“La educación judía, el fortalecimiento de la conexión con nuestras raíces judías y la consciencia de las tradiciones judías, esos deberían ser los objetivos singulares universales que tienen precedencia sobre cualquier otro esfuerzo nacional”.
Mi primera conexión con el Rebe fue poco después de la muerte de mi hijo, cuando recibí de él una cálida y conmovedora carta de condolencia[1], entregada en nuestra casa por la gente de Jabad.
Me encontré por primera vez cara a cara con el Rebe en los comienzos del año ‘68. Eran los días de la Guerra de Desgaste contra los egipcios en el Canal de Suez. Habían debates acalorados en el Comando General sobre la forma en que la guerra se estaba conduciendo y el despliegue de tropas. Yo insistí en una defensa móvil, que evitaría la innecesaria sangría de nuestros soldados desplegados a lo largo del canal. Entre los generales en el Comando General sólo el General Israel Tal y yo nos oponíamos al método de la defensa fija. El resultado: fui enviado a un largo período de servicio fuera del país, hasta que se decidiera mi futuro en el ejército…
Mis viajes alrededor del mundo me llevaron a los Estados Unidos y a mi primer encuentro con el Rebe, que fue seguido por muchos encuentros subsecuentes a lo largo de los años. Recuerdo nuestro primer encuentro. Sus ojos grises penetrantes y el increíble conocimiento que exhibía en los asuntos globales dejaron una impresión especialmente fuerte en mi.
Estaba particularmente impresionado por su tremendo conocimiento y profundo entendimiento de asuntos estratégicos y militares. Recuerdo sus conversaciones y cartas a mi sobre el tema de la defensa estratégica de Israel en el Sinaí, un asunto que me preocupaba profundamente en el momento, incluso antes de la Guerra de Iom Kipur.
El Rebe comparó la linea de fortificaciones a lo largo del Canal de Suez, la linea Bar-Lev, con la linea Maginot que los franceses construyeron antes de la Segunda Guerra Mundial como defensa contra una invasión alemana. El Rebe predijo, no por profecía, sino por un análisis racional de los hechos fríos, que la linea Bar-Lev sería inefectiva y a la postre resultaría en un gran desastre para Israel.
Del mismo modo, reaccionó severamente, y con grave preocupación, al hecho de que Israel no reaccionara a la más seria violación egipcia del cese al fuego, en la misma primera noche después que entró en efecto, que finalizó la Guerra de Desgaste. En Agosto de 1970, los egipcios avanzaron sus baterías de misiles Tierra-Aire a los bancos del Canal de Suez, en flagrante violación del acuerdo de cese al fuego. De hecho, esas baterías de misiles evitaron que la Fuerza Aérea Israelí perturbara y detuviera el cruce del canal por los ejércitos egipcios en las primeras etapas de la Guerra de Iom Kipur.
Recuerdo bien la postura enérgica y firme del Rebe, primariamente desde una perspectiva de seguridad, contra entregar territorios de la Tierra de Israel, e incluso expresar la voluntad de entregar esos territorios. Indicó los riesgos de seguridad en la entrega de territorios. Estaba especialmente opuesto, luego de las reuniones de Camp David, a entregar la Península del Sinaí a Egipto. Sus argumentos estaban basados en análisis estratégicos realistas, que ponían en duda la disposición de los árabes en general, y de los egipcios de particular, de aceptar verdaderamente la existencia de una estado judío independiente. La “guerra fría” que tenemos ahora con los egipcios, la amenaza presentada por un ejército egipcio muy fortalecido por armas occidentales de avanzada, la hostilidad y el incitamiento en la prensa egipcia y el currículum de las escuelas, esas tendencias el Rebe las previó correctamente más de 20 años atrás, en pleno auge de la euforia de paz en Israel, cuando las figuras públicas y los comentaristas en Israel hablaban unánimemente sobre la “revolución histórica” en las relaciones Israelíes-Arabes.
El hilo conductor a través del pensamiento estratégico del Rebe fue siempre su preocupación por la continuidad del pueblo judío. Recuerdo una conversación que tuve con él, en su momento, con respecto a la apertura de las puertas de la Unión Soviética a la emigración judía a Israel. Le dije al Rebe que, en mi opinión, quizás deberíamos aumentar la presión sobre los soviéticos, que los judíos alrededor del mundo, y en Israel, deberían ser más activos en aplicar presión para avanzar la apertura de fronteras. Recuerdo lo que me dijo en este aspecto. El Rebe dijo que el cree que el día no está lejos en que las puertas se abran; pero en el mismo suspiro agregó que si no actuamos para fomentar la educación judía y promover la conexión con el Judaísmo entre los judíos dentro de la Unión Soviética, entonces incluso cuando las puertas se abrieran, ¡no se lograría nada! El Rebe era firme: la educación judía, el fortalecimiento de la conexión con nuestras raíces judías y la consciencia de las tradiciones judías, esos deberían ser los objetivos singulares universales que tienen precedencia sobre cualquier otro esfuerzo nacional. En todas nuestras discusiones y encuentros esclarecedores, el asunto primario era siempre su preocupación por el futuro, destino, honor e integridad del pueblo judío.
El Rebe era muy cuidadoso de no tomar partido en asuntos que eran controversiales dentro de la comunidad judía, como el asentamiento de jasidim de Jabad en la Ciudad Vieja de Jerusalem, en Hebrón, y en Judea y Samaria, a pesar de que muchos de sus seguidores se establecieron en esas áreas. Me escribió que le parecía que el gobierno israelí no estaba interesado en ver asentamientos judíos en esas áreas. Pero así como era cuidadoso con respecto a asuntos controversiales, también estaba determinado y era incansable en su trabajo de profundizar y ampliar la educación judía entre los jóvenes a lo largo del mundo: enviando maestros a virtualmente todo lugar de la tierra donde vivieran judíos, abriendo escuelas judías en Rusia, África del Norte, América del Sur y Central, y a lo largo de Estados Unidos. Su singularidad era que llevaba a la práctica lo que predicaba.
Fui claramente privilegiado de encontrarme con, y conocer de cerca, a una personalidad aclamada como el Rebe: un sabio único en la sabiduría de Israel, pero también un estratega con visión de futuro, cuyo foco era garantizar la existencia continua y seguridad del pueblo judío, dondequiera que se encuentren.
En el Rebe, la sabiduría antigua de Israel y un entendimiento penetrante de los asuntos de seguridad que confrontan al pueblo judío se fusionaron en una personalidad única. “He aprendido mucho de mis maestros,” dicen nuestros sabios, pero yo aprendí sobre todo del Rebe, quien además de enseñarme muchas lecciones en la sabiduría de Israel también me enseñó una lección esclarecedora sobre la seguridad del pueblo judío y como deberíamos actuar para asegurar que “la eternidad de Israel no vacile.”
En estos días de confusión y descorazonamiento entre el público en general, y particularmente muchos de nuestro pueblo, la sabiduría política y visión estratégica del Rebe, junto con todas sus otras enseñanzas, son un manantial de aguas vivas: original y revelador en el desierto intelectual que caracteriza la era presente.
[1]Vea traducción inglesa aquí: http://www.chabad.org/327408
Att. Semanario hebreo. Uruguay
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