A pesar de que la política interior israelí es muy compleja y que es difícil, en la distancia, conocer los matices, todo el mundo sabe qué se debe votar en Israel, quién es el bueno y quién el malo y quién llevará la paz a la zona. Como ocurre siempre que le ponemos una kipá a la noticia, cualquiera es especialista en esa realidad tan endiablada, es igual que lo suyo sea hacer pan, reparar coches o informar de los deportes. Y, por ende, saben lo que hay que hacer en Israel, aunque del resto del mundo no tengan ni idea. Por supuesto, ayuda mucho la distorsión informativa que sufre el conflicto, la ignorancia supina sobre sus raíces y los tópicos pijoprogres al uso. Pero no deja de ser cansino que cada vez que pasa algo en la zona, aparezca un ejército de opinadores todo a cien lanzando máximas que resultan ser muy mínimas.
Ha sido el caso de las últimas elecciones. El tópico aseguraba dos cosas: una, que Bibi Netanyahu era muy malo para el conflicto, como lo son todos los halcones israelíes; la otra, en inverso, que Isaac Herzog sería una bendición bíblica, porque sólo los laboristas pueden traer la paz. Y, rematando, se aseguraba que si perdía esta oportunidad, todo se complicaría. Pongamos algo de complejidad al simplismo, porque en Israel nada es lo que parece. Primero, ni uno solo de los dirigentes israelíes tiene la paz en su mano, porque la solución del conflicto no pasa por Jerusalén -ni por Ramala-, sino que se juega en la geopolítica, camino de Teherán, Riad, Damasco e incluso el Estado Islámico. Y la prueba histórica es irrefutable: tanto halcones como palomas -ergo, Likud y Laboristas-, han estado igual de cerca e igual de lejos de la paz, y siempre ha sido el otro lado quien ha abortado cualquier opción viable.
De hecho, creer que no hay solución por culpa de los israelíes es una de las muchas mentiras que han cuajado gracias a la prolífica propaganda palestina. Pero lo cierto es que ni uno solo de los dirigentes palestinos han estado cerca, desgraciadamente, de querer cerrar el conflicto.
La famosa idea de Arafat de ser héroe y no presidente, y, además, no olvidemos que el conflicto ha generado una riqueza enorme para los dirigentes palestinos, entre ellos los multimillonarios líderes de Hamas, felizmente asentados en Doha. Lo segundo, es la idea de que los halcones no acercan la paz, lo cual es otro error histórico, desmentido desde Rabin hasta la salida de Gaza de Sharon, pasando por los acuerdos de Begin con Sadat. Otra cosa es el ruido electoral, pero a la hora de la verdad, sean de una opción u otra, todos los líderes israelíes están prestos a sentarse en la mesa de negociación. Estamos, pues, ¿más cerca o más lejos de la paz con el enésimo éxito de Bibi? Ni lo uno, ni lo otro, ni viceversa.
La paz depende de muchas contingencias, y la mayoría de ellas no están en Israel. Israel, a lo mucho, resiste y sobrevive.
¡Qué hermoso! Y aún será mejor para Israel en 1,5 años más, cuando Obama pase a retiro y los países árabes: Yemen, Adén, Túnez, Libia, Siria, Irak terminen de lamerse las heridas infringidas por el EI y Al Kaeda y hagan las paces con Israel. JEV