Después de muchos esfuerzos y presiones, el secretario de Estado norteamericano, John Kerry, logró reanudar las negociaciones entre Israel y la Autoridad Palestina (AP), que permanecieron estancadas casi tres años, y aseguró que ello significaba un verdadero avance en el proceso de paz. ¿Será posible?
Del lado israelí, el Gobierno de Netanyahu debió liberar 250 terroristas palestinos implicados en ataques mortales como gesto para hacer posible la reiniciación del diálogo; lo que constituyó un antecedente sorpresivo y peligroso.
La AP informó que accedió únicamente a conversaciones preliminares en torno a las tratativas propiamente dichas. Primero quiere saber cuál será la línea básica para las futuras pláticas sobre fronteras, el grado de disminución del ritmo de edificación de asentamientos y el calendario preciso para la liberación de prisioneros.
Pero un nuevo elemento entró en escena. Por primera vez, la Unión Europea (UE) anunció que, a partir del 1 de enero de 2014, todos los futuros acuerdos comerciales con Israel deben especificar que no incluyen productos de Cisjordania, Jerusalén Oriental o el Golán, territorios que la UE considera que no son parte del Estado judío.
Con Oriente Medio en estado de ebullición, todo este panorama es algo surrealista. Los principales actores en las negociaciones – Netanyahu y Abbás – se encuentran en posiciones políticas débiles, acosados por presiones contradictorias desde dentro de sus propias bases de poder. Por lo tanto, a fin de cuentas, es muy poco probable que se involucren en diálogos serios. Bibi intenta redirigir la atención del gobierno de Estados Unidos, de las tratativas entre Israel y la AP a lo que él presenta como la amenaza nuclear de Irán. Para ello determinó cuatro condiciones claras que presentará en su próximo encuentro con Obama. Abbás, por su parte, aún no puede pisar la Franja de Gaza.
Seamos reales. En lo que se refiere a las negociaciones con los palestinos, Netanyahu no tiene como presentarle a Obama condiciones claras. Bibi podrá hablarle hasta el cansancio sobre la fórmula de dos Estados, pero no está dispuesto a llegar a ningún acuerdo que no incluya por lo menos la retención de todos los grandes bloques de asentamientos, la soberanía sobre Jerusalén «unida e indivisible», un Estado palestino desmilitarizado y el emplazamiento del Ejército israelí en la frontera del futuro Estado palestino con Jordania.
A su vez, las condiciones palestinas implican como mínimo las fronteras previas a la Guerra de los Seis Días, en junio de 1967, soberanía sobre Jerusalén Oriental y un Estado independiente con todos sus derechos y características. Abbás aseguró que ni un solo soldado israelí permanecerá en tierra palestina. Más aún, el presidente de la AP considera que el tiempo juega a su favor. La movida económica de la UE contra Israel le llevó a apostar por la deslegitimación mundial de las posiciones de Netanyahu. Además, vuelve a confiar en la evolución demográfica que, según él, conduce a una mayor cantidad de árabes residentes dentro de Israel.
Tanto Bibi como Abu Mazen vuelven a perder la oportunidad de perder la oportunidad. Sus dos listas de condiciones mínimas son infranqueables. Así lo fueron en el pasado y no hay razón para pensar que ellas cambiarán en un futuro previsible, definitivamente no en los próximos nueve meses según las aspiraciones de Kerry.
¿No están concientes de todo ello Netanyahu y Abbás? Por supuesto que sí. Pero sienten que no les queda otra alternativa que pretender que todavía no llegaron a un callejón sin salida total.
Cada cual aún persiste en convencer a la opinión mundial de que un callejón sin salida así – que saben que llegará tarde o temprano – es culpa del otro. Ambos entienden que lo usual es que el arte de culpar al otro funcione y cambie muy poco.
Lo que podemos esperar entonces es que se mantenga el status quo el mayor tiempo posible.
Pero si una cosa aprendimos los israelíes al conmemorar en estos día el 40° aniversario de la Guerra de Yom Kipur, con sus casi 2.700 muertos, el trauma y la ruptura social que nos significó, y el fracaso total de nuestro liderazgo político y militar, es qué tan inesperado es el momento en que un status quo se deshace de repente y lo inciertas que son las consecuencias de ese colapso.
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