Yo estaba en la galería de la Cámara cuando el Primer Ministro de Israel, Benjamin Netanyahu, hizo una lógica y convincente crítica del acuerdo ahora sobre la mesa respecto a las ambiciones de Irán de obtener armas nucleares. Presentó una nueva propuesta basada en los hechos que ha desplazado la carga de la persuasión a la Casa Blanca.
Su nueva propuesta es que «si las potencias mundiales no están preparadas para insistir en que Irán cambie su comportamiento antes de que se firme un acuerdo, por lo menos deberían insistir en que Irán cambie su comportamiento antes de que expire el acuerdo». Su argumento es que sin ese requisito, la disposición de los diez años de vigencia allana, en lugar de bloquear, el camino hacia un arsenal nuclear iraní, si Irán continúa exportando terrorismo, intimidando a naciones de la región y pidiendo la exterminación de Israel.
Con lógica que parece irrefutable, Netanyahu ha dicho que la alternativa a este mal acuerdo no es la guerra, sino más bien «un mejor acuerdo que a Israel y sus vecinos podría no gustarles, pero con el que podríamos vivir, literalmente». Netanyahu esbozó luego su condición para un mejor trato: a saber, que antes de que el sol se ponga sobre la prohibición de que Irán desarrolle armas nucleares, los mullahs primero deben cumplir con tres condiciones: dejar de exportar el terrorismo, dejar de inmiscuirse en los asuntos de otros países y dejar de amenazar la existencia de Israel.
Si los mullahs rechazan estas tres razonables condiciones, eso demostrará que no tienen verdadero interés en unirse a la comunidad internacional y seguir sus reglas. Si aceptan estas condiciones, entonces la cláusula de extinción no entrará en funcionamiento automáticamente, sino que requerirá que Irán demuestre una voluntad de jugar con las reglas, antes de que las reglas le permitan desarrollar armas nucleares.
En lugar de atacar al mensajero, como ha hecho la Casa Blanca, la Administración tiene ahora la obligación de meterse con Netanyahu en el mercado de las ideas, en lugar de en una cacofonía de insultos, y responder al argumento de Netanyahu según su mérito. Puede haber respuestas persuasivas, pero aún no las hemos escuchado.
La decisión de aceptar o rechazar un acuerdo con Irán sobre su programa de armas nucleares puede ser el tema de política exterior más importante del siglo XXI. Muchos miembros del Congreso, quizás la mayoría, están de acuerdo con el Primer Ministro de Israel, en lugar de con el Presidente de Estados Unidos sobre esta cuestión. Bajo nuestro sistema de separación de poderes, el Congreso es una rama totalmente co-igual que el gobierno, y ninguna decisión importante del tipo involucrada en este acuerdo debe hacerse por sobre su oposición. Tal vez el Presidente pueda persuadir al Congreso para que apoye este acuerdo, pero debe comprometerse, en lugar de ignorarlos, con nuestros representantes debidamente elegidos por el pueblo.
La Administración y sus partidarios, especialmente los que boicotearon el discurso del Primer Ministro, se centran en la llamada falta de protocolo por medio de la que Netanyahu fue invitado por el Presidente de la Cámara. Imaginemos, sin embargo, el mismo protocolo para un orador que favoreciera en lugar de oponerse al acuerdo actual. La Casa Blanca y sus partidarios estarían dando la bienvenida a un Primer Ministro que apoyó el acuerdo del Presidente, como lo hicieron con el Primer Ministro británico, David Cameron, cuando fue enviado a presionar al Senado a favor de la posición de la Administración. Así que la cuestión de protocolo es en gran medida un pretexto. La Administración está molesta más por el contenido del discurso de Netanyahu que por la manera en la que recibió la invitación.
Este es un tema demasiado importante como para que sea desviado por las formalidades del protocolo. El discurso ha sido pronunciado. Fue un discurso equilibrado que incluyó elogios para el Presidente, para los Demócratas, para el Congreso y para el pueblo estadounidense. El Primer Ministro Netanyahu estuvo en su mejor forma diplomática. En mi opinión, también estuvo en su mejor forma sustantiva al presentar la causa contra la posición negociadora de la Administración con respecto a Irán, especialmente la cláusula de extinción incondicional.
La Administración debe ahora responder a una pregunta fundamental: ¿Por qué permitir que el régimen iraní desarrolle armas nucleares dentro de diez años, si entonces aún seguirán exportando terrorismo, acosando a sus vecinos árabes y amenazando con exterminar a Israel? ¿Por qué no, por lo menos, condicionar cualquier disposición de «puesta de sol» a un cambio en las acciones de este régimen criminal? La respuesta puede ser que no podemos conseguir que acuerden con esta condición. Si ese es el caso, entonces este es realmente un mal acuerdo, que es mucho peor que ningún acuerdo. Sería mucho mejor incrementar las sanciones económicas y otras presiones, en lugar de ponerles fin a cambio de un mero aplazamiento de Irán en obtener un arsenal nuclear.
Puede haber mejores respuestas, pero la pelota está ahora en el campo de Obama para que las proporcione, en lugar de evitar responder a las preguntas razonables de Netanyahu por medio de respuestas irrelevantes sobre «protocolo» y ataques personales contra el mensajero. Israel se merece algo mejor. El mundo se merece algo mejor. El pueblo estadounidense se merece algo mejor. Y el Congreso se merece algo mejor.
Una incondicional cláusula de extinción es una invitación a un Irán que continúa exportando el terrorismo, intimida a los vecinos y amenaza a Israel – pero con un arsenal nuclear aterrorizará al mundo entero. Esto sería «un cambio de juego», para citar las palabras del Presidente Obama de hace varios años, cuando prometió que nunca permitiría que Irán desarrolle armas nucleares. De pronto, «nunca» se ha convertido en «pronto». El Congreso debería insistir en que cualquier disposición que permita a Irán desarrollar armas nucleares después de diez años debe, al menos, estar condicionada a un cambio significativo de la conducta del régimen más peligroso del mundo.
Traducido para porisrael.org por José Blumenfeld
Hay que recordar el año 1967 cuando Gamal Abdel Naser declaró públicamente que se disponía a aniquilar al estado de Israel y movilizó sus tropas y expulsó a la ONU del Sinai. También hay que reconocer que Irán no es Ejipto de Nacer, no es frontera y las armas nucleares no son tanques t55 ni mig’s 21. Pero si hay que reconocer que el poder de fuego de Israel no es el mismo que en 1967, algo que no está siendo tenido en cuenta, como su arsenal de armas tecnológicas.
Al parecer, todavía no hay necesidad de un ataque preventivo, pero si lo hubiera?, en pleno siglo XXI, el mundo lo asumiría, porque hoy la responsabilidad no solo es de EE.UU sino del mundo entero. Una medida preventiva hoy día significaría por lo bajo 80.000 víctimas colaterales y nadie lanza un ataque a medias, verdad?.
Es evidente que la partida no ha llegado a un punto en que tenga que haber ‘ JAKE ‘ o mas bien ‘JAKE_MATE’, Israel no lo quiere ni el mundo tampoco, pero parece que el arco se ha tensado demasiado y eso no es bueno !!
Es asombroso como el mundo impávido escucha las autoridades de Irán proclamar la eliminación de Israel del mapa, como un estado banca impunemente grupos terroristas que atacan en todo el mundo, amenazan al mundo entero con invadirlo, QUE ESTÁ PASANDO ??, en que está el mundo entero entretenido y lo permite, hay una especie de hipnosis o es porque se trata de eliminar Judíos? El mundo olvida a los nazis que comenzaron a eliminar Judíos y siguieron con otros mas y provocaron una catástrofe de 50.000.000 de víctimas, entre ellas 20,000,000 de Rusos?
Algo no está bien, Netanyahu va al congreso a decirles lo que piensa y Barak Hussein Obama comenta que no ha dicho nada nuevo !!!
SEÑORES: A QUE ESTAMOS JUGANDO ???