En el Monte Sinaí, Di-s le comunica a Moshe las leyes del año sabático. Cada séptimo año, todo el trabajo en la tierra debe cesar, y su producto debe ser dejado libre para que lo tomen todos, tanto seres humanos como animales.
Siete ciclos sabáticos son seguidos por un quincuagésimo año, el año de jubileo, en el cual también cesa el trabajo en la tierra, todos los sirvientes son enviados libres y las propiedades ancestrales en la Tierra Santa vuelven a la posesión de sus propietarios originales.
Behar también contiene leyes adicionales que gobiernan la venta de tierras, y las prohibiciones contra el fraude y la usura.
LA PROPIEDAD DE LA TIERRA
El concepto de venta de la tierra que aparece en la Torá no tiene nada en común con lo que nosotros conocemos como una operación de compra-venta.
En realidad el comprador compraba y el vendedor vendía… cosechas. Se calculaba el producto anual del campo y eso marcaba el precio, pudiendo el comprador recuperar su propiedad mediante el pago de la diferencia entre las cosechas ya obtenidas y las cosechas futuras.
Generalmente la venta se efectuaba en caso de necesidad, y el propietario original, en el año del jubileo recuperaba su campo gratuitamente.
¿Cuál era el motivo de este procedimiento? La respuesta la encontramos en el Libro de Salmos (115:16): “Los cielos son de Di-s y la tierra la dio al hombre”. La tierra fue dada al hombre para que la trabaje y viva de su producto, pero sigue siendo propiedad del Creador, Quien en cierto modo nos la da en arriendo para sustentarnos, pero sigue siendo el verdadero y único propietario de la misma.
¿Capitalista o Comunista?
Por Yossy Goldman
Karl Marx pudo haber sido el pionero, pero muchos otros judíos también se involucraron en la lucha por el comunismo, particularmente en los primeros días de la revolución rusa. Personalmente no creo que debamos disculparnos por este fenómeno. Habiendo sufrido en forma insoportable bajo sucesivos regímenes opresores, muchos de esos activistas políticos pensaron genuinamente que el comunismo sería mejor para el pueblo que la corrupción zarista. Su sentido del idealismo alimentó las esperanzas de una vida mejor y un futuro más equitativo para todos. En los papeles el comunismo era una buena idea. El hecho de que fracasó —y que los nuevos líderes superaron la opresión de sus predecesores —refleja las personalidades involucradas tanto como el sistema que promovieron.
¿Cuál es el sistema económico judío? ¿Hay alguno? Yo lo describiría como «capitalismo con conciencia». Promoviendo la libre empresa, la Torá es claramente capitalista. Pero es un capitalismo condicional, y ciertamente un capitalismo compasivo.
Winston Churchill dijo una vez «El vicio inherente del capitalismo es el compartir desigualmente las bendiciones. El vicio inherente del comunismo es el compartir igualmente las miserias». Por lo tanto el judaísmo introdujo un sistema de mercado libre en el que el compartir las bendiciones no queda librado a la casualidad o a los buenos deseos, sino que es un mandamiento. Nuestra Parashá nos da un ejemplo clásico.
Shemitá, el año sabático, fue designado para permitir que la tierra descanse y se regenere. Durante seis años la tierra debe ser trabajada, pero en el séptimo año debe descansar y permanecer en barbecho. El ciclo agrícola en la Tierra Santa impone estrictas leyes y regulaciones sobre el propietario de la tierra. No sembrar, no podar, ningún trabajo agrícola, cualquiera que sea, en el séptimo año —y todo lo que crece solo debe ser «sin dueño» y puede ser tomado por todos. El propietario puede tomar algo, pero también sus trabajadores, amigos y vecinos. El propietario de la tierra, en su propia tierra, no tiene más derechos que el extranjero. Durante seis años ustedes poseen la propiedad, pero en el séptimo año no disfrutan de derechos especiales.
Este es uno de los muchos ejemplos del «capitalismo con conciencia» del judaísmo. Hay legisladas muchas otras obligaciones hacia los pobres —no agregados opcionales, no recomendaciones piadosas, sino claramente mandatarias contribuciones para los menos afortunados. El diezmo del diez por ciento, como también la obligación de dejar sin cosechar para los pobres los rincones del campo de uno, las gavillas y racimos olvidados son todo parte del sistema de capitalismo compasivo.
Por lo tanto el judaísmo presenta un sistema económico que conlleva lo mejor de ambos mundos —las ventajas de un libre mercado que permite la expresión personal y el éxito relacionados con el trabajo duro sin las desventajas de la codicia corporativa. Si la tierra pertenece a Di-s, entonces no tenemos la propiedad exclusiva sobre ella. Di-s derrama Sus bendiciones sobre nosotros, pero, claramente, el trato es que debemos compartir. Sin la ley de la Torá, el capitalismo fracasa. La ambición desmedida y la codicia de dinero y poder llevan a monopolios y conglomerados que no dejan lugar para el otro y amplían la brecha entre los que tienen y los que no tienen. El año sabático es una de las comprobaciones y balances que mantienen nuestro capitalismo kosher y bueno.
Algunas personas son demasiado amantes de los negocios. Todo es medido y exacto. Negocios son negocios. Si te invito para Shabat, no repetiré la invitación hasta que me la devuelvas primero. Si le das $50 a mi hijo para su Bar Mitzvá, entonces eso es exactamente lo que daré a tu hijo. Debemos ser más suaves, más flexibles, no tan duros, inflexibles y amantes de los negocios. Por supuesto, sean capitalistas, pero capitalistas kosher. Lo que una persona «vale» financieramente debe ser irrelevante para el respeto que deben darle. Mantengan las tradicionales características judías de bondad, compasión, tzedaká y jesed, generosidad de espíritu, corazón —y bolsillo.
Que ganen grandes cantidades de dinero y animen a Di-s a seguir bañándolos de bendiciones al compartir generosamente con otros. (Extraído de www.es.chabad.org)
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