El ex soldado israelí secuestrado por Hamas en 2006 visitó la Argentina y le agradeció a la comunidad judía por su apoyo
Nadia Nasanovsky
LA NACION
Vestido con jeans, camisa abierta y zapatillas, a simple vista Gilad Shalit parece un chico más que camina por Buenos Aires. En sus últimas horas en la ciudad, antes de abordar el avión de vuelta a Israel, tuvo un fin de semana típico: fue a la cancha -según él, «uno de los mejores momentos» que vivió en el país-, salió a comer y a bailar, y fue de compras.
Pero la visita del ex soldado israelí al país tiene poco de ordinario porque, a pesar de su apariencia, Shalit tiene una historia de vida excepcional. Estuvo más de cinco años secuestrado por milicianos de Hamas y en 2011, tras largas negociaciones y una fuerte campaña internacional, recobró su libertad, a cambio de la liberación de más de 1000 palestinos encarcelados en Israel.
Shalit vino a agradecer personalmente a todos los que durante años rezaron, lloraron y reclamaron desde la Argentina por su liberación, tras su secuestro, en junio de 2006. A casi dos años de haber recuperado la libertad, Shalit dialogó con LA NACION sobre su nueva vida, sus planes para el futuro y su visita a Buenos Aires.
Tiene 26 años, pero parece más chico. Quizás sea por su delgadez o por su sonrisa tímida. En los distintos eventos organizados por la colectividad judía para homenajearlo, Shalit lucha contra la timidez y lee, en hebreo, un discurso que lleva escrito en una hoja de papel y que traducen en simultáneo al castellano.
Su tono de voz y sus gestos transmiten una dulzura inesperada. «Estoy en un proceso para volver a una vida normal. Estoy cada día un poco mejor», dice a LA NACION. En esa vida que empezó a construir, trabaja como columnista de deportes para un diario israelí y planea empezar estudios universitarios en octubre.
Está buscando un departamento para mudarse de la casa de sus padres, en Mitzpé Hilá, a la ciudad de Herzliya, cerca de Tel Aviv, adonde va a estudiar Economía. Además, antes de empezar los estudios planea hacer dos viajes más, a Estados Unidos y a Canadá.
Shalit quiere recuperar el tiempo perdido, volver a la vida que tenía antes de aquel 25 de junio de 2006, cuando tenía 19 años, en que milicianos de Hamas se infiltraron en territorio israelí a través de un túnel, mataron a dos de sus compañeros de tanque, a quienes recuerda especialmente en cada oportunidad que tiene, y lo secuestraron.
Fueron 5 años y 4 meses de cautiverio. Nadie sabía exactamente dónde estaba retenido ni en qué condiciones. En Israel, y en decenas de países, se hicieron marchas, se imprimieron remeras, se firmaron peticiones a favor de su liberación.
En la colectividad judía argentina no había evento en el que Shalit no estuviera presente. «Gilad fue recordado en todos los casamientos de la época», recordó Claudio Manaker, representante de la Agencia Judía para Israel en América latina, durante uno de los homenajes al ex soldado que se hicieron en Buenos Aires.
Finalmente, el 18 de octubre de 2011, tras años de negociaciones y con la mediación de Egipto, Israel accedió a liberar a 1027 prisioneros palestinos -la mayoría, condenados a cadena perpetua por terrorismo- a cambio de la libertad de Shalit.
Tras visitar Australia y España, la Argentina fue la última parada de un viaje por América del Sur que incluyó a Brasil y a Uruguay. «Tuve una muy buena sensación al ver a todas estas personas que lucharon y rezaron por mí. [Este viaje] sirve para que ellos también cierren el círculo. Siento que hago algo por ellos, que hicieron mucho en estos años por mí», dice.
Shalit no quiere hablar de lo que sucedió durante su cautiverio, en su entorno explican que es algo que «aún está procesando», aventuran que quizás use la escritura para terminar de superar todo lo que le pasó. A lo mejor escribe otro libro como Cuando el tiburón y el pez se conocieron , un alegórico relato que escribió a los 11 años nada menos que sobre enemigos naturales que finalmente consiguen convivir en paz.
Sobre el regreso a su casa, en Israel, Shalit concluye: «Perdí muchos años en que no pude estar con mis amigos y con mi familia. Necesito tiempo para reacomodarme en la vida familiar», dice, y agrega: «Es la mejor sensación, volver a casa, a los amigos, a la gente que amo».
http://www.lanacion.com.ar/1590253-gilad-shalit-estoy-en-un-proceso-para-volver-a-una-vida-normal
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