Traducido para porisrael.org por José Blumenfeld
Una ciudad en las afueras de París, Bondy, presidida por la alcalde socialista Sylvine Thomassin, aprobó el boicot de productos israelíes de Judea y Samaria. No es la primera vez. Leicester, la décima ciudad más grande del RU, también ha prohibido los «productos hechos en Israel» y la ciudad irlandesa de Kinvara informó a las tiendas, restaurantes e incluso farmacias que ya no pueden vender productos israelíes.
Unas horas después de que esta ciudad francesa votó el boicot de Israel, dos judíos israelíes, dos «colonos», fueron asesinados por árabes palestinos.
Es un fraude. Es un escándalo sin fin. Es el título de un libro de André Glucksmann: «Silence, on tue». ¡Silencio, mata! Incluso aunque la amenaza de un nuevo exterminio de los judíos es hoy una realidad y una promesa, los guardianes de la memoria en Occidente siguen distinguiendo entre antisemitismo, que es piadosamente condenado en homenaje al Holocausto, y antisionismo, un odio a Israel que es aceptado y propagado con entusiasmo.
La cultura europea sostiene que los israelíes asesinados hoy por ser judíos, no tienen nada que ver con sus padres asesinados en las cámaras de gas; que el antisemitismo detrás del Holocausto es un mal singular del pasado.
La extinción del judaísmo europeo tuvo lugar en medio del fracaso total de la cultura europea. Hoy en día en Occidente existe una conciencia indiferente a la diaria demonización y al dolor infligido a los judíos por los árabes palestinos.
Hace 40 años esta semana, en 1976, terroristas secuestraron en Entebbe un avión lleno de israelíes, seleccionaron rehenes haciéndoles declarar sus nombres, y detuvieron a los 105 judíos a bordo. Algunos de ellos eran sobrevivientes de los campos de concentración que habían experimentado el mismo tipo de selección más de treinta años antes. Uno de ellos, Pasco Cohen, fue asesinado frente a su hija.
Vimos la misma escena en Hebron, pero también en Dacca, Bangladesh, donde 9 italianos fueron masacrados por ISIS.
Para un amplio sector del mundo y del mundo islámico, Israel no es más que un pedazo de bienes raíces que debe ser restaurado al Islam. Pero cuando vayan por Israel, irán por el resto del mundo libre.
La semana pasada, Abu Mazen, el rostro «moderado» de la Autoridad Palestina, estuvo en Bruselas para recibir una ovación de pie después de decir que un grupo de rabinos israelíes aconsejó a «colonos» envenenar el agua para matar a la mayor cantidad posible de árabes palestinos. Una mentira desvergonzada. Pero el discurso de odio funciona. Funciona cuando vibra desde el corazón de la vieja Europa, así como cuando es promovido por Ramallah.
En veinticuatro horas, dos civiles israelíes fueron asesinados a sangre fría. El asesinato de judíos había logrado una ovación de pie de la UE.
Y luego está esa pasión británica de odiar judíos.
Hace tan sólo unos días, Jeremy Corbyn estuvo hablando sobre el informe sobre antisemitismo en su Partido Laborista: «Nuestros amigos judíos no son más responsables de las acciones de Israel que nuestros amigos musulmanes del Estado Islámico de estilo propio».
Sí, hemos oído bien: Israel es como ISIS y el Primer Ministro Netanyahu es como el Califa Baghdadi.
Desde que fue elegido secretario del Partido Laborista, Corbyn cayó en un escándalo antisemita tras otro. La comparación fatal y despreciable entre Israel e ISIS es compartida por muchos parlamentarios laboristas y consejeros suspendidos en los últimos meses (entre ellos Livingstone, el ex alcalde de Londres).
Pero esto no es de extrañar por otra razón.
Lo que dijo Corbyn es compartido por la mayoría de la élite británica humanitaria. La ONU fue inteligente al designar como enviado a los territorios palestinos al profesor de derecho de la Universidad Queen Mary de Londres, Penny Green, que también comparó a Israel con el Estado islámico.
Es una paradoja obscena e inaceptable: que la víctima se convierta en victimario, que el judío se convierte en el nuevo nazi. Durante la última guerra en Gaza, en el verano de 2014, The Independent, el diario británico de izquierda, escribió que Israel es una «comunidad de asesinos de niños».
La intellighentsia británica ha justificado durante años un baño de sangre del pueblo israelí. El poeta Tom Paulin deseó la muerte a los «colonos judíos», el dramaturgo Caryl Churchill escribió un obra de teatro abiertamente antisemita, el novelista Iain Banks anunció que sus libros no serían traducidos al hebreo, una tapa del semanario New Stateman denunció la «Conspiración Kasher», la profesora británica Mona Baker despidió a dos colegas israelíes de una revista académica y el premio Nobel Harold Pinter declaró a Israel «el factor central en el malestar del mundo».
La cultura británica está llena de estos ejemplos del primitivo antisemitismo.
Temo que el oscuro e irracional llamado a la opresión de los judíos ha prevalecido una vez más en nuestra sociedad, contra toda lógica, contra todo progreso. Unas pocas horas después de que el Sr. Corbyn comparó a Israel con ISIS, un terrorista palestino asesinó a apuñaladas a una joven israelí mientras estaba durmiendo en su cama cerca de Hebrón.
Nunca lo admitirían, pero para la mayoría de estos hipócritas británicos y para muchos de sus homólogos europeos, Hallel-Yaffa Ariel y el rabino Michael Marcos lo merecían.
http://www.israelnationalnews.com/Articles/Article.aspx/19133#.V3ls_PmLTGI
Lo triste de esto,es que la palabra(Tanaj),lo dice y lo advierte,por lo tanto es una verdad,nos guste o no, los israelitas odian a muerte a los Israelitas