Los últimos y desgraciados sucesos en Jerusalem me han hecho evocar la figura del popular Rehavam, Gandhi para sus amigos. Cuyo asesinato en manos de terroristas palestinos fue uno de los momentos más tristes de las últimas dos décadas en Israel. Fue él quien pronunció la palabra prohibida para la izquierda y la derecha más conciliadora: transfer. Desde tiempo inmemorial en el Oriente Medio se han hecho transferencias y desplazamientos de población, y los mismos judíos fueron enviados a Babilonia, hecho desgarrador que reflejan bien los Salmos. A los ojos del general Ze’evi transfer quería decir: ¡empujar, deportar a los palestinos a Jordania y a otros lugares! Simplemente fuera, lo más lejos posible de Israel. Tú no me quieres a mí aquí, pues entonces yo tampoco te quiero a ti.
Nada de buenas maneras, al exilio para siempre. Desde luego que una solución tan drástica no gustaba más que a unos pocos exaltados, pero hoy en día los palestinos se están buscando un escarmiento de ese porte, un castigo colectivo aún más grande que lo que ellos denominan la ocupación. Los problemas diplomáticos y de otra naturaleza que provocaría tal medida, descomunal por su porte y significado, serían enormes, pero tarde o temprano volverá a plantearse una y otra vez simplemente ¡porque que eso es lo que los palestinos quieren hacer con nosotros los judíos!
Cada uno de los recientes atentados en Jerusalén con sus trágicos desenlaces prepara planes aún más drásticos y duros, no todos visibles. La guerra del 1948 no terminó, el odio que alberga el corazón árabe no ha hecho más que incrementarse, y eso nos aleja de la solución de dos estados a pasos agigantados, a pesar de la voluntariosa carta de los oficiales israelíes urgiendo al gobierno a buscar una rápida salida política al conflicto, a pesar de las bien intencionadas palabras de Peres, un nonagenario cándido y soñador que hubiese hecho reír al griego Heráclito de Éfeso y sonrojarse a los Macabeos. A Heráclito, porque creía que no hay guerra sin paz ni paz sin guerra.
Son dos caras de la misma moneda. Al revés que Kant, que soñó con una paz perpetua y absoluta, pero ni siquiera en el mundo astronómico eso es posible: hay colisiones, estallidos, choques, entropías, etc. En cuanto a los Macabeos, se dieron cuenta de que debían luchar por su independencia o morían. Esa es la tragedia, ese el drama en el que nos movemos y cuya urdimbre está hecha del odio irredento de los palestinos y musulmanes por los judíos y de la, a ratos buena, muy buena o excelente actitud de los israelíes hacia ellos. En realidad Rehavam Ze’evi fue la aguja en el pajar, un pensador en voz alta cuyos planes para llevar a cabo el transfer desconozco.
Leo en su noble rostro, en las fotos que guardan su perfil, una cara tallada a fuego por el dolor y el orgullo, amén de un rictus de preocupación. Que el cielo no se olvide de él y que los israelíes puedan rescatar lo mejor de su ideario, por duro y atrevido que sea. En épocas extremistas hay que pensar, tal vez, en soluciones extremas. Si no te aman haz lo posible porque, al menos, te respeten y teman. Si no te aman no pierdas el tiempo en explicaciones.
EXCELENTE >>>>>