Dos encuestas de opinión publicadas la semana pasada revelan que el público norteamericano se muestra escéptico ante el acuerdo provisional entre la Administración Obama e Irán sobre el programa de armamento nuclear de la República Islámica. Además, las encuestas muestran que una gran mayoría de estadounidenses desconfía de los mulás y, por mucho que le gustaría llegar a una solución negociada, la considera improbable. En otras palabras, la amplia mayoría de la opinión pública norteamericana es más juiciosa y sensata que la opinión progresista de élite, que sigue atrapada en sus fantasías, producto de la ruhanofilia, de una reconciliación histórica con un Estado promotor del terrorismo que lleva treinta y cinco años atacando a Norteamérica, a nuestros intereses y a nuestros aliados.
De forma igual de reveladora, las últimas encuestas disipan la idea de que, tras dos guerras, a los norteamericanos (republicanos, demócratas e independientes) ya no les importa el resto del mundo que les rodea, particularmente Oriente Medio. Resulta que el pueblo estadounidense no es aislacionista, ni está cansado de la guerra, como lo describió el presidente Obama. Más bien parece que recela de sus líderes y del amplio margen que separa la postura pública de la Casa Blanca de sus verdaderas intenciones. Estas encuestas muestran que el pueblo ha realizado un certero análisis del mundo, y ha identificado la cuestión que más nos preocupa y amenaza la seguridad de nuestros aliados: el plan armamentístico nuclear iraní.
El 9 de diciembre, el Pew Research Center y USA Today publicaron los resultados de una encuesta, realizada entre el 3 y el 8 de este mismo mes, relativa al acuerdo provisional del 24 de noviembre firmado en Ginebra por Irán y las potencias del grupo P5+1 (los miembros del Consejo de Seguridad de la ONU y Alemania). Su informe muestra que el 43% desaprueba el acuerdo, frente a un 32% que se muestra a favor del mismo. Los republicanos que se muestran en contra son un 58% (el 14% está a favor), mientras que sólo la mitad de los demócratas encuestados aprueba el acuerdo de Obama y el 27% de ellos manifestó su desaprobación del mismo. Una amplia mayoría (62%) de quienes respondieron a la encuesta afirma que el régimen de Teherán no es serio en lo relativo a responder a las preocupaciones internacionales por su programa de enriquecimiento nuclear.
Otra encuesta, realizada poco después del acuerdo de Ginebra, se encontró con un público norteamericano profundamente escéptico respecto a las intenciones de los iraníes. Dicha encuesta, realizado por Luntz Global por cuenta de al-masdar.net y de TheTower.org (dos páginas web gestionadas por The Israel Project, una organización estadounidense sin ánimo de lucro), mostraba que un 84% de los estadounidenses (el 96% de los republicanos y el 75% de los demócratas) creen que Irán está utilizando las negociaciones como táctica dilatoria mientras prosigue con el desarrollo de armas atómicas. Sólo un 16% cree que el régimen está negociando con buena voluntad y que, finalmente, abandonará su programa de armamento nuclear.
La encuesta Masdar/Tower también muestra la amplia oposición existente a la postura negociadora y a las tácticas de la Casa Blanca. Si bien el secretario de Estado, John Kerry, admitió la semana pasada que el acuerdo definitivo probablemente ofrecería a Irán cierta capacidad (limitada) para seguir enriqueciendo uranio, el 86% de los encuestados creyeron que a Irán no se le debería permitir en absoluto el enriquecimiento. Además, aunque la Administración ha levantado algunas sanciones y lucha contra los intentos del Congreso por imponer otra ronda de penalizaciones, el 77% no está de acuerdo con la Casa Blanca y sostiene que más sanciones y una presión económica adicional son la mejor forma de conseguir que el régimen abandone su programa nuclear. Puede que haya algo que sea una noticia aún peor para el Gobierno, y que augure problemas a sus aliados en las elecciones de mitad de legislatura del año que viene: la mayoría de los demócratas (77%), y también la de los republicanos (96%), dijo que preferiría votar a un senador que estuviera a favor de nuevas sanciones que a uno que no lo estuviera.
Naturalmente, es cierto que todas las encuestas deben ser consideradas dentro de un marco más amplio, y estas dos se han realizado poco después de sondeos que parecían mostrar apoyo para el acuerdo provisional. Por ejemplo, una encuesta de Hart Research Associates, realizada también después de Ginebra, mostraba que un 63% estaba a favor del acuerdo, mientras que sólo un 24% se oponía al mismo, supuestamente después de que los términos del acuerdo hubieran sido explicados a los encuestados. El problema es que los encuestadores de Hart no explicaron con exactitud el tratado. Ginebra no exige que los iraníes paralicen su programa nuclear, como afirmaron dichos encuestadores, y tampoco neutraliza el actual arsenal iraní. Si bien es cierto que, como explica la encuesta de Hart, la mayoría de las sanciones económicas siguen en vigor, el efecto de Ginebra II es desmontar el régimen de sanciones; las empresas internacionales están haciendo cola para hacer negocios con Teherán. En este aspecto, lo apuntado por el encuestador resultaba incompleto. En otro sentido, era completamente erróneo. Como informaba Haaretz la semana pasada, la Casa Blanca ha admitido ante representantes israelíes que sus estimaciones de que Irán obtendría un alivio económico inmediato por valor de 7.000 millones de dólares eran demasiado bajas; la cifra real se acerca mucho más al cálculo realizado inicialmente por Israel, 20.000 millones de dólares. Es decir, que el beneficio no resultaba modesto, como sugerían los encuestadores de Hart.
Otra encuesta realizada después de Ginebra también muestra aprobación al acuerdo. Según un sondeo de Reuters/Ipsos, el 44% se muestra a favor, mientras que sólo un 22% estaba en contra del mismo. Con todo, las respuestas más significativas son las relativas a qué hacer si el acuerdo provisional fracasa. En ese caso, el 49% afirma que deberían imponerse más sanciones; el 20% cree que la Casa Blanca debería llevar a cabo una acción militar, mientras que sólo el 31% sostiene que preferiría más diplomacia. Estos descubrimientos no revelan “fatiga de guerra, con un apetito norteamericano por intervenir -en cualquier parte- extremadamente bajo”, como afirmó Julia Clark, una encuestadora de Ipsos. Más bien muestran que dos terceras partes del pueblo estadounidense duda seriamente que más palique con el régimen de Irán vaya a conducir a un acuerdo permanente que detenga su programa de armamento nuclear.
Prácticamente todas las encuestas sobre la cuestión iraní, desde los informes Pew de 2009 hasta una encuesta del Washington Post y ABC posterior a Ginebra, prueban claramente que los norteamericanos quieren una solución negociada. Pero también muestran, con la misma claridad, que la mayoría del pueblo estadounidense no cree que el régimen iraní esté negociando de buena fe. Según la encuesta Masdar/Tower, el 77% de los encuestados desconfía de los mulás, los cuales, para el 69%, suponen una amenaza para la seguridad nacional de Estados Unidos mayor que todas las demás amenazas de Oriente Medio juntas.
En otras palabras, los norteamericanos ponen como prioridad sus preocupaciones estratégicas. Creen (con razón, en nuestra opinión) que el régimen de Teherán es hostil a Norteamérica. El pueblo no confía en que esté negociando de buena fe y no cree que se detenga en su camino hacia la bomba atómica. Sí, los norteamericanos están cansados: de un presidente que desdeña la seguridad nacional.
Es el mismo error que cometio Argentina con respecto al atentado a la AMIA ,en el cual el inutil canciller que se dice de origen Judio que tenemos via la Presidenta que maneja esta y otras cuestiones han firmado un documento con Iran que los beneficia y deja sin castigo a los verdaderos culpables de este atroz atentado .