El gobierno de Israel votó este domingo en favor de una compleja resolución: excarcelar a 104 palestinos responsables de atentados contra ciudadanos israelíes, como parte del paquete destinado a reanudar las negociaciones con la Autoridad Nacional Palestina.
“Es una decisión dolorosa y difícil”, declaró el Primer Ministro Benjamín Netanyahu. “Es difícil para el gobierno, para mí personalmente y muy especialmente para las familias de las víctimas”, agregó, recordando que él mismo perdió a uno de sus hermanos, Yoni, en un operativo de lucha anti terrorista, el rescate de los rehenes del avión de Air France en Entebbe, Uganda, el 4 de julio de 1976. Aquella acción, justamente, tenía como objetivo impedir liberar terroristas encarcelados, lo cual era la exigencia de los secuestradores de los pasajeros.
Pocas horas después, el jefe negociador palestino Saeb Erekat difundió un correo electrónico-que llegó también a nuestra casilla- anunciando que “continuaremos trabajando por la liberación de todos nuestros presos políticos”.
Aún siendo conscientes de lo importante del tema de los presos en la sociedad palestina y de la necesidad de “fortalecer” al Presidente Mahmud Abbas ante su propia opinión pública de cara a las negociaciones de paz, nos resulta imperioso hacer una aclaración: no estamos hablando de “presos políticos”, sino de terroristas. Ninguno de ellos está en prisión por pensar diferente de Israel ni por haberle criticado, sino por haber cometido o planeado atentados.
Son numerosos los ejemplos, y en esta nota es oportuno detenernos en algunos, todos ellos de los presos que serán excarcelados en el marco de la nueva resolución del gobierno israelí.
Muhammad Hassan Daud, que mató a Ofra Mozes, que estaba encinta, y a su pequeño hijo Tal, al lanzar una botella incendiaria hacia el automóvil en el que viajaban, no es un preso político sino un asesino. Al igual que Mustafa Ganimat, que mató a Meir Ben Yair y a Mijal Cohen en el bosque Masuá. Y Otman Bani Hasin, que asesinó a la pareja Lea Elmakaias y Yosef Eliahu, dos maestros, mientras paseaban. O Isa Abed Rabo, que mató a Revital Seri y a Ron Levi cuando paseaban cerca de un monasterio. Y Mahmud Abu Harabish, que asesinó a la maestra Rajel Weiss y sus tres hijos pequeños y al soldado David Doloroza. O Karim Fadel Yunis, que secuestró al soldado Abraham Bromberg mientras esperaba el bus para viajar a su casa, y lo mató. Y Jamal Abu Muhsein que mató a Shlomo Yehia en la localidad de Kadima, o Abd el Rahman Yusuf que asesinó a Genia Fridman en Kfar Saba, o Mahmud Ata Muammar, que asesinó al Profesor Menajem Shtern cuando caminaba cerca del Monasterio de la Cruz en Jerusalem..y Frer Salah Rahmi que mató al octagenario Abraham Kinstler..y muchos más.
Y todo esto, antes aún de las explosiones suicidas en buses, restaurantes, cafés, discotecas y muchos otros sitios en los que la muerte de civiles fue lo buscado, intencionalmente, premeditadamente, no un error involuntario de nadie.
El recordar todo esto, ni siquiera tiene la intención de criticar la decisión del gobierno, ya que está claro que en la situación actual, lo primordial era garantizar que se vuelva a negociar. Y sin duda, aunque la experiencia pasada ha sido compleja, por decirlo delicadamente, la negociación sigue siendo la única vía para resolver conflictos. Y el conflicto con los palestinos debe ser resuelto, con un término medio, ya que sólo mediante concesiones de ambas partes se podrá llegar a la fórmula que permita abrir una nueva página.
Esto tampoco pretende alegar que Israel está libre de errores en su relación con los palestinos, que la ocupación no existe o que no han muerto civiles palestinos inocentes, no involucrados en terrorismo. Errores hay, y no pocos. Quisiéramos no ver ni a un soldado israelí en Cisjordania, pero la forma de poner fin al conflicto al respecto, es únicamente mediante negociaciones, a las cuales en los últimos cuatro años los palestinos rehusaron retornar. Es oportuno recordar también que en la Franja de Gaza no hay desde hace ya casi ocho años ni un soldado israelí, lo cual lejos ha estado de garantizar silencio y calma, y los cohetes, cada tanto, continúan cayendo en el sur de Israel.
La vida de un civil palestino vale tanto como la de un israelí. La tragedia de las muertes no debe ser medida distinto .La diferencia radica en la intención. Los terroristas que saldrán próximamente de prisión, no mataron a nadie por error, ni por una bala perdida, sino que buscaron intencionalmente a sus víctimas entre los civiles. Los atacaron sabiendo que eran civiles, con la expresa intención de asesinarles.
Los asesinos que Israel acepta liberar- aunque preferiría no tener que hacerlo- para poder volver a negociar, no son “presos políticos”.
“Qué importa la terminología”, podrá preguntarse alguien retóricamente…Consideramos que sí importa y que cuando se habla de abrir una nueva página en las conflictivas relaciones entre israelíes y palestinos, es relevante que las cosas estén claras, entre otras razones porque en numerosos casos, los presos puestos en libertad vuelven al terrorismo y vuelven a cometer atentados.
Otro gran problema es el mensaje que la Autoridad Nacional Palestina transmite al pueblo palestino al hacer referencia a los presos como “héroes”. Conocemos la dinámica desde adentro y hemos estado, precisamente por ser conscientes de lo importante del tema en la sociedad palestina, en casas de presos liberados cuando eran recibidos con natural entusiasmo por sus familias, amigos y vecinos. Pero que el mensaje de las autoridades palestinas, el transmitido directamente al pueblo-el mismo pueblo que deberá aceptar o rechazar eventualmente un acuerdo con Israel- sea que los asesinos de civiles son “héroes nacionales”, es, en el mejor de los casos, problemático. En el peor, un pecado que socava de antemano la posibilidad de que un eventual acuerdo conduzca, en el terreno, a una paz verdadera.
Ojalá que todos estos motivos de preocupación, se vean desmentidos por los hechos. Que israelíes y palestinos hallen la vía apropiada para un diálogo fructífero que traiga a ambas partes, la paz y la seguridad que sus pueblos merecen.
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