Durante sus años de acción militar y luego política, siempre se lo vio como un hombre que empuja, que va hacia adelante y se sobrepone a los peores obstáculos
Ariel Sharon, ex General, Ministro y Jefe de Gobierno de Israel, fue una de las figuras que más peso tuvo en la historia moderna de su país, que más sentimientos encontrados despertó y que más contradicciones simbolizó.
Como alto oficial en las Fuerzas de Defensa de Israel, llegó a ser visto como héroe arrojado. En su calidad de Ministro de Defensa fue considerado mentiroso por no haber dicho a su jefe, el Premier Menajem Begin, la verdad del curso de los acontecimientos en la guerra en Líbano en 1982. Y tuvo finalmente que dimitir por determinación de la Comisión Kahan que investigó la masacre en los campamentos de refugiados Sabra y Chatila perpetrada por las Falanges Cristianas, que le increpó señalando que debería haber previsto lo que podría suceder si autorizaba a dicha milicia entrar al lugar.
Pero al final de su carrera, cuando en el 2001- a los 72 años -logró cumplir su sueño de convertirse en Primer Ministro de Israel, logró irradiar algo distinto, que podía abarcar a todos, una imagen casi de padre de la nación. Las discrepancias y discusiones no desaparecieron por cierto con su cargo. Al contrario. Pero algo cambió. De la imagen que había tenido durante tanto tiempo, de quien no tiene reparos en actuar como considere necesario caiga quien caiga en el camino, de duro que no sabe transar, pasó a ser visto como el protector del país, como quien por su experiencia y los años vividos, sabía qué era lo mejor…y trataba de lograrlo, con pragmatismo y visión.
Eso se debió en gran medida a su plan de «Desconexión» de la Franja de Gaza. Por un lado, fue lo que más críticas le ganó, ya que sus otrora aliados políticos, sin duda quienes se habían identificado con él cuando luchaba por la construcción de asentamientos («tomen cada colina, háganse del control de todo lo que puedan, determinen hechos consumados en el terreno», había dicho una vez), lo vieron cambiando de rumbo y proponiendo desmantelar todos los asentamientos de Gush Katif para salir de Gaza. Pero por otro, justamente ese giro, ese cambio tan pragmático y fuerte, convenció al israelí promedio de que «Arik, el rey de Israel»-tal como muchos lo llamaban- estaba actuando convencido de qué era lo mejor para el país.
Sharon siempre fue visto como un «bulldozer» (aplanadora), al que nada le puede pasar. Durante sus años de acción militar y luego política, siempre se lo vio como un hombre que empuja, que va hacia adelante y se sobrepone a los peores obstáculos.»Me parece que lo ven casi como un Mesías que no puede ser vencido y tenemos que despertarnos de esa ilusión»- dijo el escritor Eyal Megued por televisión cuando entró en coma. Un sicólogo entrevistado en aquel momento en el Canal 2 de la televisión israelí, el Prof. Amiram Dvir, comentó: «Lo presentan casi como Moisés, que sacó al pueblo de Egipto, pero no pudo entrar luego a la Tierra Prometida».
Sharon parecía invencible…y cuando sufrió hace ya ocho años el derrame cerebral masivo del que jamás se recuperó, quedó claro que su propio cuerpo lo estaba logrando derrotar.
La voz y el tono de hablar de Ariel Sharon no le ayudaron durante mucho tiempo a mejorar su imagen de duro. No tenía pelos en la lengua y a menudo le faltaba tacto. Especialmente, cuando sentía que era él el atacado y criticado sin razón. Su aspecto físico-un hombre ancho, de grandes dimensiones- también hacían lo suyo. Era otro, distinto, cuando joven oficial en el ejército israelí, con un desempeño elogiado por muchos, aunque criticado por todos aquellos que recordaban: no siempre acepta autoridad y tiende a excederse de la misma cuando lo considera apropiado. Años después, lo que primó fue la imagen de padre, de hombre de familia, en gran medida no sólo por su giro político sino por la exposición ante la prensa de su relación de gran amor con su esposa Lily y del muy cercano vínculo con sus hijos Guilad y Omri.
Sharon fue sin duda una de las figuras más claves de la política israelí. Pero ello iba más allá de su investidura como Primer Ministro. Su empuje y la energía con que llevaba todo adelante- «logra concretar cosas» dicen sus defensores, «destruye lo que se topa a su paso» afirman sus críticos- lo colocaron en el centro de la actividad. Tras la muy compleja retirada de la Franja de Gaza y la evacuación de los 25 asentamientos de dicha zona y del norte de Cisjordania- que en parte él mismo había ayudado a construir en el pasado-, se agudizó la crisis interna en su partido y Sharon dejó el Likud. Nuevamente, dejó en claro su disposición al cambio, su espíritu aguerrido, el hecho que no lo disuaden los grandes riesgos.
Sharon fue durante toda su vida una figura polémica, ante la que nadie quedaba indiferente, despertando un sentimiento de admiración y gran aprecio personal o contrariamente, de profundo antagonismo y gran hostilidad. Fue, sin duda, uno de los gigantes de la historia de Israel.
jlc
en la proxima reencarnación tendrá que acertar la cuentas ,yo reo en la infalible ly de la causa y efecto