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| domingo abril 28, 2024

Asad quiere a los drusos como carne de cañón


Los apologistas del régimen de Asad y sus tontos útiles occidentales afirman que es el protector de las minorías. No hay lugar donde resulte tan evidente que eso es una falacia como en el sur de Siria, donde el régimen y sus patronos iraníes están obligando a la comunidad drusa de Suweida a sumarse a una campaña militar antisuní, cuyas posibles consecuencias a largo plazo podrían resultar devastadoras para la comunidad.

La falta de efectivos ha alcanzado un punto crítico para Asad. Él y sus patronos iraníes están tratando desesperadamente de encontrar fuentes de reclutas que puedan sostener a las ruinosas fuerzas del régimen. Además, conforme las posiciones de éste siguen debilitándose en el sur aumenta la amenaza potencial sobre la capital. Por tanto, Asad e Irán han vuelto su mirada a los drusos de la región.

En el último año los soldados drusos, cumpliendo lo que les pedía su comunidad, no hanaccedido a participar en operaciones fuera de las zonas drusas. Unos 27.000 soldados se han negado a presentarse a filas, lo que ha empeorado el problema de falta de efectivos que tiene el régimen. Como éste tiene que esforzarse por lograr que se alisten incluso los alauitas, desea desesperadamente echar mano de los soldados drusos. Ha recurrido a imponer castigos a la comunidad retirando armamento pesado del distrito y amenazando a los drusos con abandonarlos a su suerte frente a cualquier posible ataque del Estado Islámico procedente del noreste.

Un incidente ocurrido hace unas semanas en el norte de Siria ha brindado al régimen una valiosa munición para su propaganda. Cuando integrantes del Frente al Nusra, encabezados por un comandante tunecino, asesinaron a más de 20 drusos en Qalb al Lauzeh (Idlib), Asad y sus aliados hicieron pasar lo ocurrido como parte de una campaña radical suní contra los drusos, que se estaría librando no sólo en el norte, sino en Suweida, en el sur. La propaganda del régimen se difundió entre los drusos, incluso en Israel. Unos preocupados drusos israelíes se manifestaron enérgicamente exigiendo que Jerusalén interviniera para evitar una masacre entre sus correligionarios del otro lado de la frontera. El clamor doméstico bastó para que el primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, hiciera unas declaraciones en las que afirmó que vigilaba estrechamente la situación y que actuaría (no especificó cómo) si fuera necesario.

Sin embargo, en realidad los rebeldes del sur y el Frente al Nusra no están a punto de masacrar a los drusos. De hecho, desde el incidente de Qalb al Lauzeh las facciones rebeldes y los jefes tribales del sur se han esforzado enormemente por tranquilizar a los vecinos drusos. Incluso los dirigentes de Al Nusra hicieron público un comunicado en el que se distanciaban de los asesinatos, que describieron como una aberración cometida por individuos aislados.

Además, la situación de los drusos de Idlib es muy diferente de la de sus correligionarios del sur. La comunidad del norte no sólo es mucho menor, sino que no está cerca de Israel, de Jordania y del Líbano, como la meridional. En otras palabras: los drusos de Suweida tienen peso político.

Por otro lado, los intereses del Frente al Nusra en el sur son muy distintos de los de la facción septentrional. La composición de las bases del grupo en Daraa implica que éste no pueda ignorar las consideraciones sociales (tribales o clánicas) en la franja que va de Siria a Jordania. Asimismo, sus consideraciones geopolíticas son muy distintas en el sur, donde el Frente ha de adaptarse a los intereses de los dos Estados limítrofes con su zona de operaciones: Jordania e Israel.

Así, los drusos se ven impulsados en dos direcciones opuestas. El líder druso libanés Walid Jumblat es consciente de que Asad e Irán están empujando a los drusos por una senda suicida. Jumblat, que se ha mantenido en contacto con el Frente al Nusra, actuó de inmediato para contener los efectos de la masacre de Idlib, y ha estado instando a los drusos de Suweida a que lleguen a un acuerdo con sus vecinos suníes de Hauran. Esta misma línea es seguida en Suweida por el movimiento del jeque druso Wahid Balaus.

Por otra parte, figuras drusas aliadas de Asad y de los iraníes sostienen que el destino de su comunidad está inexorablemente unido al del bando iraní, el único capaz de protegerla. En realidad, esta opción es desastrosa para los drusos, porque los enfrentaría a todos sus vecinos locales e internacionales.

Los planes que Irán tiene para los drusos no se limitan a usarlos como sacos de arena para reforzar las defensas de Damasco. Incorporar la región drusa al proyecto iraní supone que ésta sea la avanzadilla de la República Islámica en la frontera con Israel y Jordania. De hecho, los drusos tienen una gran importancia en los planes de Teherán para crear una infraestructura en el sur de Siria. Los iraníes reclutaron drusos para operaciones contra Israel. En abril, por ejemplo, dos de ellos, que trabajaban para Hezbolá, trataron de sembrar de explosivos la valla fronteriza israelí de los Altos del  Golán.

Al parecer, en marzo Irán y Hezbolá trataron de formar una milicia drusa en Suweida, siguiendo el modelo de las milicias populares chiíes que crearon en Irak. Los jordanos respondieron a la amenaza expulsando a los iraníes y a los miembros de la organización libanesa de las zonas próximas a su frontera. Si los iraníes logran incorporar a los drusos a su eje, los jordanos y los israelíes empezarán a considerar que toda la comunidad constituye una amenaza para su seguridad, y además en un momento en el que la posición del régimen de Asad en el sur de Siria se debilita por momentos.

Por todo ello es poco probable que los drusos se sacrifiquen por Asad o por Irán. En cambio, negociarán para tratar de equilibrar las distintas fuerzas que presionan a su comunidad. Una solución incluiría probablemente un pacto de no agresión con los rebeldes, así como diversas garantías de seguridad. El viaje de Jumblat a Jordania y su acercamiento a Turquía deben interpretarse en este contexto.

De llegar a materializarse semejante acuerdo, es muy probable que el régimen tome represalias. Ya ha ofrecido un adelanto de las mismas atacando a estudiantes drusos por todo el país. Aparte de despojar de armas a todo el distrito, según algunas informaciones el régimen también se habría llevado dinero y trigo. También lo ha atacado con fuego de mortero.

Pero esas represalias no pueden ocultar el hecho de que lo que Asad e Irán están exigiendo a los drusos es una locura desde una óptica drusa. El pueblo druso tiene un instinto de supervivencia ancestral y aguzado. El poder de Asad está en declive. En realidad, no sólo no es el protector de los drusos, sino que les está pidiendo que sean carne de cañón para protegerlo y para favorecer los planes regionales de Irán. Si los drusos son fieles a sus instintos ancestrales, Asad e Irán se marcharán con las manos vacías.

© Versión original (en inglés): NOW

© Versión en español: Revista El Medio
 
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