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| sábado abril 20, 2024

Prisiones: Harvard para Extremistas


 

Traducido para porisrael.org por José Blumenfeld

«Si me detienen y me encarcelan, continuaré en la cárcel. Radicalizaré a todos en la cárcel». – Anjem Choudary, citado por el Daily Mail. 

Uno de los factores más preocupantes es la vulnerabilidad de los nuevos conversos al extremismo. Comenzando con un mínimo conocimiento de su nueva fe, los conversos son fácilmente atraídos a adoptar formas estrictas del Islam, guiados por los extremistas existentes y por la literatura extremista libremente disponible en las cárceles. 

«La corrección política en las cárceles permite que florezca el extremismo porque los guardias tienen demasiado miedo de enfrentar a los musulmanes». Los extremistas «explotan… el temor del personal a ser calificados de racistas». – The Telegraph, citando un informe de Ian Acheson, ex director de una prisión británica.

Said al-Shihri, después de su liberación de Guantánamo en 2007, completó y aprobó el programa saudita de desradicalización, luego se convirtió en el líder adjunto de Al Qaeda en Yemen, organizando el bombardeo de la embajada de EE.UU. allí en 2008.

Un MP del laborismo, Khalid Mahmood, señaló que muchos de los mentores que se supone deben orientar a los jóvenes para evitar que se conviertan en extremistas son ellos mismos extremistas no violentos.

Gran Bretaña no tiene pocas figuras extremistas irritantes y canallescas. Uno piensa en el actual líder del partido laborista, el trotskista Jeremy Corbyn, un «amigo» de Hamas y Hezbollah; en el antisemita de extrema izquierda ex alcalde de Londres, Ken Livingstone, recientemente suspendido del mismo partido por sus comentarios antisemitas; o en George Galloway, que defendió y presionó a favor de Saddam Hussein y le pidió al líder iraquí que conquistara Israel y recuperara Jerusalén. Hemos tenido, de nuestra parte, más de auto jactancia y santurronas figuras religiosas, también, sobre todo la serie de predicadores de odio musulmanes que recorren nuestras universidades y mezquitas, radicalizando a estudiantes y a un montón de otros jóvenes impresionables y que se enojan fácilmente.

Pero muchos de nosotros nos preocupamos por la alta tasa de radicalización manipulada por extremistas musulmanes como Anjem Choudary, que durante unos veinte años ha tratado de promover algunos de los movimientos islamistas más extremistas de Gran Bretaña. Su técnica de entrevista es decir cosas que sean ofensivas, o por momentos aparentemente dementes, manteniéndose tranquilo y aparentemente racional. Predica odio a la democracia, aversión a la ley británica, y una franca falta de respeto por todos los no musulmanes. En otras circunstancias, sería un político muy capaz. En realidad, es un traidor a su país, un manipulador de jóvenes vulnerables, y probablemente se revela mejor en sus propias palabras:

  • «Nosotros [los musulmanes] tomamos la Jizya, que es nuestra de todos modos. La situación normal es tomar el dinero de los kuffar [no musulmanes]. Nos dan el dinero. Usted trabaja, dennos el dinero, Allahu Akhbar. Tomamos el dinero».

Y:

  • ‘La próxima vez que tu hijo esté en la escuela y el maestro pregunte: «¿Cuál es tu ambición?’ Deberían decir, ‘dominar al mundo entero para el Islam, incluyendo Gran Bretaña, esa es mi ambición'».

Y, en relación con el rehén británico, Alan Henning, un trabajador de ayuda voluntaria a punto de ser decapitado por el Estado Islámico: «En el Corán no te está permitido sentir lástima por los no musulmanes. No me siento mal por él».

O, proféticamente, «Si me detienen y me encarcelan», ha dicho, «Continuaré en la cárcel. Radicalizaré a todos en la cárcel».

Ha llamado a enarbolar la «bandera de la Sharia» encima de 10 Downing Street; a convertir el Palacio de Buckingham en una mezquita, y a que ley sharia islámica reemplazar la ley secular británica – mientras que predice que en poco tiempo los musulmanes se apoderarán de este país. Estos pueden ser sueños infantiles, pero actualmente están inspirando ataques terroristas e incrementando las amenazas de seguridad.

Nacido en Londres en 1967, Choudary es abogado de profesión. Sonríe despectivamente cuando proclama su superioridad sobre la población no musulmana del RU. Con Omar Bakri Muhammad, creó al-Muhajiroun, un grupo salafista vinculado a la mitad de los ataques terroristas en el RU durante los últimos 20 años. Cuando fue prohibido en 2005, resurgió bajo diferentes alias, reformándose cada vez que se ponía en marcha otra prohibición: Islam4UK; al.Ghurabaa; la Secta Salvada; Need4Khilafah; el Proyecto Sharia; y la Asociación Islámica Dawah.

Choudary había sido detenido más de una vez, pero pronto reaparecía en la vida pública. Su conocimiento de la ley, hasta hace muy poco tiempo, le permitió evadir el castigo.

La policía británica ha revelado ahora sus vínculos con 500 terroristas del Estado Islámico.

El Sr. Choudary, sin embargo, y un seguidor más joven, Mohammed Rahman, entre agosto y septiembre de 2014, publicaron discursos en la apenas secreta página web de YouTube, en los que animan a los oyentes a apoyar y unirse al Estado Islámico, instándolos a viajar a Siria para tomar parte en la lucha. Choudary, aparentemente, había aceptado la afirmación de Abu Bakr al-Baghdadi de ser el último de la larga, aunque interrumpida, cadena de califas musulmanes. Baghdadi continúa reivindicando esa afirmación a través de su liderazgo del grupo terrorista Estado Islámico, no sólo en Irak y Siria, sino en varios otros países musulmanes – por no hablar de cientos de operativos que ahora se infiltran en Europa. De acuerdo con la tradición, largamente establecida, Choudary declaró bay’a (lealtad formal) al califa.

El 5 de agosto de 2015 Choudary fue acusado, en virtud del artículo 12 de la Ley Antiterrorista (2000), de invitar a otros, entre junio de 2014 y marzo de 2015, a apoyar a una organización prohibida, el Estado Islámico. Fue juzgado junto con Rahman y condenado el 28 de julio de 2016. Su sentencia será dictada este mes. Se estima que será metido preso alrededor de 10 años.

Si eso parece poco, podría ser menor. A diferencia de Estados Unidos, donde muchos delincuentes sirven el tiempo completo, el sistema del RU es más flexible. De acuerdo con las disposiciones de la Ley de Justicia Penal de 2003, introducida en 2005, se requiere que todos los presos que cumplen una pena fija sirvan la mitad de su condena en prisión. Entonces son liberados de la cárcel y se mantienen en licencia (bajo la supervisión de libertad condicional) durante la otra mitad de su condena. En cinco años, por lo tanto, Choudary posiblemente podría estar de vuelta en la comunidad y asistiendo a una mezquita y a festividades religiosas.

Irónicamente, esa podría ser la menor de nuestras preocupaciones. La prisión es el último lugar donde cualquier persona con afiliaciones terroristas y extremistas debe ser enviada. En las cárceles británicas las publicaciones extremistas son ampliamente distribuidas a los prisioneros. En abril de 2016, una revisión ordenada por el Ministro de Justicia Michael Gove reveló que, en noviembre de 2015, habían sido encontrados materiales extremistas en más de diez cárceles. Escribiendo en The Telegraph, Sophie Jamieson resumió algunas de las conclusiones del informe:

  • Literatura de odio extremista islámico está disponible en las estanterías de las cárceles británicas y es distribuida a los internos por capellanes musulmanes, según un informe filtrado.
  • Una revisión del extremismo en las prisiones encontró que panfletos misóginos y homofóbicos y folletos de odio que avalan la muerte de los apóstatas, estaban disponibles en las salas de la capellanía, informó el Times.
  • Literatura de odio y CDs, se informa, fueron descubiertos en noviembre en más de diez prisiones.

Que el extremismo existe dentro del sistema de capellanía de las prisiones británicas no debería ser demasiado sorprendente. Samuel Westrop ha señalado que existen innumerables vínculos entre los capellanes musulmanes y organizaciones extremistas como Hizb ut Tahrir, Jamaat-e Islami, Al-Hikma Media, y muchas más. En un importante informe, Develando a al-Qaeda, publicado en 2009 por la Fundación Quilliam, se identificaron estrechos vínculos con grupos como al Qaeda entre los capellanes musulmanes y los internos. El informe recomendó:

  • «La eliminación de todos los libros, diarios y televisores en los centros de desradicalización, creará gradualmente una gran avidez entre los prisioneros extremistas (muchos de los cuales son muy cultos e inteligentes) por nueva información y literatura. A los presos que muestren buen comportamiento y evidencia de reforma, se les puede suministrar gradualmente libros de contra extremismo, ya sea escritos por autores musulmanes más moderados (incluyendo libros de ex extremistas de grupos como al-Gamaa al Islamiya). Tales libros deben ser suministrados con moderación con el fin de obligar a los internos a leerlos».

Sin embargo, siete años después, un informe del gobierno reveló que la literatura extremista sigue estando libremente disponible para los internos.

El informe identifica varios factores que causan o desempeñan un papel en la radicalización en prisión: el extremismo visto como una solución lógica para otros problemas; el extremismo como un ‘nuevo comienzo’; la prisión profundiza la radicalización («Aunque algunos individuos primero adoptan ideologías extremistas sólo mientras están en la cárcel, en otros casos personas que entraron en la cárcel como extremistas se vuelven más radicales como resultado de sus experiencias allí»); percepciones de malos tratos en la cárcel; el extremismo como una extensión del comportamiento anterior; el extremismo provoca cambios drásticos de comportamiento; el extremismo puede continuar después de la liberación.

Uno de los factores más preocupantes es la vulnerabilidad de los nuevos conversos a la radicalización. Debido a que comienzan con un mínimo conocimiento de su nueva fe, los conversos son atraídos fácilmente a adoptar formas estrictas del Islam, un pasaje a través del cual pueden ser guiados por los extremistas existentes y por el tipo de literatura extremista libremente disponible en la cárcel.

Pero hay razones para la indulgencia dada a los que radicalizan y al recién radicalizado en las cárceles británicas. Citando un informe clasificado de agosto de 2016 escrito para el Ministerio Británico de Justicia por Ian Acheson, ex director de prisión, el editor político de The Telegraph, Peter Dominiczak, discute que la «corrección política en las prisiones está permitiendo que el extremismo florezca porque los guardias tienen demasiado miedo de enfrentar a los musulmanes».

Acheson advierte que el personal de supervisión están siendo «presionado» para que salga de las salas de oración durante el culto colectivo y que los extremistas están «explotando el miedo… del personal de ser calificados de racistas». El informe concluye que la «sensibilidad cultural» entre el personal del Servicio Nacional de Tratamiento de Delincuentes hacia los prisioneros musulmanes se ha «extendido más allá de los requisitos básicos de la observancia de la fe y podría inhibir la confrontación eficaz de los puntos de vista extremistas».

El informe también advirtió que «presos islamistas extremistas carismáticos [están] actuando como supuestos ‘emires’ y ejerciendo una influencia controladora y radicalizada de la población penal musulmana en general». Concluía que algunos presos carismáticos habían ejercido una influencia radicalizadora sobre compañeros musulmanes. Y afirmó que «algunos han tratado de manipular la segregación, alentado agresivas conversiones al Islam, y han participado en la intimidación de los imanes de la prisión».

Según la BBC, «Los internos musulmanes representan ahora el 14,4% de las personas tras las rejas, en comparación con el 7,7% en 2002». En otras palabras, que la «población penal musulmán en general» es extensa. En los diez años transcurridos entre 2004 y 2014, el número de musulmanes en las cárceles aumentó de 6.571 a 12.106.

En estas condiciones – que se replican en Francia, Holanda, España y en otras partes – Choudary podría fácilmente, como ha prometido, continuar radicalizando a otros – cualquier persona predispuesta a prestar oído a sus diatribas contra el mundo «infiel» y su invitación a convertirse al Islam o a convertirse en un musulmán más radical. Posiblemente podría reclutar a más en las calles.

Hay muchos estudios sobre el problema de la radicalización en las prisiones. Por un lado, nuestras leyes democráticas son demasiado débiles para sacar de las calles a los predicadores radicalizadores. Choudary zafó de la cárcel, a pesar de su lenguaje islamista y sus guiños hacia la acción extremista, durante veinte años. No fue el único. Esa debilidad legal, creada por un comprensible deseo de permitir la libertad de expresión, sigue siendo crucial para todos aquellos – trotskistas, neofascistas y militantes islámicos – que quieren derribar la civilización occidental y erigir un régimen totalitario en su lugar. Pero sacar a los agitadores de las calles es objetivamente insuficiente.

Si permitimos que hombres como Anjem Choudary anden por las calles, utilicen cualquier medio que puedan para atraer más jóvenes musulmanes y musulmanes conversos a su redil, y que algunos de esos extremistas recién bautizados se encaminen al Medio Oriente o integren las redes terroristas en Europa. Si mantenemos a estos hombres con esta mentalidad en prisión, las nuevas generaciones de prosélitos se llevarán más que sus efectos personales cuando salgan de la cárcel, un mes o un año más tarde.

Después del informe de Acheson, el gobierno anunció nuevas medidas para abordar algunos de los problemas en las cárceles. Sus propuestas alterarán radicalmente un sistema de cincuenta años de antigüedad, de dispersar a los presos más peligrosos a través de muchas prisiones. Liz Truss, que recientemente sustituyó a Michael Gove como Ministro de Justicia (que había encargado la revisión a Acheson) ha anunciado que, en cambio, los extremistas más peligrosos serán encerrados en prisiones aisladas de alta seguridad, con el fin de evitar que radicalicen a otros internos.

Desafortunadamente, esta propuesta ya ha sido objeto de críticas. Un editorial en el diario de izquierda The Independent cita al profesor Peter Neumann del Centro Internacional para el Estudio de la Radicalización y la Violencia Política en el King’s College, Londres. Neumann sostiene que mantener a los terroristas musulmanes separados de otros presos expone al sistema a dos riesgos. Uno de ellos, según él, es que poner juntos a estos individuos les daría la oportunidad de crear una estructura de mando militar más estrecha que cualquiera que podrían lograr si se los dispersa. La otra es que, al ponerlos en un lugar, existe el peligro de que esto les podría conceder un estatus político. La nueva disposición sería representada como una «Guantánamo Británica» que servirá a los musulmanes en todas partes como una máquina de propaganda.

Neumann va más allá, diciendo que sería un error, en principio, tratar diferente a una categoría de criminales de otra porque sus crímenes están ideológicamente motivados. Sostiene que bajo la ley británica, asesinato es asesinato y terrorismo es terrorismo, independientemente del sistema de creencias en cuyo nombre esos crímenes son llevados a cabo. Esto parece extraordinariamente ingenuo y políticamente correcto. Un hombre que apuñala a su esposa hasta la muerte en un ataque de celos es muy diferente de alguien que ha matado con el fin de cumplir con la voluntad de Dios y que les dice a otras personas que deben hacer lo mismo, tal vez en una masacre.

El editorial muestra sus intereses políticos, diciendo:

  • «The Independent ha estado, durante mucho tiempo, a favor de un replanteo radical sobre las alternativas a la privación de libertad por castigo y rehabilitación. Esa es la solución al problema de los presos que aprenden cómo ser criminales más graves, y también es la manera de evitar que delincuentes menores sean radicalizados en la cárcel».

 

Por desgracia, el autor no explica exactamente cuáles pueden ser estas «alternativas». Sin duda, hay mucho que decir acerca de la búsqueda de mejores formas de apartar a los convictos de una vida de reincidencia. Cuando el autor de este artículo era juez en un tribunal británico, siempre era deprimente mostrar una hoja de registro de un acusado (algo que se muestra, pero nunca se menciona en los procedimientos judiciales). Hombres y mujeres jóvenes entraban y salían de la cárcel tantas veces que parecía que no había manera fácil de romper el ciclo.

La radicalización islámica en las prisiones actualmente plantea, posiblemente, riesgos mucho mayores para el público que la drogadicción o el robo.

Para empezar, expertos no musulmanes deben ser introducidos para evaluar a los capellanes de prisiones o para decidir que no debería nombrarse a más. Ciertamente, estos expertos externos deberían realizar controles periódicos de los libros disponibles para los prisioneros musulmanes en inglés, árabe, urdu, turco o persa, y rechazar cualquiera que pueda ser contencioso.

Sería aconsejable separarlos, incluso si las cárceles están superpobladas. Lo que también podemos hacer es mantener a los radicales, o a los jóvenes que han regresado de luchar por el Estado Islámico, bien lejos de jóvenes delincuentes y de aquellos con riesgo de radicalización. En estos casos, la mejor solución podría ser el aislamiento. Eso será costoso y puede ser atacado por severo. Pero si la corrección política significa que los terroristas, potenciales o reales, sigan siendo tratados con guantes de seda, se perderán las vidas de muchas personas inocentes. Los extremistas y los reclutadores de terroristas no merecen simpatía especial. Ser musulmán no debe ser algún tipo de tarjeta de «salir de la cárcel libre».

Los extremistas musulmanes cuyas creencias están profundamente arraigadas en su identidad deben ser tratados de manera diferente de los drogadictos o delincuentes menores. Solíamos enviar a los adictos a las drogas a la cárcel por seis meses, con la esperanza de que serían mantenidos el tiempo suficiente para cumplir un exhaustivo programa de rehabilitación. A veces puede funcionar. Planes para darles a menores infractores educación y formación, también pueden proporcionar los medios para mantenerlos alejados de la delincuencia después de la liberación. Sin embargo, muchos son críticos de los programas de desradicalización para terroristas o extremistas musulmanes. John Horgan y Kurt Braddock, del Centro Internacional para el Estudio del Terrorismo, en la Universidad Estatal de Pensilvania, han argumentado en contra de la eficacia de estos programas:

  • Hasta la fecha, no existe consenso sobre qué constituye el éxito en la reforma de un terrorista, y aún mucho menos qué constituye la reforma en este contexto. Existe, además, confusión acerca de si algún tipo de rehabilitación está necesariamente originado por la «desradicalización» (en sí mismo un término que no ha sido conceptualizado de manera adecuada, y mucho menos definido) en comparación con otras intervenciones para provocar un cambio de comportamiento. Investigaciones recientes sugieren que muchos de los que se desconectan (o desisten) de la actividad terrorista, no necesariamente están desradicalizados (concebido principalmente a través de un cambio en el pensamiento o las creencias), y que esa desradicalización no es necesariamente un prerrequisito para garantizar un bajo riesgo de reincidencia.

 

Mucho se ha dicho sobre el amplio programa de desradicalización y rehabilitación saudita que fue iniciado en 2004 por el Viceministro del Interior Príncipe Muhammad bin Nayef, que está dirigido por el Comité Consultivo con sede en Riad, y cuenta con siete oficinas regionales. Los sauditas han proclamado un tremendo éxito de su programa, pero Andreas Capstack, escribiendo para el Instituto de Medio Oriente, otorga severas calificaciones a ese éxito:

  • A primera vista, las cifras de los programas de desradicalización en Arabia Saudita son notables. En 2007, el Sheikh Al-Sadlan, un miembro del Programa de Orientación, anunció que el 90 por ciento de los participantes habían renunciado a sus puntos de vista radicales y que 1.500 de los 3.200 presos que participaron en el programa habían sido puestos en libertad. Además, en noviembre de 2007, el Príncipe Muhammad bin Nayef afirmó que había habido sólo 35 casos registrados de reincidencia, equivalente a una tasa de menos del dos por ciento, y ninguno de los actos de violencia resultantes de esta reincidencia se produjo dentro de Arabia Saudita. Sin embargo, el pequeño número de casos en que los individuos han resistido a la rehabilitación no pueden ser ignorados debido a la gravedad de algunos de estos casos. El ejemplo más notable es Said al-Shihri, que, después de ser liberado de Guantánamo en 2007, completó y aprobó el programa de desradicalización saudita, pero luego se convirtió en el líder adjunto de Al Qaeda en Yemen, organizando el bombardeo de la embajada de Estados Unidos en Sana’a en 2008. Se ha estimado que el 10 por ciento de los jihadistas encarcelados, muchos de los cuales han sido detenidos previamente por Estados Unidos en Irak o en Guantánamo, son «acérrimos militantes con arraigadas creencias pervertidas». Es probable que se nieguen a cooperar con el proceso de rehabilitación, descartando a los clérigos por haber sido cooptados por el gobierno saudita alineado con occidente; como resultado, probablemente están más allá del alcance de cualquier programa de desradicalización.

 

  • Esta cifra del «acérrimo» 10 por ciento se corresponde perfectamente con la tasa de éxito del 90 por ciento del programa, e incluiría a los más violentos y peligrosos extremistas encarcelados. Aunque es poco probable que estos prisioneros sean liberados – rehabilitados o no (el caso de al-Shihri es una excepción) – aún significa que la eficacia de la campaña de rehabilitación se limita principalmente a infractores menores y simpatizantes jihadistas y simpatizantes que ya pueden estar buscando una salida del jihadismo, habiéndose desilusionado por las circunstancias que condujeron a su captura. Los resultados de la campaña Sakinah, que anunció en 2007 que habían persuadido a 690 individuos de Arabia Saudita y otros países de «retractarse de su takfir y puntos de vista pervertidos», deben ser calificados de manera similar.

Si a los sauditas, los propios defensores de un enfoque salafista, les resulta tan difícil desradicalizar a su núcleo duro, hay pocas esperanzas de que Choudary y sus amigos salgan de las cárceles británicas como hombres reformados e integrados.

Un informe publicado en agosto de 2016 muestra que la mitad de los musulmanes del RU considera estar en riesgo de limpieza por parte del Estado Islámico si no se han negado a participar en el programa antiradicalización del gobierno, «Chanel», parte de la más amplia estrategia de prevención. Un MP Laborista, Khalid Mahmood, exigió que el programa sea obligatorio y señaló que muchos de los mentores que se supone deben orientar a los jóvenes a no convertirse en radicalizados, son ellos mismos radicales no violentos. Esto significa que los que están en riesgo estaban siendo aconsejados a estar de acuerdo con la ideología que finalmente conduce a la violencia. Claramente tenemos un largo camino por recorrer antes de que los gobiernos tomen la radicalización islámica con la seriedad que merece.

***Denis MacEoin ha estudiado, enseñado y escrito sobre el Islam desde principios de la década de los años 1970, ha servido como magistrado, y ha sido un Distinguished Senior Fellow en el Instituto Gatestone desde 2014

 

https://www.gatestoneinstitute.org/8873/prisons-radical-islam

 

 
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