Desahuciado por sus críticos, que le achacaban una mala gestión de los reclamos domésticos y de la economía, Benjamin Netanyahu resucitó en las urnas tras llevar su discurso a los límites de la extrema derecha, agitar las banderas del miedo y presentarse como baluarte de la resistencia de Israel contra sus enemigos.
Bibi, de 65 años y considerado el más «americano» de los líderes políticos israelíes, desde chico venera a los héroes de Masada, la fortaleza de Herodes donde un puñado de judíos intentó constituir la última línea de defensa al Imperio Romano en el año 74, antes de decidir un suicidio masivo.
El premier en funciones se educó en Estados Unidos cuando su padre, el prestigioso historiador Benzion Netanyahu, se instaló durante dos períodos (1956-1958 y 1963-1967) en ese país por razones laborales.
Tras completar la secundaria, Netanyahu regresó a Israel e ingresó en las Fuerzas de Defensa de Israel (FDI), convirtiéndose en comandante de una de las unidades de la Sayeret Matkal, la fuerza de elite del ejército, durante cinco años. Todavía lejos de la arena política, en 1972 inició la carrera de arquitectura en el Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT, por sus siglas en inglés), que interrumpió en octubre de 1973 para combatir durante 40 días en la Guerra de Yom Kippur.
Finalizados sus estudios de arquitectura, les sumó un título de grado en Ciencias Políticas de la Universidad de Harvard, en 1977. Pero fue un año antes cuando Netanyahu recibió su primer golpe devastador. Durante la operación de rescate de israelíes secuestrados en un avión en el aeropuerto de Entebbe, en Uganda, un comando palestino mató a su hermano Jonathan, comandante de la Sayeret Matkal.
Dinero y contactos, claves para la política, los empezó a hacer entre 1978 y 1982 como representante de RIM en Israel y como director del Jonathan Netanyahu Anti-Terror Institute, tiempo en el que conoció a su padrino político, Moshe Arens, embajador israelí en Washington, que lo llevó a la capital norteamericana como su mano derecha.
El pichón de halcón quería volar y llamaba la atención de los líderes del Likud, Menachem Begin y Yitzhak Shamir, que lo designó embajador ante las Naciones Unidas (1984-1988), una de las plataformas que aceleran las carreras políticas dentro de Israel. En apenas cinco años alcanzó el liderazgo partidario y en 1996, con el país aún en duelo por el asesinato del laborista Yitzhak Rabin, se convirtió en el premier más joven del país.
Desde el poder impulsó la liberalización de la economía, pero desaceleró la instrumentación de los Acuerdos de Oslo con los palestinos, al tiempo que lidiaba con atentados terroristas e investigaciones policiales por supuestos delitos de corrupción nunca probados. Su inexperiencia y nuevos escándalos, en los que estuvo involucrada su mujer, Sarah, expulsaron a Netanyahu del cargo en los comicios de 1999, ganados por Ehud Barak, ex camarada de las Tzahal (acrónimo en hebreo de las FDI).
Después de un año sabático y de la caída del gobierno de Barak, el regreso triunfal de Bibi a la política fue demolido por la irrupción del guerrero Ariel Sharon, otro halcón -ahora con menos plumas- que intentó frenar las ambiciones de Netanyahu primero nombrándolo canciller y luego ministro de Finanzas.
La retirada unilateral de Gaza ordenada en 2005 por Sharon, entonces fuera del Likud y jefe del partido de centro Kadima, le dejó despejado el camino para el retorno, pero cuatro años después y en un escenario dantesco: crisis económica global, Gaza en manos de los islamistas de Hamas, Irán en camino de convertirse en potencia nuclear y un flamante presidente norteamericano que les extendía la mano a los musulmanes, impulsaba la creación de un Estado palestino y rechazaba la extensión de las colonias judías en los territorios ocupados.
A pesar de un breve período de distensión, Netanyahu volvía a la resistencia, empujado por sus aliados de extrema derecha y por la evidente falta de conexión con Barack Obama.
Más operaciones militares en Gaza (2012 y 2014), más asentamientos, menos atención a la Casa Blanca y una respuesta militar jurada a Teherán si no paralizaba su actividad nuclear. Al mismo tiempo, en casa, una brisa de la «primavera árabe» despertó la rebelión juvenil, que con masivas protestas le pedía al premier trabajo y viviendas. Ese llamado de atención se transformó en victoria pírrica en los comicios de 2013, cuando retuvo el poder de la mano de socios nacionalistas que convivían con algunos ministros de izquierda.
Ese matrimonio explotó el año pasado después de críticas al premier por su política intransigente hacia los palestinos, un tema menor para Bibi, atormentado por la traición de Occidente -particularmente de Estados Unidos- a Israel: el avance diplomático con Irán, que limitaría su plan nuclear a cambio del levantamiento de sanciones y de la normalización de las relaciones.
Aunque prometió en campaña que no habría Estado palestino, ayer dio marcha atrás y dijo que apoyaría una solución «duradera y pacífica» de dos Estados.
Después de desafiar nuevamente a Obama en su cara cuando llamó en el recinto del Congreso norteamericano a no negociar con Irán, esta semana los votos fortalecieron al desahuciado Netanyahu, el único premier que liderará cuatro legislaturas -una más que el mítico David Ben Gurion- y seguirá gobernando Israel desde un escritorio dominado por la gigantografía de Masada, la misma que hizo instalar cuando conoció el poder, 19 años atrás
DONDE ESTA LA DIPLOMACIA????ENTRO EN EL JUEGO DE LOS REPUBLICANOS CONTRARIOS A OBAMA.COMO UN CHORLITO