Hace poco, una localidad de España, haciendo gala de su ignorancia y su interés por promocionar el turismo, anunciaba por Janucá “un mercadillo navideño judío”. Dejemos claro, de una vez por todas, que ni Janucá es la “Navidad” judía (aunque a veces coincida en el calendario), ni los judíos celebramos de manera alguna el nacimiento y vida de Jesús, aunque los cristianos sí que toman muchas de nuestras celebraciones y preceptos como base de las suyas.
Por ejemplo, no todo el mundo parece consciente de que el inicio de su cuenta anual el 1 de enero estuviera señalado (hasta la reforma del calendario en 1967) como la “circuncisión del Señor”. O sea que (ateniéndonos a la definición que de este ritual dio la Asamblea Parlamentaria del Consejo de Europa en el último mes de octubre) los años contaban a partir de la “mutilación genital” y la “violación de la integridad física” de aquel al que la mayoría de los habitantes del continente representado por el Consejo dirigen sus rezos.
Otra paradoja: este ritual se practica en el octavo día del recién nacido judío (tal como se establece en el libro bíblico del Génesis 17, 9-14). Pero si la Navidad se celebra el 25 de diciembre, no salen las cuentas: sólo hay 7 días hasta el 1 de enero. La solución: pensar en días judíos, es decir que el día cambia no a medianoche, sino con la aparición en el cielo de la tercera estrella visible al atardecer. Según la cuenta, Jesús debió ser circuncidado a partir del anochecer del día 1 de enero (que para los judíos, incluidos los padres de Jesús, ya era el día 2). O sea que las campanadas, los petardos, las uvas y el champán tendrían que trasladarse a eso de las 17:40 de la tarde (en Madrid; consulte para otras situaciones geográficas) del actual 1 de enero.
En el siglo IV los papas decretaron el 25 de diciembre como fecha de la Navidad para facilitar que los romanos se convirtiesen al cristianismo sin que tuvieran que abandonar sus festividades paganas más queridas, como las celebraciones de Saturno durante el solsticio de invierno. A la vista del reciente temporal de nieve y lluvia en Israel y sus alrededores, es difícil imaginar que dichas fechas coincidieran con el relato del nacimiento en Belén.
Y un último apunte navideño que esperamos alguna vez se corrija por su carga ideológica: todos los libros de la asignatura de Religión en España mencionan errónea y anacrónicamente el lugar de la vida y obra de Jesús como “Palestina”, cuando este nombre no se inventa hasta un siglo más tarde (en el año 132 de la Era Común) como castigo del imperio romano por las continuas rebeliones de los habitantes del reino de Judea o Judá (los judíos) y su obstinación por seguir fieles a su fe y preceptos, como el de celebrar cada viernes por la noche la llegada del día de descanso.
Bueno, nosotros celebramos el nacimiento del Salvador y lo que ello significa, me da igual que lo hiciera un día de tormenta o no, un martes y trece o un sábado sabadete, igual que veneramos a la Virgen María, y la representemos como rubia de ojos azules, cuando eso es muy improbable. Lo importante no es el envoltorio.
Por otra parte, creo que es muy positivo que esos ignorantes presenten esa fiesta local haciendo referencia a algo judio como algo bueno y digno de ver, y no por ejemplo, utilizando términos históricos peyorativos como lo hacían sus antepasados y que nos ha costado mucho suprimir entre todos. Me parece muy interesante que alguien quiera atraer público con unas supuestas tradiciones judias, y supongo que más que rechazo, debería provocar un franca sonrisa.