Con profundo pesar personal, escribo estas líneas con motivo de la muerte este sábado del general Ariel Sharon, en Israel, a los 85 años, tras ocho en estado de coma en hospital de Tel Aviv. A pesar de que la noticia era esperada y sus posibilidades de recuperación nulas ya desde enero de 2006, su deceso me impacta como si fuese una sorpresa del momento. La carrera militar y política de Sharon es monumental, incomparable, inigualable a la de otro político israelí a lo largo de 130 años de sionismo, que es el movimiento de liberación nacional del pueblo judío reformulado en el siglo XIX para lograr la independencia de Israel que se había perdido en el año 70 después de Cristo a causa de las guerras contra Roma. Por las razones que daré a continuación, lo considero el más importante dirigente judío y héroe nacional del pueblo no sólo en tiempos del moderno Israel, sino considerando toda la historia hebrea desde la muerte de Simon Bar Kojba en el año 135 AD, que fuera el jefe de la rebelión contra Roma 60 años después de la caída de Jerusalem en el siglo II.
Sharon nació en 1928 en Israel, ocupada entonces por Inglaterra tras la Primera Guerra Mundial, o sea que tenía 20 años al inicio de la guerra de 1948 cuando los ejércitos de Egipto, Transjordania, Siria, Líbano, Irak y Arabia Saudita invadieron el país para impedir su consolidación y existencia. Integrante de la organización defensiva Haganah primero y luego del ejército formal después, participó ya como brillante soldado de la aniquilación de las fuerzas invasoras de Irak en la ciudad de Qalquilya. A continuación participó de la primer batalla de Latrun en la ruta a Jerusalem, donde fue herido en el estómago combatiendo contra las fuerzas jordanas dirigidas por oficiales de Inglaterra. Recuperado, pasó al frente sur trabajando para el retroceso egipcio en ese conflicto que permitió que algunos en el mundo, muy pocos, dijeran “evidentemente, Israel ganó contra todos los pronósticos, y existe como país”.
Post guerra de 1948, integra la unidad 101 antiterrorista durante los años que van desde 1949 hasta 1956, cuando tiene lugar la segunda guerra de Israel, en esta oportunidad solo contra Egipto, ocasión en la que Sharon toma el paso de Mitla con su unidad 202 de paracaidistas. A pesar de su éxito militar, es apartado un tiempo de funciones de conducción por “desobedecer órdenes” y avanzar más allá de lo permitido contra el enemigo. La siguiente guerra, la de los Seis Días de junio de 1967, encuentra a Sharon reflotado como militar y a cargo de la unidad de blindados que destruyó la posición egipcia en la batalla de Abu-Ageila en el desierto del Sinaí. La técnica utilizada en este combate por Sharon lo hace conocido en las principales academias militares de occidente debido a las innovaciones implementadas. El momento más difícil de Israel tuvo lugar, sin embargo, el 6 de octubre de 1973 en la guerra de Yom Kippur, cuando fue atacada por sorpresa por Siria y Egipto. Tras 21 días, Israel se impone, y la gran novedad la da nuevamente Sharon al frente de la división blindada 143. Rompiendo las fuertes líneas de defensa egipcias que habían cruzado desde África al Sinaí, Sharon cruza en cambio el Canal de Suez hacia Egipto, deja embolsado y rodeado al Tercer Ejército de Sadat y coloca a sus tropas a 101 kilómetros de El Cairo. Ahí es donde intervienen los Estados Unidos, exigen a Israel frenar el avance por evitar la total humillación egipcia e iniciar un proceso de paz, que se sellará luego en 1979 y que dura hasta el día de hoy. Sharon cruzó el Canal nuevamente extralimitándose en sus competencias, pero la condena era ya imposible porque fue quien concretó el jaque mate a Egipto en esa guerra de 1973.
Semejante determinación como soldado, nunca falla, deriva en carrera política también brillante. Sharon se afilió al partido de la derecha, al Likud de Menahem Beguin, que en 1977 gana las elecciones por primera vez desplazando al Partido Laborista. Como no podía ser de otro modo, es decidido, ruidoso e indisciplinado. Sus adversarios le temen pero gran parte de la opinión pública israelí lo apoya. Desde el gobierno de Beguin, en junio de 1982 (sí, al mismo tiempo que la Guerra de las Malvinas) y como ministro de Defensa conduce el operativo Paz para la Galilea en el Líbano, operación destinada a frenar los actos terroristas de las organizaciones palestinas que operaban desde ese país. Militarmente un éxito, los efectos políticos de esa guerra fueron siempre controvertidos (no para mí: fue un suceso para Israel que se convirtió en país indestructible y temido por sus más poderosos enemigos). Yasser Arafat, jefe palestino máximo, debe mudar como consecuencia de la derrota su cuartel general desde Beirut hasta Túnez. La irrupción de Israel contra Arafat y sus ejércitos fue apoyada por los cristianos falangistas del Líbano y, aunque hoy suene absurdo, también por los shiítas de ese país pues ambos sectores estaban en guerra contra los palestinos. La guerra del Líbano, que se tornó crónica, deprimió inclusive a otro gran patriota como fuera Menahem Beguin, que renuncia al gobierno y a la política en 1983 mientras Sharon quedó intacta y lista siempre para servir a su país.
El fracaso de las negociaciones entre Ehud Barak, Arafat y Bill Clinton, en Washington en octubre de 2000, catapultan a Sharon a la máxima instancia política en Israel. Gana las elecciones en 2001 y es primer ministro hasta 2006, cuando cae en coma. En esos cinco años asciende a la categoría de estadista. Asume el peso de la insurrección palestina, la Intifada II, y la vence con inteligencia política y militar. Su técnica fue la destrucción una por una de las jefaturas terroristas de las organizaciones Hamas, Jihad Islámica y de los sectores más extremistas de la Al Fatah de Arafat, todo en blanco y a la luz del día. Logró frenar y hacer fracasar, mediante infiltración, al 95% de los atentados en Israel. Asumió que el Estado Palestino de inevitable existencia tendría frontera perfectamente delimitada con Israel pero que ésta se marcaría con una cerca de seguridad electrónica en algunas partes y en otras, en Jerusalem Oriental, con un muro de concreto, imposibles de penetrar ambas secciones, lo que anuló la posibilidad terrorista palestina clásica por completo y dejó así abierta solo la alternativa de artillería misilística. Su despedida de la política, en noviembre-diciembre de 2005, fue una genialidad sin precedentes: anunció que Israel se retiraba por completo de la Franja de Gaza (pegada a Egipto y que fuera territorio egipcio hasta 1967) y que le dejaba ese territorio de 365 km2 (dos veces la Capital Federal) al grupo palestino que la quisiese tomar para su gobierno, que Israel mantendría paz con ellos salvo que fuese atacada, mientras la relación con el West Bank palestino sin continuidad territorial con Gaza seguiría por cuerda separada. Esta decisión de Sharon irritó de odio al bando árabe, que no quería una movida de este tipo que los deslegitimaba para seguir con la guerra y les hacía perder los negocios derivados de la guerra. Sharon fue el israelí más temido por los árabes durante 40 años. Ellos sabían que con un tipo así no había campo para la chicana ni para la especulación terrorista.
Es muy difícil encontrar en una misma persona capacidad militar para la guerra regular, capacidad militar para la guerra antiterrorista, capacidad política extrema sin ceder posiciones ni principios jamás, decisión firme y a su vez moderación al adoptar el curso político en el objetivo. Equilibrio mental y patriotismo, jamás creérsela y ser siempre un tipo común. Un superhéroe nacional, el más importante en 1900 años de historia judía, va ser difícil que surja alguien como Sharon en el siglo XXI.
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