Rabí Ari Gaboa de Naharía llegó a la ciudad santa de la Galilea a la hora en que las golondrinas se arrojan como carbones en el fuego del crepúsculo. Buscaba a un zapatero, Rabí Daniel de Safed, tan famoso por sus sandalias trenzadas como por su caligrafía. El maestro que en los ratos libres dibujaba árboles de la vida con letras y palabras de los salmos y que, en dos ocasiones a lo largo de sus años, hizo el Arca de Noé enteramente de signos hebreos, cada animal con sus sílabas correspondientes, el pavor real junto al búho, el zorro y el ciclamen, la almendra y el buey. Se decía que no había nadie, en la alta Galilea, que supiera del Árbol de la Vida lo que sabía él
-Buenos días-dijo el recién llegado, tras haber esperado una noche para entrevistarse con el famoso y humilde maestro.
-Luz de la mañana-respondió, empleando la fórmula tradicional, desde su pequeña silla rodeada de zapatos viejos, suelas, tintes y cordones, Rabí Daniel de Safed.
El zapatero aceptó la tarjeta que daba a conocer al visitante y le ofreció un té con hojas de menta. Venían a verlo desde todas partes para comprarle sus dibujos pero él se negaba a venderlos, aunque a veces los regalaba tras un pequeño juego de preguntas y respuestas. Tenía suficiente para vivir y cada tarde, a la hora del rezo vespertino, le bastaba con mirar hacia el monte Merón y evocar la figura de Simón Bar Yojai, el maestro del Zohar, para sentir que la sabiduría era un hecho real. Un paisaje significativo, la coherencia entre lo que fuga y lo que retorna.
-¿Qué merece piedad y qué merece rigor?-preguntó el zapatero al visitante.
-El sufrimiento merece piedad-dijo Ari Gaboa-y el exceso en las faltas rigor.
-La sangre que anima tu brazo derecho no siempre está de ese lado-dijo el zapatero-. Hay piedad también para con el que se equivoca por soberbia y rigor hacia quien acierta por fortuna.
-¿Entonces?
-Entonces, joven compañero del Jardín del Nogal-contestó el maestro de Safed-, piedad es aquello que hace crecer y rigor lo que establece límites, pero hay momentos en que la piedad debe ejercerse con rigor y momentos en que el rigor es tierno. El Árbol de la Vida es separable en ramas, frutos y nudos por fuera pero es fluido y reversible por dentro.
En el interior de los vasos de té las hojas de menta fresca primero oscurecieron y luego abrieron el verdor de sus poros.
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