La guerra es una de las mayores plagas que han azotado a la humanidad a lo largo de toda su historia. Desde los enfrentamientos entre tribus prehistóricas por los terrenos de caza hasta las guerras ideológicas actuales. Pasando por las guerras de conquista, las guerras religiosas y las guerras civiles.
La suerte de los vencidos era terrible: la muerte o la esclavitud. También las poblaciones sufrían las consecuencias por las violaciones, saqueos, epidemias, hambre.
A fines del siglo XIX y durante la primera mitad del siglo XX se fueron estableciendo normas con el fin de “humanizar” (valga el término) los conflictos bélicos. Estas normas se refieren al trato a prisioneros de guerra, respeto hacia el personal, vehículos e instalaciones que lleven el emblema de la Cruz Roja o cualquier otra organización relacionada con la misma, respeto a individuos de países neutrales, respeto y protección de la población civil, etc.
Para imponer el cumplimiento de estas leyes las Naciones Unidas han establecido organismos de control (como la desacreditada Comisión de Derechos Humanos) y judiciales, la Corte Internacional de Justicia, tribunal que juzga casos de crímenes de guerra, en base a leyes establecidas tras los Juicios de Nüremberg y con poder para condenar a penas de prisión a los hallados culpables por este tribunal.
Estas leyes se aplican a ejércitos que se enfrentan en el campo de batalla, pero ¿qué ocurre cuando un ejército se enfrenta a una organización terrorista militarizada y fanatizada? ¿Cómo debe actuar un ejército que quiere defender a su población civil de ataques misilísticos por parte de esa organización, que dispara desde viviendas, escuelas, campos de juego, hospitales y mezquitas? ¿Cómo evitar el daño a civiles del otro lado sin descuidar la seguridad de sus propios ciudadanos?
Y ese es el dilema que enfrenta Israel en estos momentos. Hamas lanza sus misiles desde Gaza hacia ciudades israelíes en forma indiscriminada. Y las lanzaderas están dentro de centros poblados, por lo que si se quiere destruirlas es inevitable matar civiles.
Cierto que Israel toma todos los recaudos posibles: volantes llamando a evacuar, llamadas telefónicas, lanzamiento de proyectiles con muy bajo poder explosivo. Pero Hamas, que tiene cautiva a la población gazatí, no permite que los civiles evacuen, los usan como escudos humanos, envían a los niños a jugar a la playa en medio de un bombardeo. Y las bajas civiles se acumulan, y las imágenes de los niños ensangrentados llenan los medios.
Ya se habla de investigar a Israel, ya se habla de llevarlo a la Corte Internacional.
Yo le pregunto al Sr. Ban Kee Moon, al Sr. Obama, a la Sra. Pillay y a tantos otros que critican a Israel por su accionar en Gaza: ¿Cómo defender a los civiles israelíes sin dañar a los escudos humanos de Hamas? ¿Cómo llevar a cabo una guerra humana contra un enemigo inhumano?
Los Hamas son demonios con rostros humanos!