonces, un lugar en el que podemos despertar nuestra creatividad y nuestro potencial interactuando con otros seres humanos. Jerusalem – Ir/Shalem – es un lugar para despertar espiritualmente, para encontrar la paz interior.

Es muy extraño que la ciudad de la paz haya estado en disputa por tantos miles de años. Quizás representa la lucha de la humanidad y del individuo, que aún no ha encontrado aquella paz interior. Mientras Jerusalem esté en disputa, eso demuestra que nosotros como humanidad no hemos sido capaces de encontrar una forma de traer completitud y paz al mundo.

Esto significa también que Jerusalem es un punto de referencia; una vara de medición. Es un lugar para encontrar la paz, tanto individual como globalmente. Individualmente, ¿qué partes de mí aún no están en paz? Jerusalem es un lugar para considerar mis conflictos internos, los conflictos que tengo que resolver, con mi pasado, con mi futuro, con mi familia y conmigo mismo. Es un lugar que da espacio para arrepentirse de los errores del pasado y para continuar. Dentro de Jerusalem, las partes del todo de alguna forma son capaces de unificarse.

Si «Shalem» es armonía interna, y Jerusalem es un lugar para despertar a esto, entonces despertar a Jerusalem significa reconocer que la vida puede ser mejor, significa entender hacia dónde tengo que ir y cómo lo puedo lograr.

Por generaciones nuestros ancestros han visto a Jerusalem como el cumplimiento de nuestras esperanzas y de nuestros sueños como pueblo. Nosotros recordamos esto constantemente – en nuestros rezos y en nuestros momentos de alegría – para mantenernos enfocados en nuestros objetivos. Cuando hablamos de la característica especial de este lugar, estamos hablando de su poder para despertarnos, de su poder para mostrarnos el increíble potencial de los individuos y de la humanidad para alcanzar una verdadera paz y completitud. Que podamos mantener siempre el fuego de Jerusalem vivo y encendido en nuestros corazones.

 
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