Probablemente, la presencia del líder de la Autoridad Palestina, Mahmud Abás, en la marcha de unidad celebrada en París le pareció muy natural a aquéllos cuyo conocimiento de sus actividades se limita a las declaraciones en las que el presidente Obama y el secretario de Estado Kerry lo alaban como campeón de la paz. Pero Abás –a quien se concedió un lugar inusualmente destacado en primera fila de la marcha, al lado del presidente francés François Hollande, equilibrando simétricamente la presencia de al otro lado de éste del primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu– llevó todo un bagaje al evento, por lo que se refiere a su propia asociación con el terrorismo y con la incitación al odio a los judíos. El instinto de los medios de comunicación es celebrar la presencia de Abás en la marcha junto a Netanyahu como una prueba de que éste fue un momento Kumbayá trascendente que supondrá un punto de inflexión en la lucha contra el terrorismo y el antisemitismo. Pero los observadores más sobrios se plantearán la cuestión de si el lamentable historial de Abás en estas cuestiones hace más por minar el progreso que lo que el simbolismo del momento hizo por favorecerlo.
Pese a que la Administración Obama y toda Europa lo consideran un héroe de la paz, su historial personal, así como el de su Gobierno, desmiente esas aseveraciones. Sus críticos presentarán su largo servicio como adlátere del architerrorista Yaser Arafat, así como su tesis doctoral, en la que negaba la veracidad del Holocausto. Pero no tenemos que remontarnos al período anterior a su mandato como presidente de la Autoridad Palestina (un cargo en el que actualmente cumple el décimo de los cuatro años de mandato para los que que fue elegido). Tras asumir el mando de la Autoridad Palestina a la muerte de Arafat, Abás no sólo ha rechazado ofertas de paz y se ha negado a negociar seriamente con Israel, sino que ha afirmado reiteradamente que nunca aceptará la legitimidad de un Estado judío, independientemente de donde se sitúa en las fronteras de éste. Además ha seguido apoyando el derecho de retorno, que es inconsistente con la existencia de Israel, pese a que en ocasiones ha realizado declaraciones a la prensa inglesa e israelí que contradicen lo dicho a su propio pueblo.
Además, en vez de estar unido con el mundo en contra del terrorismo, Abás firmó un pacto de unidad con los terroristas de Hamás el año pasado, una acción que hizo saltar por los aires las conversaciones de paz que el secretario de Estado Kerry trataba de mantener vivas.
Pero incluso aparte de eso, en los últimos meses Abás ha incitado personalmente a su pueblo a cometer actos violentos, dentro de un intento de convencerles falsamente de que las mezquitas del Monte del Templo están en peligro. Las loas del rais a un terrorista que trató de asesinar a un rabino que defendía el derecho de los judíos a orar en el Monte, del que dijo que había ido derecho al Cielo, nos dicen cuanto necesitamos saber sobre la Autoridad Palestina.
Todo ello, por supuesto, además de la constante y machacona incitación contra los judíos e Israel en los medios oficiales de la Autoridad Palestina controlados por Abás. Si los asesinos del Charlie Hebdo y del supermercado kosher hubieran cometido sus acciones en Israel, hay pocas dudas de que Abás los habría honrado dándole su nombre a alguna plaza o edificio. Además, seguro que si hubieran sido capturados vivos tras participar en una acción terrorista, habría expresado su apoyo a la toma de rehenes israelíes para liberarlos en un intercambio de prisioneros, tras lo cual les habría dado la bienvenida como a héroes, como ha hecho con terroristas que cometieron crímenes igual de atroces contra judíos.
Podría decirse, por usar la memorable frase de François de La Rochefoucauld, que la presencia de Abás en la manifestación es un caso típico de hipocresía en el que “el vicio rinde homenaje a la virtud”. Pero cualquier bien que pueda hacer el simbolismo de que Abás estuviera allí nos recuerda también que hará falta algo más que una manifestación, por muy impresionante que haya sido, para derrotar al terrorismo islamista. Lo que Francia y el mundo deben hacer para derrotar al terrorismo es reconocer que el problema no está tanto en los pocos que cometen esas acciones, sino en el amplio número de personas del mundo árabe y musulmán que racionalizan o apoyan semejantes acciones. El progreso no se producirá cuando Mahmud Abás se manifieste en París, sino cuando deje de apoyar al terrorismo en casa. Hasta entonces, invitarlo a eventos como éste no hace más que minar el objetivo de la marcha.
Tratandose de «hipocresia» ¿quien mejor que Abbas?, lider de un partido coaligado con Hamas, y heredero de otro (la OLP) que amparó ente otros, la mantanza de la delegacion israeli, en los juegos olimpicos del 72 en Munich … ¿Donde está la paz en todo ello, como no sea la de «los cementerios»?
¿Donde la coherencia, entre lo que se proclama y lo que tiende subrepticiamente a hacerse?
Desfachatez e hipocresia suelen hermanarse, y nadie mas indicado que éste sujeto para acreditárlo …