Este fin de semana los judíos del mundo hacen un alto en su cuenta bíblica del Omer, el tiempo entre Pésaj y Shavuot, dos de las tres fiestas judías de peregrinación en tiempos bíblicos al Templo de Jerusalén, para conmemorar una serie de hechos que ocurrieron en el siglo II de la Era Común, con el trasfondo de la lucha de los habitantes de Judea (los judíos) contra el ocupante romano. La revuelta tuvo líderes espirituales (rabi Akiva y rabi Shimón Bar Yojai) y militares (Shimón Bar Kojba), pero fue ferozmente aplastada por los romanos.
En realidad, el día 33 (LaG, en numeración hebrea) en dicha cuenta tendría que ser la fiesta identificadora palestina, porque la ira que la rebeldía de la periférica provincia despertó en el emperador romano Adriano fue tal, que decidió borrar su nombre, inventando el de Palaestina (que en árabe se pronuncia Falestina) en honor a los antiguos y desde hace mucho desaparecidos enemigos de los judíos, los filisteos (Philistea, en latín), cuya huella más perdurable fue la de alumbrar al aterrador Goliat y a la traidora Dalila.
Asombrosamente, las crónicas (como las del romano Dion Casio, y los hallazgos arqueológicos lo respaldan) hablan de una guerra en la que los judíos combatieron junto a los sirios y derrotaron a la Legión XXII. Para la represalia se convocaron 11 legiones que no sólo aniquilaron a los combatientes sino que prosiguieron arrasando 50 ciudades fortificadas y 985 aldeas, causando la muerte de unos 580 mil judíos y la venta de cientos de miles de ellos como esclavos por todo el imperio. Adriano prohibió la Torá, el calendario hebreo, la circuncisión, el shabat, ejecutó a los estudiosos y eruditos, quemó los rollos sagrados en una ceremonia en el Templo donde instaló una estatua del dios romano Júpiter y otra suya, y sobre las cenizas de Jerusalén fundó la ciudad de Aelia Capitolina, prohibiendo a los judíos entrar en ella.
Palestina fue desde entonces (y por 17 siglos) una subprovincia dependiente de Siria. El nombre de Aelia Capitolina cayó en el olvido cuando en el siglo VII la ciudad (heredada por el imperio bizantino) fue conquistada por los árabes y rebautizada Al Quds (como es lógico, años después de escribirse el Corán, por lo que no aparece mencionada allí en ningún momento). Tampoco los cruzados cristianos que acudieron a partir del siglo XI a su reconquista recuperaron el nombre original de Judea y prefirieron rebautizarla Tierra Santa, aunque sí que volvieron a llamar Jerusalén a la ciudad que con ese nombre aparece mencionada 767 veces en el Antiguo Testamento.
A pesar de la aplastante derrota seguiremos conmemorando Lag B’Omer como símbolo de resistencia, aunque más tendrían que festejar los que para basar su identidad necesitan falsear nombres y reescribir la historia según sus intereses.
LA UMBANDA como EL ESPIRITISMO abominan la intolerancia religiosa