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| viernes noviembre 15, 2024

Parasha Ki Tetze


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Setenta y cuatro de los 613 preceptos (Mitzvot) de la Torá se encuentran en la sección Ki Tetzé. Estos incluyen las leyes de una cautiva bella, los derechos de herencia del primogénito, el hijo rebelde y descarriado, entierro y dignidad de los muertos, la devolución de un objeto perdido, el envío del ave antes de tomar a sus pichones, la responsabilidad de construir un cerco de seguridad en el techo de una casa propia, y las varias formas de kiláim (híbridos prohibidos entre plantas o entre animales).

También son recontados los procedimientos judiciales y las penas por adulterio, por la violación o seducción de una moza soltera, y por un esposo que acusa falsamente a su mujer de infidelidad. Los siguientes no pueden casarse con una persona de linaje judío: un bastardo, un varón de descendencia moabita o amonita, una primera y segunda generación de edomita o egipcio.

Esta sección también incluye las leyes de la pureza del campamento militar; la prohibición de entregar un esclavo que se escapó; la obligación de pagar a un trabajador a tiempo y de permitir a cualquier animal o persona que trabaja para uno, «comer mientras trabaja»; la forma correcta de tratar a un deudor y la prohibición de cobrar interés por un préstamo; las leyes de divorcio (de donde son derivadas muchas de las leyes de matrimonio); la pena de 39 latigazos por la trasgresión de una prohibición de la Torá; y los procedimientos de ibum («matrimonio levirático») de la mujer de un hermano fallecido que no tuvo hijos o jalitzá («quitado del zapato») en el caso en que el cuñado no desee casarse con ella.

Ki Tetzé concluye con la obligación de recordar «lo que Amalek te hizo en el camino, cuando salían de Egipto»

EL CERCO PROTECTOR

“Cuando edificares una casa nueva, harás balaustrada a tu techo, para que no pongas sangre en tu casa, si cayere alguien de él” (Deuteronomio 22:8)

Si bien en la Parshat se habla específicamente de una casa, hay un significado más profundo.

Cuando hablamos, estamos construyendo un edificio de palabras. Debemos crear un cerco protector para ese edificio, para que nadie caiga a consecuencia de esas palabras, poniendo sangre (avergonzando a otro) en nuestras conciencias.

Pues debemos recordar que el que avergüenza a otro es equiparado a un asesino.

Si la persona pone énfasis en pensar cuestiones alegres y se cuida de no pronunciar palabras de tristeza. Y además se comporta como si estuviera feliz y demuestra una tendencia de alegría -no obstante dentro de su corazón no sienta así- finalmente será realmente feliz.

Techar: cuerpo… y alma

Por Yanki Tauber

Cuando edifiques una nueva casa, construirás una cerca a tu tejado; no sea que pongas sangre sobre tu hogar, si aquel que está cayendo caiga de él.

— Deuteronomio 21.8

¿Por qué la curiosa redacción de «si aquel que está cayendo caiga de él?» ¿La Torá no podía haber declarado simplemente «por si alguna persona ha de caer del techo?»

Rashi explica: La persona podría argumentar: «Cualquiera que caiga de mi tejado ciertamente ya tiene destinado dañarse de todos modos. ¿No está todo preordenado desde el Cielo? Seguramente merecía todo lo que le sucedió. Así que, ¿por qué molestarme en construir una cerca?»

Dice la Torá: Es cierto. Cualquiera que cae de tu tejado ya ha sido marcado como un individuo «cayendo». Pero ese es su problema, involucrando su cuenta privada con Di-s. Tu tarea es asegurar que no haya sangre en tus manos, que tú no sirvas como instrumento de su caída.

Espiritualmente hablando, también es obligatorio que uno «cerque su tejado». Cuando la persona construye un edificio de erudición y logro, siempre existe el riesgo de que su «tejado» se alce demasiado, que su orgullo por sus logros se apodere de lo mejor de él. Por lo tanto, debe hacer todo lo que está en su poder para contener su ego, impedir el desarrollo de sentimientos de superioridad e importancia personal.

La ordenanza de erigir un parapeto se aplica no solamente al hogar convencional; como señala el Midrash, también al sitio más sagrado sobre la tierra, el Gran Templo de Jerusalén, se le requería por ley de la Torá tener cercado su tejado. No solamente los logros materiales de uno deben resguardarse del efecto nocivo del orgullo; también los empeños más piadosos y excelsos pueden abastecer a la persona de arrogancia, a menos que el hombre adhiera firmemente a las directivas y los parámetros apropiados.

El orgullo no solamente es nocivo para la propia integridad; también es pernicioso respecto de las responsabilidades que uno tiene hacia otros. La erudición y progreso personal jamás deben ser meros fines en sí mismos. Es menester compartir los logros con sus semejantes. Pero todo intento de educar y enseñar al semejante debe mantenerse puro del más tenue rastro de arrogancia: en el instante en que los demás perciban que te consideras mejor que ellos, dejarán de prestar atención a tu ejemplo y enseñanza. Y si tu tejado «alzado» repele siquiera a una única alma impidiéndole emular tus características positivas, su sangre espiritual está en tus manos.

También aquí la persona podría argumentar: «Quienquiera rechaza el mensaje a causa de las imperfecciones del mensajero, ya es de todos modos un caso espiritualmente perdido. ¿No han dicho acaso nuestros Sabios: ‘Acepta la verdad, no importa quién la exprese?’ Si alguien pierde su inspiración a causa de mi personalidad, ese es su problema

Dice la Torá: La estatura espiritual de tu semejante, sus concepciones erróneas — nada de eso es tu problema. Tu responsabilidad es hacer todo lo que puedas para mejorarlo, para alzar también a «aquel que está cayendo». Si tu ego resulta un obstáculo, ese es tu problema. Lucha con él, restríngelo, y conquístalo. (www.es.chabad.org)

 
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