En 2015 se cumplen cien años del Genocidio Armenio. Entre 1915 y 1918, unos 600.000 armenios del Imperio otomano –algunos estudios elevan la cifra hasta el millón ochocientos mil- fueron exterminados en el marco de una política diseñada para hacerlos desaparecer dela faz de la tierra. No se trataba de acabar solo con las comunidades sino también con la memoria de su presencia y los restos históricos que la demostrasen. Los cristianos armenios –al igual que los griegos y los caldeos- sufrieron arrestos, ejecuciones masivas, deportaciones y marchas extenuantes por el desierto cuya finalidad era matarlos. Se los condujo en trenes a los lugares donde iban a morir. Los soldados armenios del ejército turco fueron desarmados primero y ejecutados después. A mujeres, niños y ancianos se les reservó el mismo destino que a los hombres en edad de combatir. La destrucción de los cristianos de las seis provincias armenias del Imperio –Van, Erzurum, Mamüretulaziz, Bitlis, Diyarbekir y Sivas- había comenzado, sin embargo, antes de 1915. Entre 1894 y 1896, las Matanzas Hamidianas sembraron el terror entre la minoría cristiana del Imperio. En 1909, el escenario de la masacre fueron Adana y otras ciudades y pueblos de Cilicia. Cuando 250 intelectuales armenios fueron detenidos en Constantinopla la noche del 23 al 24 de abril de 1915, el camino a la aniquilación de su comunidad estaba ya trazado. En los días posteriores, los arrestos ascendieron a más de 2.400. Sucesivos episodios de violencia impune durante décadas habían ido jalonando la ruta que llevaba al genocidio. Por supuesto, allí donde pudieron resistir, los armenios combatieron con lo que tuvieron a mano. En algunos sitios como la Montaña de Moisés, inmortalizado por Franz Werffel en su novela “Los cuarenta días de Musa Dagh”, lograron aguantar los ataques turcos de julio a septiembre de 1915 hasta que barcos franceses y británicos pudieron rescatarlos. Hay que recordar también a los musulmanes- muchos de ellos árabes- que se negaron a colaborar con los turcos y que trataron de ayudar a los cristianos; ellos son la prueba de que se podía obrar de otra manera. Sin embargo, la mayoría de los armenios del imperio fueron asesinados y la mayor parte de su memoria borrada para siempre.
Las comunidades cristianas de Oriente Medio siguen viviendo hoy bajo la amenaza del exterminio, la conversión forzada o la ciudadanía de segunda clase con derechos restringidos o simplemente inexistentes. Todo esto persigue la desaparición de las minorías religiosas que viven bajo regímenes teocráticos islámicos. La comunidad cristiana de Irak lleva soportando años de secuestros, atentados, asesinatos, amenazas y, en general, violencia dirigida a eliminarla como minoría religiosa. El horror del Estado Islámico y la exterminación de los cristianos y los yazidíes han mostrado a todo el planeta lo que cabe esperar a los cristianos y las demás minorías religiosas oprimidas por los yihadistas.
Sin embargo, no existe solo la violencia sistemática que ejercen los bárbaros del Estado Islámico. Hay otras formas de violencia –la bomba, el asesinato, la amenaza- como las que soportaron los coptos durante el periodo funesto en que los Hermanos Musulmanes gobernaron Egipto. Si alguien creyó que los islamistas garantizarían la seguridad de los cristianos, el gobierno de Morsi demostró que el islamismo es incompatible con el respeto a las minorías y los derechos humanos. Los Hermanos se sirvieron del poder para reconducir las reformas democráticas hacia una teocracia.
En Siria, las esperanzas de un cambio hacia la democracia se han convertido en la desesperación de una guerra civil donde los demócratas han perdido en los dos bandos. A medida que los yihadistas iban secuestrando la oposición a Assad, el presidente construía un frente en el que se han alineado todos los que saben que sus únicas alternativas son resistir o morir. De nuevo, el Estado Islámico ha sido un anticipo de lo que espera a los cristianos en aquellas zonas donde los yihadistas venzan.
La historia del Oriente Medio está condicionada por la coexistencia de minorías y mayorías religiosas –cristianos, y musulmanes, chiíes y sunníes, zoroastrianos, y
zidíes, etc- y por el desafío de construir sociedades democráticas en las que la ciudadanía sea más poderosa que la confesión religiosa o la lealtad tribal. Si los cristianos no pueden vivir seguros en sus propios países –allí donde sus comunidades ya vivían siglos antes del nacimiento del profeta Muhammad- la región entera habrá fracasado y seguirá debatiéndose entre laicos y religiosos, entre razón y fe, entre democracia o teocracia dejando tras de sí una pila de cadáveres.
El mundo no puede presenciar impasible una vez más la destrucción de los cristianos. Nadie fue a la guerra para proteger a los armenios. Las movilizaciones en los Estados Unidos sirvieron para crear una masa crítica que organizó envíos de ayuda humanitaria pero no impidió el exterminio. No subestimo su importancia. Conocemos lo que sucedió gracias al testimonio de misioneros y diplomáticos. Me limito a subrayar que la salvación a largo plazo de una comunidad no estriba solo en la ayuda humanitaria y que ella sola puede ser insuficiente. Temerosos de la población islámica en sus territorios, ni el Imperio británico ni el francés se movilizaron para salvar a los armenios. Sí lo hizo el ruso, con desiguales resultados, en cuyos ejércitos combatían armenios que vivían en el Imperio del Zar. Al final, la República de Armenia, primero sola y después integrada en la URSS, salvó a los armenios.
En el mes de junio del año pasado, mientras el Estado Islámico avanzaba victorioso sobre Irak, el Papa Francisco recordaba con palabras contundentes que “hoy en día hay tantos mártires en la Iglesia, muchos cristianos son perseguidos. Pensemos en el Medio Oriente, los cristianos que deben huir de las persecuciones, los cristianos asesinados por sus perseguidores.” El padre Gabriel Nadaf ha invitado a los jóvenes cristianos de lengua árabe a unirse a las Fuerzas de Defensa de Israel como forma de integrarse en la sociedad en la que viven y de abrazar un proyecto de libertad, democracia, y derechos humanos para todos. Sigue así el modelo de los drusos y los beduinos. En Siria, en Egipto, en El Líbano, en Irak desde luego, las comunidades cristianas ven con preocupación el auge del islamismo, el yihadismo y el terrorismo que los acompaña. Estos bárbaros, que asesinan en nombre de una visión perversa del Islam y matan en nombre de un Dios cuyo Nombre profanan con cada palabra y cada acción, son los enemigos de la dignidad, la libertad, la razón y todo lo que el legado de la civilización judeocristiana representa.
El centenario del Genocidio Armenio, que se conmemora el 24 de abril, impone sobre todos nosotros el deber de recordar y la responsabilidad de que nunca se repita nada así con ningún pueblo, con ninguna comunidad, con ningún grupo religioso.
Por eso, esta primera columna de 2015, pide justicia y ayuda para los cristianos de Oriente Medio.
Segun estimaciones llevadas a cabo, unos 40 000 000 de cristianos habrian perdido la vida de manera violenta, a lo largo del siglo XX en paises de mayoriá musulmana, cifra escalofriante y lo suficientemente elocuente como para comentarse por si sola …
Un genocidio de esta magnitud, pone de manifiesto la «limpieza etnico-religiosa» a la que se vienen librando las huestes de mahoma, desde tiempo inmemoriales, de la cual los judios no quedan ni mucho menos exentos, obligados como estan algunas de sus minorias afincadas en oriente,(Iran, Irak, Siria, Egipto ect…) a emigrar en masa, so pena de exterminio …El islam jamas se ha propuesto «convivir» con las demas religiones abrahamicas, tal como refleja su sangriento historial, un hecho que no desmienten, los contados momentos a lo largo de la historia, en los que estos tres crédos, compartieron espacios comunes, en aparente clima de tolerancia …El fanatismo atávico que singulariza a un numero significativo y creciente de musulmanes, está sin duda en el origen de esa intransigencia homicida, asi como las «súras» de caracter bélico y vengativo, que surcan muchas de las páginas del coran …