Dijo el científico Pascual Jordan, refiriéndose a la escala cuántica, que la observación no solo afecta e influye en el objeto que está siendo observado, sino que lo crea. Y agrega al respecto el astrofísico Martin Rees: «el universo solamente puede existir si alguien lo observa, si somos conscientes de su existencia». Cierto tipo de periodismo se parece al desconcertante mundo cuántico, creando sucesos y expresiones a partir de una agenda ideológica, y no de la propia realidad.
Este “efecto observador” es evidente en el caso del conflicto árabe-israelí. Incluso el propio nombre nace de una mirada proyectada, ya que Israel lleva más de dos décadas sin enfrentarse bélicamente a ningún estado árabe. Nadie habla, por ejemplo, de un “conflicto cristiano-musulmán” en África, aunque actualmente haya varios frentes bélicos abiertos sobre ese trasfondo. Una vez creada la etiqueta, todo resulta mucho más fácil de encajar y explicar, aunque los actos cotidianos desmientan una y otra vez la certidumbre de lo observado.
Habrá quién plantee que Israel sí mantiene una “guerra fría” con Irán. Pero es que los iraníes, a pesar de ser musulmanes, no son árabes. Pero tampoco sería adecuado hablar de un conflicto israelo-musulmán, ya que no hay contencioso alguno ni con Indonesia, Emiratos Árabes Unidos o Kuwait (por citar algunos ejemplos), ni tan siquiera con “sus” musulmanes, los israelíes.
Y entonces… ¿A quién se enfrenta militarmente Israel? Los últimos operativos se han centrado en el grupo terrorista Hamás en Gaza y, en el 2006, hubo una guerra contra otro grupo terrorista, Hezbolá, en territorio libanés, pero en dicha ocasión (como en las anteriores en ese país) no fue un enfrentamiento contra Líbano y su ejército, sino contra grupos terroristas que hostigan a Israel desde esas posiciones. Y contra acciones de Irán armando a estos grupos (como la reciente interceptación de un barco en el Mar Rojo cargado de misiles rumbo a Gaza). Por lo tanto, si hablamos de un conflicto, lo justo sería definirlo como una guerra entre Israel y el terrorismo que lo amenaza directamente.
Sobre este “efecto observador”, recientemente Gabriel Ben Tasgal (fundador de la ONG Hatzad Hasheiní – El otro lado) comentaba el flagrante error de traducción del periódico La Vanguardia al hablar de una “tregua” de 10 años ofrecida por Hamás a Israel, sin aclarar que el término árabe utilizado (hudna) se refiere a pactos que pueden ser violados por firmarse con no musulmanes, como lo hizo el propio profeta Mahoma.
La mirada de los medios occidentales es refractaria; es decir, obtiene la luz a través de un cristal curvado por su propia cultura y visión del mundo. Se impone reconocer las propias limitaciones y ser conscientes del principio de incertidumbre y relatividad detrás de unas verdades que se dan por absolutas.
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