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| miércoles diciembre 25, 2024

«Si fueras israelí, te mataría»


Itay Engel

Las recientes declaraciones del ministro de Exteriores Rodolfo Nin Novoa sobre la política uruguaya ante el Estado Islámico ha recibido, como es natural, un gran destaque en los titulares de la prensa nacional. Ello dio una dimensión local a un tema que preocupa al mundo libre en general por los horrores con que se identifica a dicha organización yihadista.

Es por ello que publicamos una entrevista que realizamos hace pocos meses – y para la que aguardábamos el momento más adecuado – con el cronista de guerra israelí Itay Engel (46), que tiempo atrás, en el marco de un documental sobre la guerra en Siria e Irak, se adentró en el territorio controlado por los kurdos y tuvo así la oportunidad de entrevistar a prisioneros del Estado Islámico (que aquí llamamos por su nombre original en árabe, DAESH).

Engel es el periodista israelí que más conflictos y guerras ha cubierto en el terreno mismo, en el lugar de los hechos, arriesgando su propia vida, aunque él no lo plantea en estos términos. Trabaja en el Canal 2 de la televisión israelí, haciendo notas documentales para el programa «Uvda» de la periodista Ilana Dayán.

Una de las varias particularidades de su labor es que hace todo prácticamente solo: él mismo filma con su cámara, es el cronista y su propio técnico de sonido. A veces lo acompaña un fotógrafo, pero en la práctica casi todo lo hace él mismo.

– Itay, eres el cronista de guerra por excelencia, el más destacado sin duda en los medios israelíes, quizás el único que realmente merece ese «título». ¿Estoy en lo cierto?
– La mayor parte de mi trabajo, en efecto, consiste en la cobertura de conflictos bélicos. La primera vez fue en 1991 cuando la guerra en Croacia. Luego, en 1992, sentí que la situación se ponía seria en Bosnia y estuve allí varias veces. Estuve en Rwanda a raíz de las masacres. También en Kosovo, Pakistán, Afganistán. He estado también en todas las revoluciones en el mundo árabe, en la guerra civil en Kenya. Varias veces en la guerra civil en Congo, Sudáfrica, Túnez, Libia, Egipto, Siria e Irak. También varias veces en la guerra en Líbano y por supuesto en Gaza.

– Me haces sentir una sana envidia… Sobre Siria e Irak fue tu última nota, que ha tenido mucha repercusión, en la que inclusive entrevistaste a miembros de DAESH, el Estado Islámico, prisioneros en manos de los kurdos. Los periodistas sabemos bien cuál es el significado de la adrenalina que se siente cuando se cubre algo en medio de la acción. Pero tú lo llevas al extremo… ¿Por qué?

– Mira; cuando empecé en periodismo era jefe del departamento internacional en la emisora Galei Tzáhal, del ejército. No se salía al terreno. Estaba en una pieza recibiendo la información y ni siquiera se podía ver por televisión lo que ocurría. Sólo había BBC y onda corta. Pero muy poco después, cuando empecé en ese cargo, el mundo comenzó a darse vuelta. Cayó el Muro de Berlín y toda Europa Oriental se desmoronó. En la otra punta del mundo Mandela fue liberado de prisión, se terminó el apartheid y luego se desmembró la Unión Soviética. Recuerdo hasta ahora cuando dijeron que viene el reporte de un cronista que está ahora junto al Muro de Berlín viendo cómo es derribado. Y me dije a mi mismo que ese hombre tiene el mejor trabajo del mundo y que nadie me convencerá que hay algo más interesante que eso a lo que uno se pueda dedicar. Todo lo que yo quería hacer era salir y ver la historia ante mis propios ojos. Claro que nunca me imaginé que así se darían las cosas, a tal grado, pero recuerdo claramente que sentí que si yo creía hasta ese momento que estaba haciendo buen periodismo, pues estaba bien, pero no era lo real, en el terreno mismo, que era lo que yo quería.

Peligros

– En tu última nota, sobre Siria, Irak, y la lucha de los kurdos contra DAESH, apareciste en determinado momento hablando en hebreo, mostrando la frontera entre Siria e Irak, cómo pasabas de un lado a otro. Te dirigiste directamente en hebreo a la cámara… ¿A quién tenías alrededor? Podía ser peligroso.

– A nadie. Solamente un fotógrafo al que conozco, al que le di la cámara. Hablo en hebreo en esos lugares sólo cuando sé que nadie me oye. Sé que no puedo correr ese riesgo.

– En determinado momento, en la nota, hablaste con un hombre mayor, creo que era durante un funeral, y le diste a entender que eras israelí…

 – Era un árabe que había combatido contra Israel en la guerra de Yom Kipur en 1973. Ese era el último día que estaba allí y sentí que podía arriesgarme un poco. Pero, además, era una zona controlada por los kurdos, algo que tiene gran importancia. Y a ese hombre, no es que le di a entender sino que le dije explícitamente que soy israelí.

– Y él respondió que no hay problema.

– Así es. Dijo que la guerra había sido ejército contra ejército. Te diré que esas reacciones se dan mucho; y yo también me manejo de acuerdo a mis instintos e intuiciones.

– Captas, sientes a la persona que está frente a ti…
– Exactamente. El programa en el que trabajo es de investigación. Sé hacerlo. Pero ninguna investigación en el mundo te puede preparar para todo, muy especialmente en un mundo de revoluciones que no está ordenado en forma jerárquica, una situación en la que mucha gente toma la ley en sus manos, lo cual hace que el mundo sea caótico, super interesante pero también super peligroso. Así que uno tiene que poner en funcionamiento sus instintos e intuiciones. Todos lo hacemos en la vida diaria. Y mis experiencias me han mostrado que soy bueno en eso, que capto a la gente. Puedo ver los ojos de una persona y sentir si puedo confiar en ella o no. Y me ha pasado decidir en base a eso, a lo que capto, si puedo entrar con esa persona a Siria o no. Y lo he hecho. Así entré a Siria una de las veces, con un sirio de Turquía que me inspiró confianza. Y a veces pasa lo contrario: veo los ojos de una persona y siento que es mejor alejarme, como del fuego. Y puede ser un israelí.

– Sientes a la persona en su mirada…
– Sin duda. Y así me pasó con ese hombre al que le dije que soy israelí. Sentí que no hay problema. Pero, por otro lado, no te olvides que yo ya sabía que era mi último día allí y que estando en una zona controlada por los kurdos, que combaten contra quienes también son enemigos de Israel, es otra cosa.

– ¿Quién sabía que eras israelí? Los kurdos ¿Todos lo sabían?
– Había dos amigos kurdos que me ayudaron allí, de Turquía y de Siria, que sabían quién soy. También lo sabían uno de los comandantes militares y un ministro en el gobierno kurdo. Me dijeron: escucha bien, nos alegra que hayas venido, pero tienes que mantener tu identidad en secreto durante todo el viaje porque hay acá árabes sunitas que no son como los kurdos y que para ellos, está perfecto que llegue aquí DAESH. Así que no puede haber aquí fuertes rumores ni que nadie sepa que hay acá un israelí. Mantenlo en secreto. Y no lo anduve publicando. Sólo el último día, como comenté antes, lo dije en forma muy puntual; y lo sabían muy pocas personas.

La lucha kurda

– Estuviste con los kurdos en la localidad de Kobani. ¿Qué sentiste cuando se confirmó que finalmente ellos lograron tomar el control de ese lugar considerado un punto clave en la zona?
– No podría decir simplemente que me alegré, porque eso no sería suficiente. Fue uno de los días más felices del último año, porque estuve allí cuando la sensación era que la ciudad estaba por caer en manos de DAESH que ya había conquistado la mitad de su territorio. Mi tristeza por eso era inmensa ya que había conocido personalmente a familiares de combatientes kurdos que cayeron en la lucha por Kobani. Había estado en funerales. Y la impresión era que todo caería, aunque los kurdos son la gente más valiente que conocí. Combaten pocos contra muchos, con armas livianas contra armas pesadas, y realmente su valentía no tiene nada que ver con su armamento. Pero la sensación era que todo estaba por terminar. Y súbitamente llegó ese cambio tan importante: los kurdos tomaron el control absoluto de Kobani y yo estaba en las nubes de tanta felicidad.

– Lo de los kurdos va más allá de su lucha ahora contra DAESH. ¿Cómo explicarías el significado profundo de lo que ellos están haciendo?
– Los kurdos son un fuerte rayo de luz en medio de la gran oscuridad de la demencia fanática de los islamistas. Lo digo aunque en su mayoría son musulmanes sunitas. Es que su problema no es con el islam sino con los fanáticos dementes. Ellos no santifican la religión. Una de las combatientes kurdas me lo planteó muy claramente: «La diferencia entre yo y DAESH es que yo combato para vivir y él para morir. ¿Por qué les voy a temer si ambos tenemos un arma? El problema es que los objetivos son otros». En los kurdos hay algo mucho más cuerdo. Es una nación que desea luchar por la igualdad de las mujeres, que quiere democracia, mutuo respeto. Se puede preguntar a judíos que vivían en Kurdistán y constatar que jamás tuvieron problemas. Respetan a judíos, cristianos, yazidíes, a musulmanes chíitas y sunitas. Es un pueblo poco común. El problema es que están divididos. En mi opinión, le ganarán a DAESH, pero tienen muchas discrepancias internas.

Frente a prisioneros de DAESH

– ¿Cómo es su trato de los prisioneros? En el programa que mencionamos, entrevistas a algunos miembros de DAESH cautivos en manos de los kurdos.
– Su política es de respeto al prisionero. No significa que no puede haber problemas, como ocurre en otras guerras, de alguien que por iniciativa personal decida tomar venganza por sus propias manos. Pero la política es otra. Me acuerdo claramente de una de las entrevistas en la que una combatiente kurda servía de traductora cuando yo hablaba con uno de los prisioneros de DAESH. Entre otras cosas, él contaba sobre las mujeres que habían secuestrado y cómo las entregaban a sus jefes y familiares o las vendían en el mercado de Mosul. La traductora salió de la habitación en la mitad y comenzó a llorar y gritar que odia la política kurda que deja con vida a esos prisioneros, que ella no lo puede captar ni creer. Traté de decirle que es precisamente por ese tipo de cosas que los admiraba, Pero ella no tenía paciencia para escuchar, no quería prestar atención. Ella decía que era una tontería, que si en algún momento los iban a poner en libertad o intercambiar, era mejor matarlos. Y era la mujer más liberal e intelectual de las que conocí allí.

– Una de las partes más fuertes en el documental con los kurdos, en la nota que mencionamos, fue justamente el de las entrevistas con los prisioneros de DAESH. Personalmente sentí que, por un lado, se veían como unos desgraciados, pero por otro, que eran seres humanos capaces de convertirse en monstruos. Recuerdo especialmente sus descripciones de cuan afilado tiene o no tiene que estar el cuchillo con el que van a degollar a alguien. ¿Qué sentiste allí frente a ellos con esos relatos, como israelí, como judío, como ser humano?
– Por un lado me sentía seguro porque estaba con los kurdos, pero cuando empezaron a hablar, tuve sensaciones muy difíciles. Justamente, uno de ellos decía que cuando degüella a alguien, usa un cuchillo no muy afilado para que la víctima sufra más. Y me vino a la mente que esa gente, no ellos específicamente, pero sí de los suyos, habían matado a un amigo mío, con un cuchillo de esos.

– Y ahí también surgió el tema de Israel; tú lo planteaste…
– Así es. Le pregunté qué piensa del Estado de Israel y qué haría si yo fuera israelí…

– Y él dijo que te mataría.
– Sí. Y mi traductor dijo que se dio cuenta que yo iba a preguntar si él cree que soy israelí, y que él no plantearía esa pregunta porque DAESH no hay solamente en ese cuarto sino que están también afuera, dando vueltas en la ciudad, en el mundo árabe y también en mi ciudad, por lo cual él no iba a traducir esa pregunta. Y tenía razón. Él me frenó ya en el medio de la pregunta; me dijo que pare; y yo al principio no entendía por qué lo hacía, pero tenía razón.

El miedo

– Y esto me lleva a plantear el tema del miedo… Y te digo la verdad… no creo ser especialmente miedosa, pero si me ofrecieran ir ahora a Siria, adonde están los de DAESH u otros grupos radicales, por más que periodísticamente me moriría por hacerlo, no iría. Tengo tres hijos en casa.
– Bueno, debo recalcar que no entré al territorio de DAESH sino al de los kurdos que combaten contra ellos. La diferencia entre una cosa y otra es enorme. Es clave. O sea, podía estar en el frente contra ellos pero no en su territorio. Hace dos años entré a Siria, antes de que ellos empiecen a matar periodistas. Retroactivamente, entendí que esa fue mi entrada más peligrosa a Siria. Es que entré la misma semana en la que lo hizo James Folley y por el mismo camino. Pero cuando él lo hizo llegó a manos de elementos que lo capturaron y ejecutaron mientras que yo me topé con gente con la que se podía hablar, gente que también combatía a Assad pero que tenía aprecio por los judíos, porque según ellos mismos me dijeron, «tienen el mismo libro y el mismo Dios».

Choque definitivo

– Itay; cuando escuchas el discurso de DAESH ¿Te dices a ti mismo que con ellos nunca se podrá hablar, que no son gente racional a la que se puede hacer pensar y quizás hacer cambiar de opinión?
– Me cuesta decirte que soy optimista acerca de la probabilidad que gente que está a favor de la yihad, que considera que quienes ven como herejes deben morir quemados, lleguen a un punto con el que uno pueda hacer las paces. No lo creo. Hay un grupo no pequeño y eso no está vinculado sólo al tema de la religión. Esa sería una explicación demasiado simple. Hay aquí también mucha psicología.

– Y fanatismo…
– Creo que hay aquí un tema sicológico y de falta de sentido de muchos jóvenes en el mundo, que se sienten que no valen nada por su vida. Y a veces no tiene nada que ver con el islam. Pero súbitamente, luego de ser un don nadie, pueden convertirse en el ser que más miedo da en el mundo. Como el que mató a mi amigo. Estar cubierto con ropa negra y una máscara negra, amenazar a Obama ante las cámaras y degollar a alguien al que odia porque ven como elitista, ahí tienes el resultado. Y si le agregas un curso de sharía, ley religiosa islámica, y de lavado de cerebro, es peligroso. La raíz original puede que no haya estado en la religión sino que haya venido de otra cosa, aunque en la mayoría de los casos sí viene de la religión.
Pero el hecho es que hoy en día DAESH arrastra a miles que no sabían absolutamente nada de islam, incluyendo gente no musulmana que ven en las cosas que a nosotros nos horrorizan una aventura impresionante en la que no hay fronteras, en la que se puede robar, saquear, asesinar, en la que es bien visto violar, vender mujeres, secuestrar, asesinar, ser rey del mundo. Y después, llega el autoconvencimiento de que eso se hace todo como misión encomendada por Dios. Cada vez más gente se siente atraída por ello.

 
Comentarios

Muy buena nota. Si se hubieran dado las circunstancias me hubiera gustado hacer el trabajo de Engel .

Muy positivo !, ya comienzas a demostrar «respeto» por los «GÜewos» con «Quipá» !!!.

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