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| jueves mayo 2, 2024

El apuro por negar el antisemitismo de Irán para apoyar el acuerdo


Ningún observador serio sostiene que el pueblo iraní, al igual que cualquier otro grupo en el planeta, tenga una sola voz sobre cualquier tema.

Tampoco es extraordinario aprender que algunos de ellos podrían expresar una amplia gama de puntos de vista acerca de Israel y Estados Unidos.
Pero afirmar que la existencia de un cierto nivel de disidencia en Irán ante las posiciones de su gobierno demuestra que las políticas del país están cambiando o que no está buscando activamente la destrucción de Israel es contar abiertamente una mentira.

Eso es exactamente lo que hizo el New York Times cuando publicó un artículo titulado, «Con un informe desde Irán, periódico judío no ve un complot para destruir a Israel.» El «periódico judío» al que refiere es el conocido Forward, que envió a su reportero Larry Cohler-Esses hacia el estado islamista para una visita de una semana. La historia de Cohler-Esses rememora algo de los artículos antiguos artículos producidos por los que visitan estados tiránicos con la esperanza de producir una cobertura favorable destinada a mitigar las revulsiones del mundo democrático.

Pero si bien hay mucho que criticar en la pieza periodística, lo cierto es que no tiene la pretensión de demostrar que no hay «ningún complot para destruir a Israel».

Esa es una invención completa del New York Times. Esto demuestra cómo el buque insignia de la corriente principal de los medios de comunicación liberales aprovecha al pretexto para realizar falsas caracterizaciones de Irán y de su liderazgo como si no presentara ninguna amenaza real para Israel, para apoyar de esa forma la política exterior del presidente Obama.

Enfrentarse con la realidad del antisemitismo y el odio que está en el corazón de la política exterior de Irán es un problema difícil para la administración. Se ha alcanzado un acuerdo con Irán que, en el mejor de los casos, simplemente pospone el momento en que el régimen islamista obtendrá una bomba nuclear, mientras que recibe la aprobación internacional para su programa nuclear. El relajamiento de la sanciones enriquecerán al estado patrocinador líder mundial del terrorismo. El hecho de que este acuerdo le dará ayuda material a la campaña terrorista de Irán contra Israel, dejando abierta la puerta a que finalmente pueda acabar con el estado judío con un arma nuclear, pone a los partidarios del presidente Obama en serios problemas.

Algunos, como Jeffrey Goldberg de The Atlantic, luchan para justificar las afirmaciones despreocupadas de Obama de que el líder supremo iraní, ayatollah Ali Jamenei es «sólo un político». Obama y el secretario de Estado Kerry tratan a la ideología de Khamenei, a sus declaraciones de odio y a sus metas asesinas como poco importantes.

Goldberg afirma erróneamente que no hay alternativas reales a la oferta a Irán, pero, a diferencia de Obama, él entiende que las preocupaciones sobre Irán no son meramente motivadas por el miedo, sino que están enraizadas en la realidad. Igual de importante, Goldberg es consciente de que al enmarcar la discusión sobre Irán como un contrapunto entre los «intereses judíos» y «el resto del mundo», la administración y sus defensores están alimentando a los antisemitas en el Oriente Medio, así como en Occidente.

Desafortunadamente, Goldberg está demasiado prisionero de su propio liberalismo y de su apoyo a la visión de Obama como para sacar las conclusiones correctas sobre las fallas del acuerdo con Irán. Él piensa que sería una buena idea si se hace más esfuerzo en señalar que se está tratando con viciosos antisemitas y terroristas. Pero eso es exactamente lo que Obama y Kerry no pueden hacer, porque están tan aferrados a su visión de la distensión, lo que los lleva a alinearse con los antisemitas.

No hace falta ir muy lejos para caracterizar a Irán

Vamos a reconocer que el artículo de Cohler-Esses no es una versión actualizada del vergonzoso opúsculo publicado en 2009 en New York Times por Roger Cohen sobre el antisemitismo iraní.

El periódico Forward parece ser consciente que mediante el envío de un reportero a Irán, se estaba exponiendo a la acusación de realizar ese tipo de periodismo de peregrinación. Hay suficiente contexto y críticas en el artículo como para evitar acusar a Cohler-Esses de ser otro Cohen.

Cohler-Eses entrevistó una muestra representativa interesante de iraníes y encontró que muchos no estaban interesados en un conflicto con los Estados Unidos o de la guerra con nadie. Sus actitudes hacia el gobierno de Estados Unidos e Israel fueron negativas – un producto de la propaganda del gobierno de Irán – pero las opiniones moderadas son vestigios de los sentimientos más suaves del Irán de antes de la Revolución Islámica hacia los judíos y quizá incluso frente a los estadounidenses que todavía están allí.
No debemos sorprendernos de que una gran cantidad de iraníes están dispuestos a decir cosas que contradicen al menos parte de lo que su gobierno lleva a cabo. Después de todo, todos vimos las fotos de decenas de miles de iraníes que tomaron las calles de Teherán para protestar por un fraude electoral en el verano de 2009.
Sin embargo, las entrevistas de Cohler-Esses no nos dicen nada acerca de las perspectivas de cambio interno en Irán, para no hablar de interrumpir sus intervenciones en el extranjero.

Después de todo, la prueba del «complot para destruir a Israel» de Irán no se encontrará en las entrevistas con los iraníes en la tumba de Ciro o en los bazares. Se puede encontrar en los medios estatales iraníes que transmiten el antisemitismo o en el nuevo libro de Khamenei que traza sus planes para eliminar el estado judío. Se puede encontrarlo a lo largo de la frontera de Israel con Gaza, donde los fondos equipos iraníes están ayudando a Hamás a excavar nuevos túneles para facilitar las incursiones terroristas para asesinar y secuestrar a judíos. Se lo puede encontrar a lo largo de la frontera norte de Israel, donde personal iraní ayuda a Hezbollah a establecer sitios de lanzamiento de misiles en el Líbano, así como también en Siria destinados a llover terror en los pueblos y ciudades de Israel. Y se lo puede encontrar en las instalaciones militares y nucleares de Irán, donde la investigación nuclear, cuyo único propósito es una bomba que podría acabar con Israel, continúa.

Cohler-Esses no nos puede decirnos nada acerca de nada de esto. Peor aún, la administración Obama y el NY Times están buscando activamente distraernos de estas verdades.

El punto sobre Irán no es que muchos de sus habitantes quieran o no el cambio, sino que no tienen ninguna forma de cambiar las políticas de su gobierno. Más aún, lejos de socavar el régimen teocrático, la afluencia de dinero en efectivo y de negocios fortalecerá sus líderes y la Guardia Revolucionaria de Irán y su apoyo al terrorismo mucho más de lo que enriquecerá a su gente. Es por ello que el acuerdo nuclear es peligroso y porque el impulso a la distensión, que es el verdadero punto de la política del gobierno norteamericano, se basa en un malentendido acerca de la naturaleza del estado islámico.

 
Comentarios

Curiosa vara para medir a los gobiernos de algunos países usan, no veo una critica tan enconada contra las «libertades» de Arabia Saudi por ejemplo, claro, a los «socios» no se los critica, se es cómplice en sus fechorías. Alguien que no se lo puede señalar como musulmán o el eufemismo tan de moda desde el comienzo de la era bushiana usado como comodín a conveniencia de «terrorista» o incluso señalarlo como «fanático» iraní o desconocedor de la coyuntura e historia del Medio Oriente , me refiero a el ex-general del Ejercito Libanés el señor Michelle Aun dijo hace poco y lo cito a modo de ejemplo de varas para medir….»En Irán, existen elecciones presidenciales, parlamentarias y locales y hay debates y diálogos políticos. Sin embargo, en Arabia Saudí no existe nada de esto». Parece que para algunos ciertos regímes criminales y dictatoriales son los «buenos» .

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