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| lunes diciembre 23, 2024

Los árabes de Israel: no son sionistas, pero sí israelíes


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Si se les pidiera a las decenas de miles de residentes en su mayoría serbios del norte de Kosovo si les gustaría ver a su región anexionada y formando una parte integral de Serbia, o por el contrario si preferiría seguir siendo parte de Kosovo, no hay duda de que una gran mayoría de ellos votaría a favor de unirse a la patria serbia en lugar de convivir con la mayoría albanesa en el Estado unitario de Kosovo. Y tampoco hay dudas de que el pueblo serbio apoyaría con entusiasmo la idea de anexionarse el norte de Kosovo a su estado.

De hecho, el irredentismo, el deseo de anexionar poblaciones y territorios regidos por otros estados por razones de lazos nacionales, étnicos o religiosos comunes, incluso si para ello hubiera que redibujar las fronteras existentes, ha sido una poderosa fuerza dentro de la política mundial, representando el caso históricamente más explosivo la anexión de los Sudetes, región de Checoslovaquia de habla y población alemana, a la Alemania nazi en 1938.

Entonces ¿cómo se explica el rechazo mayoritario de la minoría árabe de Israel, así como del presidente de la Autoridad Palestina Mahmoud Abbas, de la propuesta de que algunas de las ciudades y pueblos árabes de una zona próxima a la frontera del futuro Estado palestino pasen a formar parte de Palestina a cambio de otras áreas de la Ribera Occidental donde viven los colonos judíos y que pasarían a formar parte de Israel?

El plan se aplicaría a unos 200.000 árabes israelíes que viven en ciudades y pueblos muy mayoritariamente árabes situados a lo largo de la línea de alto el fuego de 1967 (Línea Verde) entre Jerusalén y Ramallah, zona también conocida como el Triángulo.

Si bien es cierto que la propuesta de intercambio de territorio y de población con la Autoridad Palestina ha sido avanzada por uno de los principales líderes ultranacionalistas de Israel, el ministro de Asuntos Exteriores Avigdor Lieberman, no debe ser descartada como un mero reflejo de una agenda radical de la derecha israelí.

Lieberman, después de todo, no ha pedido la transferencia forzada o la expulsión de esos árabes de Israel, sino que formaría parte de un acuerdo con el gobierno de Palestina y no de una acción unilateral por parte de Israel.

Por otra parte, los ciudadanos árabes de Israel se han quejado durante años de que ellos sienten que son tratados como ciudadanos de segunda clase por un Estado que se define a sí mismo como judío y tiene símbolos nacionales, incluyendo la bandera y el himno nacional, que dan expresión a un formato judío de identidad que combina componentes nacionalistas, religiosos, étnicos y lingüísticos, de la misma manera que el nacionalismo árabe, y hasta cierto punto la religión musulmana, son fundamentales para la identidad del pueblo palestino.

De hecho, las figuras públicas árabes israelíes, incluido un miembro de la Corte Suprema y de la Knesset (parlamento) admitieron que no cantan el himno nacional israelí (el «Hatikva») ya que recuerda el anhelo histórico del pueblo judío de la Tierra de Israel, y de acuerdo con las encuestas de opinión, el 22% de los árabes israelíes se definen estrictamente como palestinos, el 45% se identifica como palestinos israelíes y sólo un 32% se define como árabes israelíes.

Sin embargo, y al mismo tiempo, el resultado de una encuesta realizada por Dialogue también indicaba que el 79% de los árabes israelíes están satisfechos con su vida como ciudadanos de Israel, y que el 53% de ellos se oponen a cualquier propuesta de un intercambio de territorios entre Israel y Palestina (en el que estarían inmersos), con cerca de un 65% indicando que rechazan la idea de un nuevo Estado palestino que se anexione sus ciudades y pueblos árabes de Israel (con la oposición más fuerte expresado por los propios residentes árabes del Triángulo).

La ciudad de Umm al-Fahm, que se encuentra en la zona del Triángulo, publicó una declaración después de una reunión del consejo de la ciudad pidiendo a los negociadores de la Autoridad Palestina que no tengan en cuenta la oferta de Lieberman, subrayando que mientras los árabes israelíes se consideran a sí mismos como «parte de la nación palestina, no están dispuestos a actuar como peones al servicio de Lieberman y de la derecha israelí». Una encuesta realizada en julio de 2000 por la revista semanal árabe-israelí Kul Al-Arab entre los residentes de Umm al-Fahm, encontró que el 83% de ellos se opuso a la transferencia de su ciudad a la Autoridad Palestina.

Un residente árabe-israelí de Umm al-Fahm entrevistado este mes por el Channel 10 de televisión de Israel explicó que «no quiero vivir bajo el dominio de Mahmoud Abbas y de los palestinos. Quiero quedarme aquí, bajo el gobierno israelí», explicando que él se consideraba a sí mismo como «un palestino, pero también como un israelí». Una mujer árabe de compras en un centro comercial también fue entrevistada por Channel 10 y dijo que «nos encanta Israel. Nos encanta vivir en Israel. Toda nuestra vida está en Israel. No queremos vivir con los palestinos y no tenemos nada en Palestina».

Lieberman ha insistido en que sin intercambios territoriales, y de la población contenida en ellos, no tiene intención de apoyar cualquier acuerdo alcanzado entre israelíes y palestinos surgido de las actuales negociaciones y llevadas a cabo bajo los auspicios de diplomáticos estadounidenses.

Pero también es importante recordar que canjes de territorios y de población similares ya fueron propuestos en las anteriores negociaciones de paz y fueron desechados por palestinos e israelíes como poco prácticos, ya que los ciudadanos árabes israelíes podrían apelar a la Corte Suprema de Israel, siempre y cuando dicho plan fuera aprobado por el gobierno israelí, y la Corte podría apoyar su petición, lo que llevaría como mínimo, su resolución, meses si no años.

Pero la respuesta hostil de tantos árabes israelíes a la idea de ser anexionados por un futuro Estado palestino, y su determinación de seguir formando parte integrante del Estado de Israel a pesar de los problemas políticos y económicos que intervienen en su integración en un Estado judío cuya identidad nacional no comparten, puede ser una señal de que prefieren la libertad política y económica relativa que gozan en una sociedad occidental como es Israel, a un futuro en el que, incluso en el mejor de los casos, formarían parte de un estado árabe con un nivel de vida del tercer mundo y aún emergentes instituciones democráticas.

«Estamos orgullosos de nuestra identidad árabe-palestina, pero somos ciudadanos de Israel, y trabajamos aquí y aquí vamos a morir», dijo Maazan Gaanim, el alcalde de la ciudad árabe de Sahnin, en la Galilea, en una reciente entrevista con el Haaretz . «Hablen con nosotros acerca de la justicia social y de la construcción de confianza en lugar de eso [intercambiar territorios]. Te apuesto a que ni siquiera un árabe israelí está planeando mudarse a [Palestina].

 
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