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| domingo diciembre 22, 2024

El último odio aceptable


 

Traducido para porisrael.org por José Blumenfeld

Esta semana, todos los principales medios de noticias suecos informaron que la ciudad de Malmö está invirtiendo en un esfuerzo educativo integral, iniciado por la comunidad judía, con el objeto de combatir el aumento del antisemitismo que ha plagado la ciudad durante muchos años. Como parte de este esfuerzo, 288 maestros están recibiendo formación específica sobre el tema del antisemitismo, y recientemente produjeron materiales educativos en forma de libros y películas que se entregarán a los alumnos para «facilitar una conversación» y enseñarles acerca de la cuestión del odio al judío, histórica y actualmente.

Son informados más crímenes de odio antisemitas en Malmö, la tercera ciudad más grande de Suecia, que en cualquier otra ciudad del país, y los judíos que viven allí se han acostumbrado a un acoso constante, les lanzan huevos y les gritan, los degradan e incluso los atacan físicamente. El rabino de Jabad de Malmö, Schneur Kesselman, informó sobre 80 ataques antisemitas entre 2004 y 2010, y aunque no hay cifras oficiales desde entonces, se supone que las cosas no han mejorado.

Después de la Segunda Guerra Mundial, la población judía de Malmö alcanzó un máximo de 4.000 personas. En los últimos años, debido a la declinante economía de la ciudad y el aumento de los incidentes antisemitas por la llegada de musulmanes, la ciudad ha ido perdiendo su población judía. Hoy, la comunidad judía organizada de la ciudad sólo cuenta con 550 miembros, y cada año más judíos se van hacia Estocolmo, Estados Unidos o Israel.

Cualquier esfuerzo para disminuir los crímenes de odio antisemita en Malmö es una buena cosa, pero me apena que niños y adultos tengan que ser educados específicamente para no odiar y no atacar a judíos y, tal vez incluso más, porque después de todos estos años de persecución, la iniciativa de hacerlo proviene de los propios judíos, y no del establishment político.

Vivimos en una época en que todo grupo es considerado protegido, susceptible y en situación de riesgo, hasta tal punto que cada palabra que pronunciamos y cada frase que escribimos es puesta bajo el microscopio en busca de agresión, opresión u «otredad», Dios no lo permita. Organizaciones como Black Lives Matters han elevado los índices de afiliación – muchos de los que se incorporan son judíos – y hemos presenciado meses de debate sobre baños públicos y quienes deberían utilizar cuales, de modo de no ofender a una sola frágil alma. Es el amanecer de una era extraña, cuando una persona o un grupo aumentan su estatus y credibilidad por estar, o sentirse, oprimidos y perseguidos.

Pero hay un grupo que, a pesar de su larga historia de persecución real y el estado del sufrimiento actual, no logra ser incluido. Una minoría que nunca parece ser tenida en cuenta, no importa lo mucho que  ruega ser tenida en cuenta.

Desde 2004 se han informado ataques a los judíos de Malmö, pero sólo ahora – después de cientos de informes policiales, indignados artículos de noticias y la parida de la gran mayoría de la comunidad – han comenzado con la «educación». ¿Hubiera tomado tanto tiempo con cualquier otro grupo? Si los destinatarios de los huevos podridos, las palabrotas y la rabia, hubieran sido jóvenes transexuales, musulmanes o ancianos, ¿las autoridades habrían esperado 12 años, y hubieran iniciado una «reconciliación», cuando es sólo una de las partes la que está iniciando las hostilidades?

El material educativo no debería centrarse en el Holocausto o en una definición de diccionario de antisemitismo para niños o incluso pintar retratos amistosos de judíos benévolos. Se les debería preguntar a los alumnos y a sus padres por qué el antisemitismo es el único odio aceptable. Los judíos de Malmö no deberían ser responsables de encontrar una solución a su persecución y no deberían mostrarse imágenes de víctimas del Holocausto para que cualquier persona entienda.

Con o sin el Holocausto, los judíos merecen el mismo derecho que cualquier otra persona de no sentirse amenazados. Estoy perpleja por la constante insinuación de que tenemos que enseñar una historia pasada para garantizar protección.

Contrariamente a la opinión popular, el antisemitismo no es una «cuestión judía». La mayoría de los judíos no son antisemitas, después de todo. Aunque es nuestro problema, la solución no debe ni puede provenir de nosotros. Aplaudo la educación en cualquier forma, pero dudo que algún folleto de lujo detenga lo que está pasando en la ciudad. La gente ahí lo sabe y, sin embargo, odia. No son conscientes, pero quizás no están dispuestos a arreglar lo que está roto en Malmö y en ellos.

Annika Hernroth-Rothstein es asesora política y escritora sobre el Oriente Medio, asuntos religiosos y antisemitismo global.

http://www.israelhayom.com/site/newsletter_opinion.php?id=17139

 
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