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| sábado abril 27, 2024

El verdadero oro de Jerusalen


El número de los tontos, dice la Biblia, es innumerable, pero aún lo es más es el los malintencionados y resentidos, que han presionado para que Jerusalén y su monte sagrado se desvinculen del judaísmo, cosa que no sólo no ocurrirá nunca sino que, y si en la lejanía y el exilio estaban vivos en la memoria del pueblo, hoy lo están aún más. Los palestinos y sus asociados parecen haber ganado un round en el combate librado en el seno de la Unesco, una organización vendida al mejor postor, pero no han adelantado nada en la búsqueda de una solución a sus problemas. Israel debería promover un día de la ira judía en todo el país para que su grito llegara bien alto en la afirmación de la judeidad de esa tierra tristemente herida por desencuentros y odios milenarios. Para nosotros los judíos el verdadero valor de Jerusalén es el oro de su memoria, la plata de su sonoro destino de faro del mundo, el cobre de su indeleble belleza tal y como la describe la poeta Shemer. Es la ciudad eco, el hábitat prodigioso del verbo sagrado, el diamante cultural que ha cortado y tallado más de una faceta de las otras dos religiones del libro, la cristiana y la musulmana.

Por eso un ataque a lo que de judío contiene es, en realidad, un ataque al resto del mundo de la cultura. Leemos en el misterioso y afilado Libro de la claridad, texto fundamental de la Kábala provenzal, que :´´¿ Por qué el oro se llama zahab? Porque hay en él tres atributos: lo masculino encarnado en la letra zain de zajar; luego la hei que simboliza el alma, y por fin la letra bet, ´´.Signo este último que le concede su extraordinaria estabilidad de metal precioso. O sea que Jerusalén tiene un alma y ese alma es la nuestra; conferida, moldeada por siglos de cantos, llantos y loanzas. Por lo tanto negar ese áurico nexo es negarnos, de tal manera que la maniobra palestina no es sólo un gesto dirigido contra nuestra pertenencia a ese sitio sino contra el totum Israel, y ese todo es el que debería alzarse en un día de la ira para demostrar que no cederemos ni un ápice. Abdicar de Jerusalén sería abdicar de nuestra identidad suprema. Puede que la Unesco pueda prescindir de Israel, pero nosotros no la necesitamos para que nos perdone la vida. Para desdicha de todos, al mundo no le interesan las pruebas que demuestren esto o aquello, lo que le interesa es mantener en alto la antorcha de la irresponsabilidad, sacarse de encima lo que le pesa. Lavarse las manos como Pilatos.

Sin embargo la verdad siempre abre un camino en la maleza. Si el Mar Rojo separó sus aguas para dejarnos pasar, también se abrirán las sendas de la auténtica restitución y el insoslayable reconocimiento de lo que el Monte del Templo y Jerusalén representan para nosotros. Y no necesariamente por la fuerza sino por el espíritu, por los valores y la cosmovisión que sustenta nuestra identidad. Necesitamos hablar en voz alta e insistir, demostrar una y otra vez que aquel que nos maldice se maldice y aquel que nos bendice se bendice, así está escrito en torno a Abraham, que, por cierto, los musulmanes llaman, tras apropiárselo, ´´el amigo de Dios´´. No es tiempo para seguir tragando sapos y otros alimentos venenosos , es momento para luchar con la palabra y el alma en defensa de lo que amamos y nos pertenece.
Mario Satz

 
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