El acuerdo de Irán con seis potencias mundiales (China, Estados Unidos, Francia, Alemania, Gran Bretaña y Rusia) es una rendición en toda regla.
Se pueden encontrar muchos eufemismos, y algunos elevarán la retórica a categoría de «acuerdo histórico», aunque más que protagonizar la historia, este acuerdo la repite con tozuda veneración. Porque lo cierto es que, como hacemos siempre, nos hemos rendido sin paliativos a una teocracia tiránica que no ha rebajado ni una sola de sus maldades.
Irán, el Irán que ha fumado la pipa de la paz con un Obama encantado de haberse conocido, no dejará de reprimir a su población brutalmente ni dejará de lapidar mujeres. No dejará de amenazar a Israel con la destrucción, ni cejará en su intento. No dejará de financiar a Hizbulah y a otras organizaciones islamistas sangrientas.
Y, por supuesto, no dejará de avanzar en su programa nuclear. De hecho, este acuerdo es la garantía para culminarlo, y nada de lo que ha firmado impedirá que lo consiga. Lo dijo en su momento Kissinger en The Wall Street Journal, «Irán ha ido paulatinamente llevando las negociaciones a su terreno», y los datos ahí están: ha pasado de tener cien centrifugadoras a veinte mil, ha burlado a los verificadores internacionales y la capacidad internacional para controlar su desarrollo nuclear sobre el terreno es casi inexistente. Dada, pues, la experiencia de los últimos años, con bloqueo incluido, cabe temerse lo peor, un Irán con poder nuclear. En este sentido, las declaraciones de Obama hablando de región más estable (¿más estable, con Arabia Saudí de los nervios, una guerra en Siria y otra en Yemen, ambas con Irán de por medio?) y de un Irán más abierto (¿abierto a qué, a morirse de risa en nuestra cara?) son una broma con muy poca gracia.
Lo cierto es que todo lo dicho no ha importado nada, porque entre un Obama que sueña con entrar en la historia deshaciendo entuertos (aunque sea empeorando los conflictos) y unos países que se relamen con el 50% de petróleo que Irán tiene varado por culpa de las sanciones -la cuarta reserva del mundo-, el resto de los condicionantes han resultado menores.
Tampoco ha sido menor el giro de alianzas que ha representado la guerra de Siria, con un Irán luchando contra el Estado Islámico, lo cual sitúa a unos islamistas terroríficos en guerra con una tiranía terrorífica. De lo peor, a lo peor. Sea, pues, por intereses de unos u otros, o por realpolitik salvaje, lo cierto es que, tantos años después de sacar pecho ante las tropelías de una de las tiranías más atroces del planeta, Irán acaba sacando la carta ganadora. Y Occidente hace lo que hace siempre cuando hace el ganso, reír a la cámara, venderlo como un hito histórico e irse a dormir la siesta. ¡Cuánta razón tenía Wafa Sultan cuando me recordó el dicho árabe!: «Me necesitas, te poseo». Necesitamos el petróleo y hasta el más malo de la corte nos posee.
Acabo de ver un video en donde Netanyahu y el ministro de relaciones exteriores británico discuten acerca de Irán. La bajeza moral e intelectual del ministro británico es atroz. Repite al pie de la letra el discurso delirante de Obama y de los estados terroristas árabes. Y encima tiene el atrevimiento de culpar a Israel porque no se soluciona el conflicto con los palestinos… Es evidente que la suerte de Israel y de los judíos no le importa nada. Lo importante es quedar bien con los nuevos amos del Europa, los musulmanes.