Después del frustrante papado de Pío XII, sucesor -y continuador ideológico- del pro fascista Papa Pío XI, los judíos nos vimos sorprendidos del cambio fundamental de actitud de su sucesor, el Papa Juan XXIII, que revolucionó las relaciones de la Iglesia Católica para con el judaísmo y marcó un hito que señaló el nuevo camino que habrán de transitar todas las facciones cristianas, y que parecía haber cerrado el camino de odio andado hasta ese entonces.
A Juan XXIII le sucedió Pablo VI, que en ese sentido prefirió mantener una actitud ambigua y nos hizo pensar que ese camino no estaba cerrado, ni herméticamente, ni definitivamente. Pero entonces apareció la figura de Juan Pablo II, que continuó la obra del Papa Bueno, no ya en el orden espiritual, sino en el de las relaciones mutuas.
Acerca de ellos escribió Julián Schvindlerman: “Juan XXIII revolucionó las relaciones religiosas entre católicos y judíos; Juan Pablo II revolucionó las relaciones diplomáticas entre la Santa Sede y el estado judío. El legado individual de cada uno de ellos en las relaciones interreligiosas es notable. En conjunto, es monumental».
«Durante los años de la Shoá, Angelo Roncalli fue nuncio en Estambul, desde donde trabajó denodadamente en favor de salvar a los judíos perseguidos por los nazis. Ya como Sumo Pontífice, compuso una plegaria en la que expresaba remordimiento por las legendarias difamaciones antijudías de la Iglesia y, en una ocasión memorable, saludó espontánea y cálidamente a un grupo de feligreses hebreos al verlos salir de la sinagoga en Roma. Pero su contribución más fundamental en el plano interreligioso fue la convocatoria del Concilio Vaticano II (1962-1965), cuya declaración Nostra Aetate marcó un punto de inflexión en los vínculos entre católicos y judíos, y sus repercusiones positivas se sienten todavía».
«Juan Pablo II fue el primer papa en visitar Auschwitz (1979), el primero en ingresar en una sinagoga (1986) y quien entabló relaciones diplomáticas entre Roma y Jerusalén (1993). Al reconocer diplomáticamente al estado judío, Juan Pablo II normalizó las relaciones largamente postergadas entre la Santa Sede y el estado de Israel. Luego se convirtió en el primer pontífice en ir, con el inicio del nuevo milenio, a Yad Vashem (el Museo del Holocausto de Israel) y en rezar en el Muro de los Lamentos. La imagen del papa ante sus imponentes piedras blancas se erigió en la representación visual más destacada de la nueva era en las relaciones entre la grey católica y la judía».
Benedicto XVI, el continuador de Juan Pablo II, tal vez haya continuado su política de acercamiento, pero no parece que lo haya hecho con sincera convicción, e incluso revocó algunas decisiones del Concilio Vaticano II que hacían a las buenas relaciones entre las dos religiones.
Ahora hay un nuevo papa, Francisco, que ya demostró como Cardenal Primado de Argentina, sus sentimientos de amistad hacia el pueblo judío, y que visitará nuestra zona entre el 24 y el 26 de mayo.
Y nosotros lo esperamos. Lo esperamos con grandes esperanzas, porque sentimos que su personalidad ha de amalgamar las virtudes que desarrollaron sus dos grandes predecesores. Lo esperamos porque deseamos que abra los archivos del Holocausto tan celosamente guardados por los intereses creados de los elementos más cerrados de la curia vaticana. Lo esperamos porque queremos que vaya más lejos aun que esos dos grandes papas. Lo esperamos como se espera a un hacedor de historia. Lo esperamos porque sabemos de su espíritu ecuménico y sus buenas intenciones. Pero recordamos que los hombres pasan a la historia por sus hechos y no por sus intenciones. Esperamos a Francisco porque nos va a visitar, pero sobre todo por lo que promete hacer. Esta es nuestra verdadera espera.
¡Bienvenido, Papa Francisco!
Yo creo en el ecumenismo
eu acredito em ecumenismo