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| viernes abril 19, 2024

Israel, el Estado judío


Mucho se ha hablado de la condición que Israel antepone a la firma de un acuerdo de paz con la parte palestina: el reconocimiento del país como un Estado Judío.

No es esta una definición religiosa (o, mejor dicho, no es únicamente religiosa), sino, por sobre todas las cosas, es descripción de un Pueblo como Estado-nación.

No es baladí esta condición, ni producto del capricho o de chicanas políticas; es una condición que, en otras palabras, se encuentra en dos resoluciones importantes (una de ellas, aunque ahora sea invocada como base del “derecho” palestino sobre ciertos territorios, fue votada en contra por los estados árabes; y por esto mismo, y la agresión posterior, nunca entró en vigor), ninguna de las cuales, por lo demás, menciona la palabra “palestinos”.

La resolución 181 de la Asamblea General de las Naciones Unidas de 1947 recomendaba la partición del Mandato británico de Palestina (su parte occidental, puesto que la oriental había sido concedida a la dinastía hachemita) en dos estados independientes: “un estado árabe y un estado judío…”.

En su libro Israel and Palestine: Assault on the Law of Nations, Julius Stone, renombrado jurista australiano, reproduce una cita textual de los autores del informe An Internacional Law Analysis of the Major United Nations Resolutions Concerning the Palestine Question (ST/SG/Ser F/4, N.Y.: 1979) donde aseguran:

Los Estados árabes no sólo votaron en contra de la partición [de Palestina], sino que inicialmente sostuvieron que era inválida. Es por lo tanto significativo [sic] que subsecuentemente la hayan invocado para presentar sus argumentos legales a favor de los palestinos…”.

Fueron, de esta manera, los propios estados árabes los que impidieron el establecimiento de un nuevo estado árabe en la región. Son los mismos, entre otros, que se apoyan en los principios básicos de la Resolución de Partición que no aceptaron, para reclamar lo que perdieron en dos guerras de agresión.

La resolución 242 del Consejo de Seguridad de la ONU de 1967, además de no exigir la retirada de Israel de todos los “territorios ocupados durante el […] conflicto” – con lo que es imposible hablar de “territorios palestinos” -, afirma “el acatamiento de los principios de la Carta requiere que se establezca una paz justa y duradera en el Próximo Oriente, la cual incluya la aplicación de la:

“2) Terminación de todas las situaciones de beligerancia o alegaciones de su existencia, y respeto y reconocimiento de la soberanía, integridad territorial e independencia política de todos los Estados de la zona y de su derecho a vivir en paz dentro de fronteras seguras y reconocidas y libres de amenaza o actos de fuerza…”.

Pero no hay un reconocimiento de la soberanía (en tanto auto-determinación del Pueblo judío). En su lugar, y según informaba la agencia palestina de noticias Ma’an el 19 de enero de 2014, el presidente de la Autoridad Palestina llamó a los colonos israelíes “invasores” sin “derecho a la tierra palestina”, e hizo hincapié en que los palestinos que viven en Israel “estaban en la tierra 1500 años antes de que Israel fuera establecido”.

Es decir, para Abbas los judíos no tienen derecho a la tierra – para lo cual inventa una historia apócrifa.

Justamente ésto es lo que hace necesario, vital, que un acuerdo de paz reconozca que Israel es el Estado del Pueblo-nación judío.

Ello y las constantes declaraciones de los líderes y organizaciones palestinos, y de los medios oficiales de la Autoridad Palestina, negando el derecho de Israel a existir y presentando un futuro en el que “Palestina” reemplazará a Israel.

En este sentido, Ricki Hollander, analista de CAMERA, recogía en un artículo reciente las declaraciones del ex Ministro de Exteriores y Jefe Negociador de la Autoridad Palestina, Nabil Shaath, en 2011 en la televisión árabe, manifestando que los palestinos nunca aceptarían la formula “dos estados para dos pueblos” que incluyera un Estado judío. Así lo explicaba el propio Shaath:

“La historia de los ‘dos estados para dos pueblos’ significa que habrá un pueblo judío allí y un pueblo palestino aquí. Nunca aceptaremos esto…’”.

Hollander, por su parte, remarcaba que:

“El hecho de que los medios oficiales de la Autoridad Palestina y, de hecho, el propio presidente Abbas niegue la historia judía y su conexión con la tierra, y continúe retratando a los judíos como usurpadores e intrusos en tierra palestina, alimenta las dudas israelíes respecto de la voluntad de los palestinos para poner fin al conflicto con la aceptación del derecho nacional judío a existir… en esa parte del mundo”.

La negativa de los palestinos a aceptar a Israel como Estado judío trae a la mente la estrategia de “fases” de Arafat, cuyo fin de, en última instancia, es tomar Israel. El programa de diez puntos del Consejo Nacional Palestino de 1974 (conocido como “Plan de Fases” ) – indicaba Hollander – tenía como base crear un Estado palestino en cualquier territorio cedido por Israel (art. 2), para luego utilizarlo como plataforma para “completar la liberación de todo el territorio palestino” (art. 8).

De hecho, luego de firmar los Acuerdos de Oslo, Arafat reveló cómo estos acuerdos harían posible su plan para eliminar al Estado judío. Lo hizo en una reunión a puertas cerradas con diplomáticos árabes en Estocolmo en 1996. Efraim Karsh lo cita ampliamente en su libro Arafat’s War: The Man and His Battle for Israeli Conquest:
“Nosotros, de la OLP, concentraremos ahora todos nuestros esfuerzos por dividir psicológicamente a Israel en dos campos. Dentro de cinco años vamos a tener de seis a siete millones árabes viviendo en Cisjordania y en Jerusalén. Todos los árabes palestinos serán bienvenidos por nosotros. Si los judíos puede importar todo tipo de etíopes, rusos, ucranianos y Uzbekians como judíos, entonces nosotros podemos importar todas las clases de árabes. Tenemos la intención de eliminar el Estado de Israel y establecer un Estado puramente palestino. Vamos a hacer la vida insoportable para los judíos a través de la guerra psicológica y la explosión demográfica; los judíos no va a querer vivir entre nosotros los árabes. No tengo ningún uso para los judíos, que son y siguen siendo judíos. Ahora necesitamos toda la ayuda que podamos obtener de usted en nuestra lucha por una Palestina unida bajo la dominación árabe-musulmana total”.
Declaración Balfour, 1917 –de Lord Balfour, Secretario de Relaciones Exteriores británico:
“Tengo el placer de dirigirle, en nombre del Gobierno de Su Majestad, la siguiente declaración de simpatía hacia las aspiraciones de los judíos sionistas, que ha sido sometida al Gabinete y aprobada por él.
El Gobierno de Su Majestad contempla favorablemente el establecimiento en Palestina de un Hogar Nacional para el Pueblo judío y hará uso de sus mejores esfuerzos para facilitar la realización de este objetivo, quedando bien entendido que no se hará nada que pueda perjudicar los derechos civiles y religiosos de las comunidades no judías existentes en Palestina ni los derechos y el estatuto político de que gocen los judíos en cualquier otro país’”.
Mandato de Palestina, Documento de la Sociedad de Nacionies de 1922:
“Artículo2: El Mandato será responsable de colocar al país bajo tales condiciones políticas y económicas que garanticen el establecimiento del Hogar Nacional Judío, como se establece en el preámbulo… […] Artículo 6: La Administración de Palestina, al tiempo que garantizará que los derechos y la posición de otros sectores de la población no se vean perjudicados, facilitará inmigración judía en condiciones adecuadas y fomentarán, en colaboración con la agencia Judía…el estrecho asentamiento de los judíos en la tierra, incluyendo las tierras estatales y las baldías no necesarias para propósitos públicos”.
El analista de CAMERA Eric Rozenman señala que:
“Además, el mandato fue continuado por las Naciones Unidas; el artículo 80 de la carta de las Naciones Unidas, afirmando que ‘nada en [la carta de las Naciones Unidas en lo referente a la administración del territorio del mandato] se interpretará para alterar de alguna manera los derechos de cualesquiera Estados o pueblos o los términos de los instrumentos internacionales existentes’”.

 

Pueblo-Nación

La Enciclopædia Britannica, en su entrada de la palabra “judío”, indica que se trata de “cualquier persona cuya religión sea el judaísmo. En el sentido más amplio del término, judío es cualquier persona que pertenezca al grupo mundial que constituye, a través de la descendencia o conversión, la continuación del antiguo Pueblo judío, que es, él mismo, descendiente de los Hebreos del Antiguo Testamento”.

Según el American-Israeli Cooperative Enterprise, dirigido por Mitchell Bard,:

El judaísmo puede ser pensado simultáneamente como una religión, una cultura y una nacionalidad.

[…]

Este concepto de nación no requiere que una nación tenga un territorio ni un gobierno, sino por el contrario, identifica como una nación a cualquier grupo de personas con un idioma y una cultura comunes. […] Por supuesto, el judaísmo es una religión, y es esta religión que constituye el elemento central de la cultura judía que une a los judíos como una nación”.

En este sentido, el historiador inglés Paul Johnson explica (Historia del Pueblo Judío) que ya en la antigüedad la ceremonia de Pésaj (la Pascua judía) celebraba la fundación de la Nación judía.

Además, Johnson relata en su libro que:

“… los Perushim o Fariseos, ‘aquellos que se separaron’, un grupo religioso que repudió al establishment religioso Real, con su Sumo Sacerdote, aristócratas saduceos y el Sanhedrin, y colocaron la observancia religiosa antes que el nacionalismo judío”.

Un sentido de nacionalidad, o nacionalismo (de Nación, en definitiva), que ni siglos y siglos de éxodo y diáspora pudieron mermar. Durante todo este tiempo de exilio forzado, cada año, durante al final del Seder de Pésaj se recitaba (y se recita, en la diáspora):

“El próximo año en Jerusalén”.

Judíos rezando en el Kotel (Muro de los Lamentos), por Felix Bonfils, 1870 (Fuente: Wikipedia)
Continuando con el significado de nacionalidad, el filósofo David Miller define nacionalidad de la siguiente manera: una nacionalidad está “constituida por (1) una creencia compartida y un compromiso mutuo, (2) extendidos en la historia, (3) de carácter activo, (4) en conexión con un territorio en particular y (5) diferenciado de otras comunidades por una cultura distinta.

Líderes árabes y académicos, refería Andrea Levin, Directora Ejecutiva de CAMERA, han afirmado la inexistenciade una histórica nación palestina distintiva. Uno de los más famosos es el historiador árabe-americano, y profesor de la Universidad de Princeton, Philip Hitti, que testificó contra la partición ante el comité anglo-americano en 1946. Aseguró:

No existe tal cosa como ‘Palestina’ en la historia, absolutamente no… [Es] un pequeño punto en la parte sur de la costa este del mar Mediterráneo, rodeado por una vasta mayoría de tierras del territorio árabe musulmán, comenzando con Marruecos, continuando a través de Túnez, Trípoli y Egipto y descendiendo hasta la propia Arabia, luego ascendiendo a Transjordania, Siria, Líbano e Iraq – un sólido bloque árabe parlante…”. (Efraim Karsh,Palestine Betrayed)

Ahmed Shukeiry, uno de los fundadores de la OLP y su primer presidente, le dijo a la Asamblea General en 1956:

“Es de público conocimiento que Palestina no es otra cosa que Siria del Sur”. (Syrkin)

Andrea Levin señalaba que quizás la declaración más dramática en este sentido es la que realizó el académico y fundador del partido árabe israelí Balad (Nación en árabe y también es un acrónimo en hebreo para la Asamblea Nacional Democrática. Un partido de izquierda, anti-sionista que promueve el nacionalismo árabe) Azmi Bishara en una entrevista televisada en 2009:

“Bueno,no creo que exista una nación palestina en absoluto. Creo que existe una nación árabe, siempre pensé así y no he cambiado de idea. No creo que haya una nación palestina, creo que es una invención colonial… ¿Cuándo hubo algún palestino? ¿De dónde vinieron? …Palestina era la parte Sur de la Gran Siria”.

Es más, David Suissa aseveraba en marzo de 2013 que “es un hecho, y no una mera opinión queel movimiento árabe palestino surgió sólo después de que los árabes perdieron la Guerra de los Seis Días” e Israel se hizo con el control de Cisjordania y Gaza.

Levin apuntaba, también, que:

“El extremista muftí de Jerusalén se opuso originalmente al Mandato de Palestina sobre la base de que separaba Palestina de Siria; y enfatizó que no existía ninguna diferencia entre los árabes sirios y los palestinos en cuanto a sus características nacionales o costumbres. Aún en mayo de 1947, los representantes árabes le recordaron a la ONU en una declaración formal que ‘Palestina era… parte de la Provincia de SiriaPolíticamente, los árabes palestinos no eran independientes en el sentido de formar una entidad política separada…’” (ThePalestinians People, History, Politics;edited byCurtis,Neyer, Waxman and Pollack; 1975, p. 200)

Negativas y descontextualizaciones

La negativa árabe y palestina a la condición israelí a ser reconocidos como Estado judío en un futuro acuerdo de paz ha estado en las páginas de los periódicos y en el espacio televisivo y radial de prácticamente todos los medios de comunicación en español.

Ya el 11 de marzo de 2014, el diario venezolano El Universal indicaba que:

“El primer ministro israelí Benjamin Netanyahu advirtió este martes que no aceptará un acuerdo de paz con los palestinos sin que estos reconozcan a Israel como ‘Estado judío’ y renuncien ‘al derecho al retorno’ de los refugiados.
‘No presentaré un acuerdo [a los israelíes] que no prevea la abolición del derecho al retorno y no incluya un reconocimiento por parte de los palestinos del Estado del pueblo judío‘, afirmó Netanyahu, cuyas declaraciones en una reunión del grupo parlamentario del Likud, su partido, fueron difundidas por la radio pública, señaló AFP.
‘Son condiciones básicas justas y vitales desde el punto de vista de Israel’, subrayó el primer ministro.

[…]

Los palestinos rechazan categóricamente reconocer a Israel como Estado del pueblo judío, alegando que ya reconocieron al Estado de Israel en 1993 y que eso equivaldría a renunciar sin contrapartida al «derecho al retorno» de los refugiados, así como a su propia historia [véase Manipulación de la Historia]”.

La agencia EFE, por su parte, informaba el 26 de marzo de 2014:

“Los jefes de Estado árabes expresaron hoy su rechazo a reconocer a Israel como Estado judío en su cumbre anual celebrada en Kuwait…

Según la resolución final de la reunión, la llamada Declaración de Kuwait, el rechazo a las demandas israelíes de reconocer Israel como Estado judío es ‘absoluto y definitivo’.

Este asunto es uno de los escollos en las actuales conversaciones de paz entre palestinos e israelíes, auspiciadas por Estados Unidos, que en ocho meses han logrado escasos avances”.

El mismo día, el Nuevo Herald, de Estados Unidos, reproducía un artículo de Associated Press que decía:

“Líderes árabes dijeron el miércoles que nunca reconocerán a Israel como un Estado judío, y culparon a esa nación de la falta de avance en el proceso de paz de Medio Oriente.

[…]

Netanyahu cree que no puede haber paz con los palestinos sin un reconocimiento a Israel como tierra de origen del pueblo judío. Los palestinos se oponen a esto, diciendo que atenta contra los derechos de los refugiados palestinos desplazados de lo que es ahora Israel, así como los de la enorme minoría árabe de Israel”.

Antes que nada, una aclaración: el “escollo” no es la exigencia israelí a ser reconocido como Estado del Pueblo judío; sino la negativa árabe a reconcer el derecho de este último.
Los medios, en su gran mayoría, han olvidado por completo el contexto, convirtiéndose en meros repetidores: los refugiados palestinos (aquellos que fueron desplazados por el conflicto; no sus descendientes – esa la definición ad hoc de refugiados que hace la UNRWA), no tienen ningún derecho a “retornar” a Israel.

La realidad es bien otra en lo referente a los “refugiados palestinos”. Así lo explicaba Sahar Habash, uno de los consejeros de Arafat:

El ‘derecho de retorno’ es el billete de lotería ganadora para liquidar a Israel”.

En lo que concierne a la minoría árabe en Israel – y al supuesto “atentado contra los derechos de las minorías árabes” -, el periodista Khaled Abu Toameh indicaba que, de hecho, “las renovadas conversaciones sobre intercambios de tierras entre Israel y un futuro Estado Palestina ha dejado a muchos árabes israelíes preocupados [con la posibilidad] de perder su estatus como ciudadanos de Israel”.

Y comentaba, también, que según una encuesta del Profesor Sammy Smooha, de la Universidad de Haifa, tres cuartos de los árabes israelíes creen que los representantes árabes deberían hacer frente a los asuntos cotidianos y no al conflicto palestino-israelí.

Sí, los árabes tienen partidos políticos y representantes en el Parlamento israelí, además de jueces en la Corte Suprema, profesores universitarios y un largo etcétera de cargos.

¿Cuántos parlamentarios judíos hay en el parlamento palestino, jordano o Saudí? ¿Cuántos cristianos ocupan bancas en el parlamento Egipcio? ¿Cuántos jueces cristianos hay en la Corte Suprema argelina?

Esta “preocupación” (en realidad, una excusa, un mero recurso retórico que, ni es sincero ni se condice con la realidad) es ilustrativa de las intenciones del liderazgo palestino:

Dice que un Estado Judío “atentaría contra los derechos de la minoría árabe” a la vez que el artículo 2 del borrador de Constitución palestina de 2003 (revisado el 21/02/2014) estipula:

Palestina es parte de Patria Árabe. El Estado de Palestina se rige por la carta de la Liga de Estados árabes. El pueblo palestino es parte de las naciones islámica y árabe…”.

Y el artículo 7 decreta que:

Los principios de la Sharia islámica son una fuente principal de legislación. Los seguidores de las religiones monoteístas tendrán su estatuto particular y sus asuntos religiosos organizados según sus sharías y las confesiones religiosas en el marco de la ley [positiva], preservando la unidad e independencia del pueblo palestino”.

La religión como fuente legislativa, y los creyentes de otras religiones con “un estatuto particular”… siempre y cuando se “preserve la unidad e independencia del pueblo palestino”, que es parte de las naciones islámica y árabe”.

¿Cómo es que no “atenta contra los derechos de minorías” en un futuro Estado palestino esta definición? Una definición que, por otra parte, se exige que Israel reconozca – al reconocer al derecho a la auto-determinación del pueblo palestino.

Es esta es una pregunta que ningún periodista ha osado o querido formular.

Yendo incluso más allá en el razonamiento de esta interrogación: ¿Acaso el futuro Estado palestino calcula, de antemano, que contará con una uniformidad étnica? Es decir, ¿no aceptarán a las minorías?

Por otra parte, la Carta de la OLP (de la cual Fatah – facción liderada por Mahomud Abbas, que gobierna en la Autoridad Palestina – es miembro, así como PFLP, DFLP y el Partido del Pueblo Palestino, entre otros) dice su primer y segundo artículos:

Palestina es la patria del pueblo árabe palestino; es una parte indivisible de la patria árabe, y el pueblo palestino es una parte integral de la nación árabe.

Palestina, con las fronteras que tenía durante el mandato británico, es una unidad territorial indivisible”.

En este caso, lo aclaran sin problemas. Aunque, incluyen en esta definición de “fronteras” a Jordania, que formaba parte del denominación geográfica Palestina?

En el artículo 21 afirma que:

“El pueblo árabe palestino, que se expresa a través de la revolución palestina armada, rechaza todas las soluciones que son sustitutos de la liberación total de Palestina y rechaza todas las propuestas encaminadas a la liquidación del problema palestino…”.

Un documento del Consejo de Derechos Humanos de la ONU del 8 de marzo de 2011 señalaba que:

“A pesar de repetidas garantías para su modificación, la Carta Nacional Palestina no ha cambiado – pidiendo la eliminación de Israel por cualquier medio militar-.

Y apuntaba que la Sexta Conferencia General de Fatah (2009) dejó la Carta de la OLP sin cambios desde 1968”.

¿Se va comprendiendo la necesidad de reconocer a Israel como Estado Judío (en tanto derecho de auto-determinación del Pueblo judío) como una condición sine qua non para firmar cualquier acuerdo de paz?

En tanto, la introducción de la carta de Fatah finaliza diciendo:

“Larga vida a Palestina, libre y árabe”.

De hecho, en su artículo 7 establece:

“A) El ingreso en el movimiento es el derecho de cada palestino y árabe que posea los requerimientos necesarios…”.

Por su parte, la Carta Fundacional de Hamas – que en su preámbulo afirma que “Israel existirá y seguirá existiendo hasta que el islam lo aniquile, como antes aniquiló a otros” -, en su artículo 11 avisa:

“El Movimiento de Resistencia Islámica considera que la tierra de Palestina es un Waqf islámico consagrado a las futuras generaciones musulmanas hasta el Día del Juicio. Ni a ella, ni ninguna parte de ella… se puede renunciar… Esta es la ley que rige para la tierra de Palestina en la sharía (ley) islámica, e igualmente para todo territorio que los musulmanes hayan conquistado  por la fuerza, porque en los tiempos de las conquistas (islámicas) los musulmanes consagraron aquellos territorios a las generaciones musulmanas hasta el Día del Juicio… Todo procedimiento que contradiga la sharía islámica, en lo que concierne a Palestina, es nulo y sin valor”.

Lo que, al parecer, se ha aceptado como “norma”, es que Israel debe reconocer el derecho a la auto-determinación palestino, es decir, al Estado-nación del pueblo palestino; pero el recorrido inverso es imposible porque los líderes palestinos (y árabes) pretenden para sí lo que hoy es Israel y eso no es óbice para no firmar un acuerdo de “paz”.

El “reconocimiento” de Israel del que hablan los líderes palestinos es la mera constatación de un hecho innegable de la realidad. Pero ese “reconocimiento” no anula las demandas a futuro de los líderes palestinos. De hecho, según el diario The Times of Israel (22/03/2014), Abbas se negó incluso a comprometerse a una cláusula de “finalización del conflicto” en cualquier acuerdo, lo que representaría la terminación de nuevas demandas palestinas a Israel.

Los líderes palestinos no quiere reconocer el derecho a la auto-determinación del Pueblo judío, la soberanía – a cuyo reconocimiento, precisamente, llama la resolución 242 – de la Nación judía. Lo que reclaman para sí, lo niegan para la otra parte. Y los medios, con su silencio, contribuyen a crear o aumentar la imagen de Israel como “obstáculo” para la paz, como “causante” del conflicto.

¿O será que la fórmula dos Estados para dos Pueblos significa, en realidad, un Estado para el pueblo árabe palestino, y un estado vecino transitorio, que eventualmente habría de ser convertido en un Estado para el pueblo árabe palestino? El “plan de fases” mencionado apuntaba en esta dirección, precisamente.

Como sea, el periodismo reproduce y mira para otro lado, como si los hechos ocurrieran en el vacío, en una realidad que comienza y termina en el suceso mismo, sin relación con el pasado, sin relación con otros hechos.

Tampoco genera extrañeza en los medios de comunicación que los estados – y el liderazgo palestino -, que se definen y que son reconocidos como árabes y musulmanes, es decir, como parte de una Nación, de un Pueblo, rechacen reconocer al único Estado Judío (en su sentido más amplio: como hogar del Pueblo y Nación judíos).

Al parecer, la extrañeza está reservada para un único país…

¿Cómo se atreve Israel a exigir ser reconocido como Estado soberano de un Pueblo, de una Nación?

Estados árabes y musulmanes

La Ley Básica de Gobierno de Arabia Saudí dice:

“Artículo 1: El Reino de Arabia Saudí es un Estado Islámico soberano. Su religión es el Islam. Su constitución es el Libro de Dios Todopoderoso, el Sagrado Corán, la Sunna del Profeta…”.

Un país donde, por ejemplo, el culto público de cualquier religión diferente al Islam está prohibido. Human Rights Watch señalaba:

“‘Las autoridades saudíes han roto sus promesas de respetar otras religiones’, […]. ‘Hombres y mujeres de otras religiones tienen nada para adorar en Arabia Saudita si ni siquiera sus hogares privados ya no son seguras’”.

Por su parte, la Constitución de Jordania – que aunque se dice árabe, se niega a integrar a los “refugiados palestinos”, también árabes – establece:

“Artículo 1: El Reino Hachemita de Jordania es un Estado árabe soberano e independiente… El pueblo de Jordania forma parte de la Nación árabe

Artículo 2: El Islam es la religión del estado…”.

Además, y según indica James Emanuel (Discriminatory Nationality Laws in Jordan and Their Effect on Mixed Refugee Families), la lista de precios de las Tasas de la Regulación de Permisos de Trabajo refleja una preferencia por los trabajadores árabes, exigiéndoles pagar tasas más bajas que las de las contrapartes no-árabes.

En el caso de Siria, en la introducción de su Constitución declara que:

“La República Árabe Siria está orgullosa de su identidad árabe y del hecho de su pueblo sea una parte integral de la Nación árabe”.

En tanto que, en el artículo 3, dispone:

“La religión del Presidente de la República es el Islam; la jurisprudencia islámica será la fuente principal de legislación…”.

Entonces, ¿no puede haber presidentes laicos, cristianos, coptos, judíos, budistas, etcétera?

Por su parte, los Emiratos Árabes Unidos disponen en su Constitución que:

“Artículo 6: La Unión es parte de la Gran Nación árabe, a la que está unida por lazos de religión, lengua, historia y destino común. Los ciudadanos de la Unión son un pueblo, y una parte de la Nación Árabe.

Artículo 7: El islam es la religión de la Unión. La Sharía islámica será la fuente principal de legislación de la Unión…”.

En la misma región, la Constitución de Catar estipula:

“Artículo 1: Catar es un estado árabe soberano e independiente. Su religión es el islam y la sharía será una fuente primordial en su legislación… El pueblo de Catar es parte de la Nación árabe”.

También Kuwait es, según indica su Constitución, un “Estado árabe independiente y soberano”, y su gente forma parte de la “Nación árabe”. Lo mismo que Bahrein.

La Carta Magna de Omán, casi una reiteración de todas las anteriores, dice, en su primer artículo:

“El Sultanato de Omán es un estado árabe independiente, islámico y totalmente soberano…”.

Igualmente la carta de Yemen determina que “ el Pueblo yemení es parte de la Nación árabe y del mundo islámico”.

Mientras que la Constitución de Egipto indica:

“Artículo 1: La República Árabe de Egipto es un estado con un sistema democrático, basado en la ciudadanía, y el Islam es la religión del estado…”.

También en el norte de África, la Constitución argelina dice en su preámbulo que sus valores y los componentes fundamentales de su identidad, son el Islam, la “arabidad”, “siendo parte de la Tierra del Islam, una parte integral del Gran Maghreb, una tierra árabe”.
Y, ¿cómo se sentirán las minorías judía, musulmana o protestante en Argentina, un país que, según el artículo 2º de su Constitución declara que “el Gobierno federal sostiene el culto católico,apostólico, romano”.
¿Debe el país americano modificar su Constitución para no “atentar contra los derechos” de sus minorías religiosas? ¿Debe el mundo escandalizarse?
Acaso, las cuotas de indignación y escándalo se reserven para el instante en que un país, un Estado en concreto, pretenda que se reconozcan sus derechos tal y como son reconocidos el de los otros países.

Quizás la lógica sea un lujo innecesario cuando la crónica a redactar incluye, como actor, a Israel.

Un razonamiento que dice que Israel debe realizar todo lo que ningún país en su sano juicio haría, lo que ningún país le exigiría a otro – excepto, claro está, en este caso -: por ejemplo, liberar terroristas y asesinos de civiles convictos como “gesto de buena voluntad”; renunciar a que en un acuerdo de paz se reconozca su identidad y su soberanía como Pueblo y como Nación. En definitiva, actuar como el agresor derrotado en una guerra, justamente lo contrario de lo que dicen los hechos, de lo que relata la Historia: el conflicto es consecuencia de la agresión árabe.

El Dr. en Ciencias Políticas Avi Beker apuntaba:

El representante del Alto Comité Árabe, Jamal Husseini le manifestó al Consejo de Seguridad de la ONU, el 16 de abril de1948: ‘El representante de la Agencia Judía nos dijo ayer que ellos no eran los atacantes, que los árabes habían iniciado los enfrentamientos. No negamos esto. Le dijimos a todo el mundo que pelearíamos’”.

Y en otro pasaje de su artículo, señalaba:

“El día que Israel declaró su independencia, el secretario general de la Liga Árabe, Abdul Rahman Azzam Pasha declaró una guerra santa. Dijo: ‘Esta será una guerra de exterminio y una masacre trascendental…’”.

http://revistamo.org/article/israel_el_estado_jud%C3%ADo.asp

 
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