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| sábado abril 20, 2024

El corazón, la rosa y la luz perpetua


corazon

Tanto los kabalistas como los sufíes sostienen que el corazón es el vehículo, el locus sanctus meditando sobre el cual se llega a tener las más altas visiones espirituales. En apoyo de los primeros tenemos la frase del Cantar de los cantares        ( 5:2 ) que dice: ´´Yo dormía, pero mi corazón velaba.´´ Y del lado sufí la sentencia de Hakim Termezi que sostiene que ´´el corazón se cura con el permanente recuerdo de Dios.´´ Lo cual señala que todo trabajo, toda faena anímica es ir del estadio dormido al despierto a la par que  recordar una y otra vez nuestro nexo con el origen. ´´Podemos imaginar-escribe la estudiosa Sara Sviri-al corazón como el vehículo concéntrico de la conciencia, consistente en capas dentro de capas, cada una más profunda y más sutil que la que le precede. Cuando el zkir, la invocación del nombre o de los nombres se practica continuamente  penetra dentro de las capas más profundas del corazón  y ellas, como un capullo, se abren y despliegan. A través de esta práctica se origina un proceso por el cual el corazón se expande y se purifica o pule, permitiendo que se convierta en el lugar, dentro del hombre, en el cual los secretos místicos son contemplados, pues los sufíes, sostiene Rumi,  pulen sus pechos con la invocación y la meditación para que el espejo del corazón pueda recibir las imágenes puras.´´

La mención del capullo no es casual ni mucho menos aleatoria. Recuerda el papel que la rosa tiene entre los místicos occidentales y orientales y por supuesto llega hasta a los mismos rosacruces, su iconografía y sus creencias. Es interesante saber que mientras uno de los nombres de la rosa, vered, tiene el mismo origen que vridim , venas, el otro, shoshaná,  posee la raíz shanáh, estudiar, aprender y también cambiar.  Nuestro capullo, la flor que podemos ser anímicamente hablando, está cerrada, requiere  madurez, ocasión y atrevimiento y, sobre todo,  luz para activarse, y cuando eso ocurre el ser humano-hombre o mujer-se siente completo y realizado. De ahí que en la India los chakras o centros energéticos sean lotos que en su vía ascendente van abriéndose más y más con el consiguiente incremento del número de sus pétalos, es decir con una gradual dilatación de la conciencia del meditador.

 Veamos una guematria, es decir una equivalencia numérica que afina aún más aquello a lo que aludimos:

 Shoshaná, rosa, hn$W$ = 661 = 454 + 207 =  dymt rW), or tamid, luz perpetua, continua. O sea que, cuando el corazón llega a la rosa del sí-mismo, desde su íntimo centro una luz perpetua lo ilumina por siempre jamás. El dormido se despierta y poco a poco la transparencia le asiste en juicios y amores, más allá de las inevitables tormentas cotidianas y las pasajeras nubes de la desdicha. Complemente abierto, el mundo lo atraviesa dejándole tesoros inauditos que al compartir se acrecientan.

 
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