Traducido para porisrael.org por José Blumenfeld
La siguiente es una versión editada de un discurso pronunciado en Jerusalén por Yair Lapid en la conferencia Israel Law Center.
Las Naciones Unidas han perdido. Cuando se trata de Israel, la ONU ha perdido credibilidad, ha perdido el sentido común y, más que nada, ha perdido su activo más importante – su integridad.
A finales de marzo, estuve en Ginebra, con cientos de manifestantes envueltos en banderas israelíes. Estábamos de pie debajo del Monumento Silla Rota, que se encuentra frente al Consejo de Derechos Humanos de las Naciones Unidas. En el interior, en el elegante salón, tenía lugar un debate, otro debate más, acerca de Israel.
Hace mucho tiempo que el tratamiento sobre Israel del Consejo de Derechos Humanos de la ONU se aparta de los límites de la crítica legítima. En la última década, el consejo ha votado a favor de 61 resoluciones de condena a los abusos de derechos humanos en todo el mundo y 67 resoluciones que condenaban a Israel.
Permítanme repetirlo – El consejo ha condenado a Israel, un país democrático que defiende el derecho internacional, más veces que al resto del mundo en conjunto.
Israel es el único país del mundo que tiene garantizado su propio ítem en la agenda del Consejo de Derechos Humanos de la ONU. Siempre que el consejo se reúne, el ítem 7 de la agenda será una ‘discusión de la situación de los derechos humanos en Israel’. Esta discusión ocurre independientemente de si hay o no informes de violaciones de derechos humanos. Ocurre sin un examen fáctico de las reclamaciones presentadas por los palestinos, normalmente aliados o miembros de las diversas organizaciones terroristas que han jurado destruir a Israel.
Para las Naciones Unidas, esto simplemente no importa.
Junto conmigo, bajo la Silla Rota, estaban algunas de las víctimas: Un impresionante joven cuyo padre, un activista israelí por la paz, fue asesinado por un suicida en un autobús en Jerusalén. Una mujer que fue a una caminata con una amiga y su Labrador y fue atacada por terroristas palestinos. Apuñalaron a su amiga hasta matarla, la apuñalaron decenas de veces y luego apuñalaron también a su perro. «No sé por qué», me dijo en voz baja, «pero la mayoría de la gente está más impactada por que hayan matado al perro que a mi amiga».
Después de la manifestación, fueron a hablar ante el consejo. Recibieron una fría recepción. Mientras testimoniaban sobre la pérdida de sus seres queridos, los delegados comían, hablaban intencionalmente en voz alta, y entraban y salían. Nadie dijo una palabra sobre la defensa de los derechos de la mujer y de los derechos de los homosexuales en Israel. Nadie dijo una palabra sobre los ciudadanos árabes de Israel, sentados en su Parlamento y en su Corte Suprema. En resumen, nadie dijo una palabra acerca de que Israel es una democracia próspera que encarna en su modo de vida todo lo que la ONU promueve.
Los enemigos de Israel, por otra parte, ahorcan a homosexuales de los postes de teléfono, creen que las mujeres son propiedad de sus maridos y, obviamente, no creen en las instituciones como las Naciones Unidas.
Unos meses después de la turbadora reunión en Ginebra, la Organización Mundial de la Salud, otro órgano de la ONU, celebró su reunión anual. Como era de esperar, en la reunión se trataron cuestiones de mortalidad, esperanza de vida, propagación de enfermedades y la necesidad de vacunas. Pero la asamblea también incluyó una extraña excepción: Incluyó una dura condena a un solo país, Israel.
La resolución condenó lo que llamó la «ocupación israelí de los Altos del Golán». No hubo ninguna explicación de cómo esto podría ser relevante para las cuestiones de salud. A doscientos metros del Golán israelí, en Siria, cientos de miles de hombres, mujeres y niños están siendo masacrados y eso no se mencionó ni una sola vez.
De hecho, la única conexión entre el Golán israelí y los problemas de salud es que durante los últimos años, Israel ha rescatado silenciosamente a cientos de niños sirios que resultaron heridos en los combates y fueron tratados en nuestros hospitales.
La resolución también contenía una serie de «hechos» falsos basados en vergonzosa propaganda palestina en un informe presentado a la OMS. Por ejemplo, el informe sostiene que «Israel inyecta a palestinos con virus que causan cáncer». Esta es una monstruosa acusación que no estaría fuera de lugar en Der Sturmer y, sin embargo, fue publicada sin la más mínima prueba.
El informe también estaba decorado con fotografías destinadas a resaltar el drama. Una de ellas, que fue titulada «Tomada durante la guerra de Israel contra Gaza de 2014», es una imagen de un ataque simulado contra Teherán, que apareció en un blog popular hace unos años. Las montañas que rodean la capital iraní fueron quitadas usando Photoshop para aumentar la credibilidad. Otra fotografía está subtitulada «La devastación causada por la guerra de Israel contra Gaza en 2014». En realidad fue tomada en Beirut a principios de la primera década de los años 2000.
Todo esto, en un informe oficial de las Naciones Unidas.
Si todavía no están convencidos de que algo torcido e irracional está sucediendo, pueden visitar la sede de las Naciones Unidas en Nueva York.
Allí encontrarán una exposición permanente que se ocupa del problema de los refugiados palestinos. Si se fijan cuidadosamente en las estadísticas, se darán cuenta de algo extraño: En 1948, durante la Guerra de Independencia de Israel, alrededor de setecientos mil palestinos huyeron o se exiliaron. Cada uno es una tragedia individual, pero vale la pena recordar que Israel no fue el agresor en esa guerra.
Las Naciones Unidas votaron a favor de la creación de un estado judío y. en respuesta. el joven Estado de Israel fue atacado por siete ejércitos árabes. Durante los combates, muchos palestinos se fueron porque se les dijo que Israel estaba al borde del colapso, que todos los judíos serían masacrados, y los palestinos podrían recuperar sus hogares y ciudades. Gracias a Dios eso no sucedió. Los refugiados no tenían a donde volver. Una tragedia para ellos, pero que sucede en las guerras. En realidad, en esa época sucedía en todo el mundo, en escalas mucho mayores.
Aquí es donde comienza el extraño proceso: Desde 1948 ni un solo palestino ha sido expulsado de Israel. En 1950 fue fundada UNRWA – la organización de las Naciones Unidas encargada de ayudar a los refugiados palestinos. En ese momento, sumaban setecientos cincuenta mil palestinos. Muy probablemente ese número está inflado, pero utilicémoslo por el bien de la discusión. El absurdo viene a continuación: A partir de 2014, UNRWA enumera no menos de cinco millones de refugiados palestinos.
En otras palabras, sin la expulsión de un solo palestino, la ONU ha enumerado cuatro millones de nuevos refugiados palestinos. ¿Cómo ocurrió eso?
La respuesta es que los palestinos son la única nación del mundo – ¡la única! – donde la condición de refugiado puede transmitirse de generación en generación.
Los palestinos se convierten en refugiados, independientemente de que hayan nacido en un campo de refugiados en Líbano, el barrio latino de París o una villa en Qatar. Es una locura total.
Mi padre fue expulsado por los nazis de su hogar en Novi Sad en Serbia. Se trasladó a Israel y construyó su casa aquí. ¿Hay alguien en el mundo que me trate a mí o a mis hijos como refugiados serbios?
Israel tiene más de un millón de ciudadanos que vivían en el mundo árabe y fueron expulsados o echados de sus casas sólo por ser judíos. ¿Por qué nadie los trata como refugiados dignos de compensación?
¿Por qué es que sólo los palestinos pueden nacer en un país pero inmediatamente obtienen la condición de refugiado de un país en el que nunca han estado?
Y ya que estamos en el tema – ¿cuál es la justificación de la existencia de UNWRA? ¿Por qué tienen su propia organización, mientras que todos los demás refugiados en el mundo – desde Darfur, Ruanda, Siria hasta los territorios controlados por ISIS – no la tienen?
Vale la pena mencionar que la labor de UNWRA se desarrolla principalmente en los territorios palestinos y que UNWRA emplea a trabajadores palestinos con salarios occidentales. A medida que el número de refugiados crece, también lo hace UNWRA. Si aceptaran la realidad – que quedan muy pocos refugiados de los que huyeron en 1948 – la organización se contraería y perderían su puesto de trabajo.
Para evitar que construyan una nueva y cínica industria: fabricar refugiados. La ONU anima a que esta distorsión continúe.
Por lo tanto, ¿qué está sucediendo realmente?
La respuesta es que las Naciones Unidas se han convertido en un rehén de su propia estructura. Países no democráticos tienen una enorme mayoría en la Asamblea General y en la mayoría de los comités.
Lo que solía ser el «movimiento no alineado» ha crecido hasta incluir 136 países, muchos de los cuales son estados islámicos, o dependiente del dinero del petróleo. Estos países distorsionan los objetivos de la ONU. Alteraron totalmente su forma de funcionamiento. Son los socios de las organizaciones de BDS.
En lugar de una organización que protege la libertad, la democracia, los valores liberales y la paz mundial, partes de la ONU se han convertido en lo contrario. Se han convertido en colaboradores del Islam fundamentalista.
La mayoría automática de los países no democráticos se ha convertido en una mayoría automática contra Israel.
En este contexto, el silencio relativo de Estados Unidos y otras democracias es angustiante. Estados Unidos financia el 22% del presupuesto de la ONU. De hecho seis países – Estados Unidos, Japón, Francia, Gran Bretaña, Italia y Alemania – financian alrededor del 65% del presupuesto.
Todo lo que se necesita es que esos países eleven su voz y digan – alto y claro – que no están dispuestos a permitir que esto continúe. Los salvajes e inventados ataques contra Israel tienen que detenerse.
La ONU no puede tomar dinero estadounidense, recursos estadounidenses y apoyo estadounidense y utilizarlos para una campaña que apoya la destrucción del estado judío. Si el Consejo de Derechos Humanos de la ONU quiere que los países democráticos sigan apoyándolo, debe actuar de acuerdo con los valores democráticos. Debe basarse en primer lugar en la verdad.
Los ataques a un país democrático comprometido con los derechos humanos, al servicio de organizaciones terroristas asesinas, no está en el mandato de la ONU. No hay ninguna razón para que Estados Unidos y otras democracias deban estar de acuerdo en financiarla.
Durante mi última visita a Washington discutí esto con Senadores y Miembros del Congreso, tanto Demócratas como Republicanos. Todos estuvieron de acuerdo en que la situación es intolerable.
El contribuyente estadounidense no debería consentir más que su dinero sea utilizado de esta manera. No trabajan duro y pagan impuestos para eso.
Por otro lado, cuando lo discutí con un diplomático de alto rango estadounidense en las Naciones Unidas, argumentó que «es mejor cambiar desde adentro».
Eso suena bastante razonable pero ya es demasiado tarde.
Los que odian a Israel y odian la democracia se nos han adelantado.
Ya han cambiado la ONU desde adentro.
La organización que predicaba la justicia y la igualdad ha sido objeto de una adquisición hostil.
Es hora de que las democracias del mundo recuperen el control de la ONU.
* Yair Lapid es miembro de la Knesset y presidente del partido Yesh Atid.
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