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| viernes noviembre 22, 2024

Algo nuevo para el mundo


 

Abu Salim, un conocido sufí de Almería fue a visitar al Rabí Yehuda Adalin de Granada porque le habían llegado rumores de que, en su enseñanza, éste siempre decía que ´´ cada ser humano trae consigo algo nuevo al mundo, alto totalmente renovador´´.

-Nuestro maestro, alabado sea Alláh por haberlo criado y alimentado, nuestro maestro Ibn Khaldum-dijo el sufí de Almería-, sostuvo que los ciclos se repiten, que la Historia recurre y que los seres humanos cometemos una y otra vez el mismo error. Si es verdaderamente así¿a qué novedad te refieres tu? ¿Qué traemos de nuevo a este viejo y gastado universo?

Rabí Yehuda Adalin poseía una herboristería en el mercado de la ciudad, compraba y vendía plumas de oca para escribir y tenía reputación de excelente calígrafo, por lo menos eso decían en la corte. Corría el año 1085 de la Hégira y la reciente luna de la primavera brillaba en un cielo de diluidas ágatas cuando aún no se había puesto el sol.

-Considera esta pluma-le confesó Yehuda Adalin a su visitante, mostrándole el cálamo en el que trabajaba-, considérala en el cuerpo de la criatura que la poseyó. Era ligera y fina como todas, y tan blanca que avergonzaba a las nubes. Como sabes, las ocas están entre nosotros, sobre la tierra del Creador, desde tiempo inmemorial, por lo que es probable que esta pluma no haya cambiado nada desde que salió, segregada por un sueño impecable, de la mente de su Hacedor. Sin embargo las direcciones de su vuelo mientras estuvo en el ala, el color de las tardes que atravesó, la fineza de sus bárbulas y la flexibilidad de sus raquis bajo la lluvia la hicieron distinta de todas las demás. Es cierto que formas idénticas vienen una y otra vez al mundo, pero su historia y movimientos difieren.

-No te entiendo-suspiró el sufí de Almería.

-Toma-le dijo el judío-, lanza la pluma al aire primero tú y luego lo haré yo.

Abu Salim arrojó la blanca pluma de oca hacia arriba y la observó caer girando sobre su eje como un remolino de luz sólida. Un instante después la lanzó el judío y la pluma cayó de modo diferente, aunque también parecido.

-La novedad no está en la caída sino en el vuelo-comentó Rabí Yehuda Adalin-. Más aún; la novedad está en el arrojo con que imprime su pasaje en el aire. Así también son nuestras vidas. Caer caeremos todos, pero está en nuestras manos y voluntad hacerlo con elegancia o estrépito, para bien del suelo o mal del firmamento. Tómala-agregó Yehuda Adalín tendiéndole la pluma-, veía envejecer mis manos y ahora acaba de nacer para ti.

-Te escribiré con ella desde Almería-dijo el sufí con una sonrisa-para hablarte del mar que no has visto.

-Y yo te contestaré desde Granada-respondió el calígrafo-para recordarte los aromas que ya has olido.

Mario Satz

La Kábala considera, por el valor numérico de la palabra pluma, notzáh ( hcwn= 151), y que equivale al de

cosecha, recolección, asif ( Vys) = 151), que a cada uno de nuestros vuelos y desplazamientos mentales le corresponde un nivel de cielo, al mismo tiempo que un oasis de luz interior onavéh  ( hwn )que la pluma, y en potencia, ya contenía. En la Edad Media y para escribir tanto el Corán como la Torá se empleaban indistintamente cañas o plumas, dependiendo de la época del año y de los abastos del comercio internacional, de sus mercados y transacciones

 
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