Al igual que muchos otros judíos estadounidenses, he tenido serias reservas sobre la decisión del Primer Ministro israelí, Benjamin «Bibi» Netanyahu, de hablar ante el Congreso el 3 de marzo, en contra de los deseos del presidente Barack Obama. Estoy en ese campo de partidarios de Israel que están obsesionados con mantener al hombre más poderoso del mundo tan plenamente del lado de Israel como sea posible. Así que si ese hombre me dice que está descontento con algo que Israel ha hecho, bueno, me llama la atención.
Está claro, según todos los informes, que el presidente Obama está muy descontento con Netanyahu por aceptar la invitación a hablar, del Presidente de la Cámara de Representantes, John Boehner. También es cierto que Obama no expresó ninguna oposición en 2011 cuando se produjo el mismo evento, aunque en circunstancias menos caldeadas. En cualquier caso, si el hombre más poderoso del mundo está molesto por algo, no es permisible el lujo de simplemente encogerse de hombros.
Por otra parte, la reacción negativa de Obama ha colocado a los políticos de su propio partido en la incómoda posición de tener que elegir entre complacerlo y asistir al discurso de Bibi. Esto ha provocado el desagradable escenario de Israel como un asunto partidista, reduciendo aún más la ira contra Bibi.
Agréguese el hecho de que el discurso se pronunciará dos semanas antes de las elecciones en Israel, y la decisión de castigar a Bibi por aceptar la invitación se ha vuelto tan fácil como los ataques a los Kardashians [creo que es una presentadora de televisión] por disminuir nuestro lenguaje cultural. En gran parte del mundo judío en este momento, castigar a Bibi es lo más seguro si se quiere que la gente asienta febrilmente y esté de acuerdo con uno.
Y, sin embargo, aunque he tenido mis problemas con él en los últimos años, no me siento como para unirme al frenesí anti-Bibi. Algo huele a pescado. Es demasiado fácil. Es demasiado perfecto. Es demasiado simple.
Esto es a lo que huele: ¿A qué le tiene Obama tanto miedo? ¿Es posible que tenga miedo de iniciar un vigoroso debate acerca de que su estrategia en relación con Irán sea expuesta como potencialmente perjudicial para los intereses de Estados Unidos o de Israel?
Hay buenas razones para estar preocupado por lo que Obama tiene bajo la manga. Al llamar a un debate nacional, un editorial del Washington Post de la semana pasada lo dejó claro: «A medida que el gobierno de Obama empuja para completar un acuerdo nuclear con Irán, numerosos miembros del Congreso, ex secretarios de Estado y funcionarios de gobiernos aliados están expresando preocupaciones sobre los contornos del acuerdo emergente… Compartimos varias de esas preocupaciones y creemos que se merecen un debate ahora – antes de que los negociadores presenten al mundo un hecho consumado”. Dejemos de lado toda la histeria sobre política y protocolo y de cómo Bibi ha enojado a Obama. Aunque esas cosas nos den que pensar, palidecen en comparación con la cuestión estratégica de cómo Obama trata la amenaza nuclear iraní. Si está a punto de firmar un acuerdo que muchos expertos están de acuerdo en que es malo, ¿no merece un debate nacional?
El editorial señaló tres áreas principales de preocupación:
«En primer lugar, un proceso que se inició con el objetivo de eliminar el potencial de Irán para producir armas nucleares se ha convertido en un plan para tolerar y restringir temporalmente esa capacidad”.
«En segundo lugar, en el curso de las negociaciones, el gobierno de Obama se ha negado a contrarrestar los esfuerzos cada vez más agresivos por parte de Irán para extender su influencia en todo Medio Oriente y parece dispuesto a conceder a Teherán un lugar como potencia regional a expensas de Israel y de otros aliados de Estados Unidos.
«Finalmente, el gobierno de Obama está indicando que tratará de implementar algún acuerdo que lleve a una buena relación con Irán – incluyendo la suspensión de las sanciones que fueron impuestas inicialmente por el Congreso – sin la votación de ninguna de las Cámaras. En su lugar habría un acuerdo que tiene implicaciones de largo alcance para la proliferación nuclear y la seguridad nacional estadounidense, que sería impuesto unilateralmente por un presidente al que le quedan menos de dos años de mandato».
Esas no son preocupaciones tácticas; son preocupaciones estratégicas urgentes con implicaciones globales.
Ahora, póngase en los zapatos de Obama. Está muy ansioso por cerrar un acuerdo con Irán. Ha mantenido sus cartas cerca del chaleco. Sabe que su estrategia es de alto riesgo y discutible. Y sabe que si el primer ministro israelí pronuncia su discurso ante el Congreso, puede encender un acalorado debate sobre la conveniencia de su estrategia.
Así que, ¿qué hace? Como el hombre más poderoso del mundo, hace un gran alboroto acerca de la presentación de Bibi y espera que se apague el debate.
Hasta ahora, en el mundo judío al menos, mayormente ha funcionado. Los judíos están hablando más acerca de Bibi que acerca de Irán. Están hablando más acerca de cancelar el discurso de Bibi que acerca de revertir el programa nuclear de Irán.
Pero tengo la sensación de que ha comenzado una reacción, que un debate acerca de la estrategia de Obama en relación con Irán, finalmente y titubeando, comienza a afianzarse.
Un ensayo seminal de Michael Doran, investigador principal del Instituto Hudson, ha detallado la altamente riesgosa estrategia de permitir que Irán se convierta en lo que Obama ha llamado «una potencia regional muy exitosa». Artículos similares de Walter Russell Mead y Lee Smith han reprendido al presidente en relación a esta gran estrategia. Y cuando una voz poderosa y autorizada como el Washington Post expresa su preocupación por el enfoque del presidente y pide un debate nacional urgente, se sabe que algo pasa.
Con las apuestas tan altas y la fecha límite para un acuerdo tan cerca, es hora de que tengamos este crucial debate. Hasta ahora, la mayor parte del debate ha sido sobre el tema táctico de las sanciones. Ahora, necesitamos un debate más fundamental sobre la estrategia.
El elevado perfil del discurso de Bibi ante el Congreso, el 3 de marzo, asegurará que los problemas y las preocupaciones estratégicas sigan estando en el centro. Eso no es sólo bueno para Israel, también es bueno para Estados Unidos.
http://www.jewishjournal.com/david_suissa/article/why_bibi_should_give_his_speech
Traducido para porisrael.org por José Blumenfeld
Pienso que no es la ocasion ni el momento para que Netaniahu hable en el Congreso; quiero recordar que sobre el peligro de un «Iran nuclear» el ya discurseo dos veces en la ONU ante un recinto semi-vacio (donde se sentaron se sentaron varias decenas de activistas sionistass-norteamericanos para «hacer numero») y asi y todo de nada sirvio, ahora EEUU esta en tratativas directas con Iran y ya es obvio y sabido que permitira un Iran nuclear, limitado pero con capacidad atomica; pienso que Netaniahu se equivoca en su obcecacion de discursear frente al Congreso americano (que tambien estara semi-vacio por la ausencia de los democratas), puede que obtenga algun redito electoral pero causara danos irreparables en la relacion con EEUU.