Analistas y políticos parecen repetir un mantra que no ha demostrado su validez: «Ahora Europa va a entender a qué nos enfrentamos en Israel». Otros, como el ex-embajador israelí ante la ONU, Danny Gillerman, o el especialista israelí Ron Ben-Yshai, han calificado la presente situación como la Tercera Guerra Mundial. Los más escépticos no dudan en afirmar que «Europa solamente va a comprender la situación cuando los terroristas islámicos utilicen en su contra una bomba nuclear». Estemos de acuerdo o no con alguna de estas afirmaciones, muchos de nosotros, presuponemos, que el presente mega-atentado en Paris podría modificar la concepción de Occidente hacia el radicalismo islámico (y en el camino, hacia Israel). Permitidme ser pesimista, la situación no mejorará… Empeorará.
Europa ya ha experimentado atentados de esta magnitud. Uno de ellos, el terrible atentado de Atocha, en Madrid, en el 2004 (fallecieron 193 españoles y otros 1.858 sufrieron heridas) ¿Quién puede asegurar que este nuevo atentado modifique la percepción establecida sobre el Medio Oriente? Nadie. Especialmente porque para que se produzcan esas transformaciones deberíamos experimentar profundos cambios filosóficos, estratégicos y político-militares.
El principal problema se ubica en lo filosófico. Europa está sumida y gobernada por una dictadura del relativismo moral o «Political Correct». Aunque resulte incomprensible, los medios de comunicación en Francia están calificando a los agresores como «atacantes» en vez de llamarlos por lo que son: «terroristas islámicos».
El presidente Obama, el más europeo de los mandatarios norteamericanos en la historia, condena los ataques en Paris insistiendo que estos fueron una ofensa contra «toda la humanidad», sin señalar, adrede, que los agresores fueron musulmanes radicalizados. Si el siglo XVIII nos sometió a una dictadura europea-etnocentrista, hoy la dictadura del relativismo moral es quien domina las agendas de las universidades y de la inmensa mayoría de los medios de comunicación. Aquel que se atreva a denunciar, claramente, que el agresor y el enemigo es el Islam radical, nacido de una religión muy específica (el Islam), será denostado y calificado como «islamófobo» y, probablemente, no encontrará una cátedra en las universidades. Para desgracia de los realistas, los relativistas y los Ajshavistas (en Israel, los ahoristas) pueden realizar, una y otra vez, las evaluaciones más descabelladas y seguirán deambulando por la vida con una incomprensible aureola de «justicia y sabiduría». Para justificar sus evaluaciones erradas, los relativistas se ven forzados a mentir para adaptar la realidad a sus deseos. La extrema izquierda y la extrema derecha se asemejan en su destacada costumbre de ser grandes fabricantes de mentiras.
Hasta que Europa no sea capaz de señalar e identificar al agresor, con claridad y contundencia, dejando a un lado lo «Political Correct», ocurrirán dos fenómenos: 1) Las sociedades (las personas no darán legitimidad a sus gobiernos) no enfocarán sus esfuerzos e intenciones en detener el fenómeno, 2) Ese vacío será aprovechado por las extremas derechas, neonazis muchas de ellas, arribando al poder e imponiendo «sus» agendas dictatoriales e inmorales.
El segundo problema es estratégico. Los intelectuales y los políticos europeos se han destacado por su incapacidad para comprender la naturaleza étnica-tribal-religiosa del Medio Oriente. Lo mismo ocurre entre no pocos israelíes. A la par, suponen, como lo hace la dupla Obama-Kerry, que el principal problema del Medio Oriente es el conflicto palestino-israelí siendo allí, donde exigen poner todo el peso de sus esfuerzos diplomáticos. El primero de estos dos errores los lleva a creer que es posible realizar ingeniería política sin respetar la naturaleza local de las sociedades. Durante años, nos han explicado que estaban logrando crear una Eurabia, una mezcla entre los valores europeos y los mediorientales que estaba empapando a los nuevos inmigrantes. La idea de la Eurabia ha impregnado a muchos, pero el nucleo destructor y reaccionario es quien impone su batuta, sometiendo a la mayoría.
A veces, los descubrimos pretendiendo exportar sus modelos democráticos a sociedades que no han experimentado ni la Revolución Francesa ni la Revolución Industrial. Declaran su total rechazo hacia los dictadores árabes laicos o moderados y, muchas veces consideran que éstos son peores que los dictadores islámicos (como Erdogan). El segundo error los lleva a señalizar, discriminatoriamente, productos de un solo estado (Israel) ignorando otras situaciones parecidas en Europa, los lleva a intentar imponerle un mapa final suicida del conflicto a un solo gobierno: el de Israel (como lo trataron de hacer los franceses) y, en el camino, a legitimar el terrorismo islámico cuando éste ataca a un pueblo específico: los judios. Para estos últimos europeos, el primer paso para comprender el Medio Oriente sería desprenderse de sus despreciables y arraigados hábitos antisemitas.
El tercer problema de juicio es político-militar. Europa ha considerado, durante demasiado tiempo, que los conflictos del Medio Oriente no llegarían a sus calles. Comunidades musulmanas europeas radicalizadas, discriminación hacia los hijos de familias de origen árabe en Europa, las acciones de incitadores religiosos en las mezquitas y el relativismo moral, ha mutado el problema hacia el seno de las ciudades europeas. Una vez que se han visto forzados a intervenir, lo hacen «por la mitad», ayudando a atacar a ISIS desde los cielos pero sin introducir un sólo soldado en tierra. Lamentablemente, aquel que quiere combatir totalmente al radicalismo islámico debe ensuciarse las manos como lo ha hecho Israel en la Franja de Gaza. Justamente, la decisión de no derrocar a Hamás en Gaza se debió a un calculo lógico y evidente: su lugar no sería ocupado por Mahmud Abbas y la Autoridad Palestina sino por los seguidores de ISIS o por una exigida reocupación israelí, y ninguna de estas opciones era buena.
De los tres cambios que debería absorber Europa, el único que a mediano plazo podría llegar a ocurrir es el tercero, una intervención terrestre mayor contra ISIS. Sin embargo, ISIS y el radicalismo islámico es una idea que se nutre desde las bases y que permanece incluso cuando sus líderes u organizaciones mutan o se exilian.
Permitidme ser pesimista. Dudo que Europa haya tocado fondo y que llegue, a corto plazo, a asumir un cambio profundo de perspectiva como el que se requiere para enfrentar al radicalismo islámico. No dudo que algunos políticos si, lo han asimilado. Frente a ellos, destacan los «Podemos» y las «Izquierdas Unidas» que son las mejores aliadas para el arribo de las Jean Marie Le-Pen al poder. No dudo que entre las fuerzas de seguridad de estos países la realidad es comprendida más cabalmente. En la prensa y en las opiniones publicas, la situación es simplemente penosa. Mientras leemos esto, la sociedad europea sigue cambiando, para mal, obturando su capacidad para asimilar decisiones valientes. Cuando decidan cambiar, si lo hacen, es muy probable que sea tarde.
Por desgracia, pienso igual 🙁