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| miércoles diciembre 11, 2024

AJAREI MOT-KEDOSHIM


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Luego de la muerte de Nadav y Avihu, Di-s advierte sobre la entrada “al lugar santo” sin autorización. Sólo el Cohen Gadol (Sumo Sacerdote) puede, una vez al año, en Iom Kipur, entrar al cuarto más interno del Santuario para ofrendar el santo incienso – ketoret a Di-s.

Otra de las características del Día de Expiación es el azar echado sobre dos carneros para determinar cuál debe ser ofrendado a Di-s y cuál debe ser despachado para cargar los pecados de Israel hacia el desierto.

La parashá Ajarei también advierte sobre ofrendar korbanot (ofrendas animales o vegetales) en cualquier otro lugar excepto el Santo Templo, prohíbe el consumo de sangre, y detalla las leyes de relaciones prohibidas, prohibiendo el incesto y cualquier otra relación sexual inapropiada.

La sección Kedoshím comienza con la frase “Serás santo, porque Yo, Di-s vuestro Señor, soy santo”; esto es seguido por docenas de Mitzvot (mandatos Divinos) a través de los cuales el judío se santifica a sí mismo y se relaciona con la santidad de Di-s.

Estos incluyen: la prohibición contra idolatría, la Mitzvá de caridad, el principio de igualdad frente a la ley, Shabat, moralidad sexual, honestidad en los negocios, honor y temor a los padres, la importancia de la vida.

También en Kedoshím se encuentra la frase que el gran Rabí Akiva enseñó que se trata de un principio cardinal de la fe judía y sobre la cual Hilel dijo: “Esta es toda la Torá, el resto es comentario” – Ama a tu prójimo como a ti mismo

 

AMARLO A PESAR DE…

 

No nos es difícil amar a nuestro prójimo cuando compartimos cosas, proyectos, alegrías, tristezas.

No nos es difícil amar a nuestro prójimo cuando coincidimos en nuestras metas, tenemos temperamentos similares y un mismo nivel cultural.

¿Pero qué ocurre cuando estas couincidencias no se dan? ¿Qué ocurre cunado no compartimos proyectos, metas, nivel cultural, etc.?

Y aquí es donde nuestra parashá nos dice: “Ama a tu prójimo comop a ti mismo”.

Si, debemos amarlo, no importa cuan diferente sea de nosotros, no importa si disentimos. Debemos amarlo por un solo motivo: ¡ES NUESTRO PRÓJIMO!

 

Somos Uno

Los humanos no somos autos

Por Tzvi Freeman

 

Algunas personas piensan en la gente como si fuesen autos en una carretera: Cada uno con su propio origen y destino, relacionándose con los demás solo para negociar cambios de carril y giros. Para los autos, la proximidad es peligro y la soledad es libertad… ¿Y para nosotros?

Las personas no son autos. Los seres vivos se necesitan, se fortalecen uno a otro, comparten sus destinos y los alcanzan juntos. Cuando estamos vivos, proximidad es calor, soledad es opresión.

La gente pertenece a las familias. Las familias establecen comunidades. Las comunidades constituyen la gran cantidad de gente colorida del mundo. Y toda esa gente conforma un cuerpo solo, magnífico, con una sola alma llamada humanidad.

Algunos dividen este cuerpo en seis mil millones de fragmentos y los enrollan nuevamente en una sola masa. Quisieran que cada persona haga lo suyo a su manera y al mismo tiempo se relacionara con cada individuo en el planeta. Ellos no ven diferencias entre las personas.

Pero somos como hojas extendidas de las ramitas que se ramifican de ramitas más grandes en las ramas de ramas más grandes hasta que alcanzamos el tronco y las raíces comunes a todos nosotros.

Cada uno tiene su lugar en este árbol de la vida, cada uno su fuente de fortaleza – y en esto confía el árbol para su misma supervivencia.

Ningunos de nosotros camina solo. Cada uno lleva las experiencias de antepasados dondequiera que vaya, junto con sus apuros, sus traumas, sus victorias, sus esperanzas y sus aspiraciones. Nuestros pensamientos crecen de sus pensamientos, nuestro destino se forma de sus metas. En el pico más alto al que conseguimos llegar, allí están ellos, sosteniendo nuestra mano, empujándonos hacia arriba, proporcionando los hombros sobre quienes estar parados. Y compartimos esos hombros, ese sentido, esa herencia con todos los hermanos y hermanas de nuestro pueblo.

Es por eso que nuestra propia gente es tan importante: Si deseamos estar en paz con cualquier otra persona en el mundo, debemos comenzar con nuestros propios hermanos y hermanas. Para eso debes encontrar la paz dentro de ti mismo. Y solamente cuando la encuentres, puedes ayudarnos a encontrar la paz para el mundo entero.

Cada judío es un hermano o hermana de una gran familia de muchos millares de años. Donde camina un judío, allí caminan sabios y mártires, héroes y heroínas, leyendas y milagros, todo el camino nos lleva de nuevo a Abraham y Sara, los primeros dos judíos que desafiaron el mundo entero con sus ideales.

Caminan con él los jirones, la sangre y la audacia de milenios, la herencia de los que vivieron, anhelaron y murieron por un Mundo por venir, un mundo a la manera que fue concebido para ser.

Su destino es nuestro destino. Se satisfacen en nosotros. En cada uno de nosotros y en todos nosotros juntos. Para nosotros es que somos uno.

Cuando un judío hace un acto de la amabilidad, todas nuestras manos se extienden con la suya. Si se cae un judío, todos nosotros tropezamos. Si uno sufre, todos sentimos dolor. Cuando uno se alegra, todos nos sentimos felices. En nuestra unidad encontraremos nuestro destino y nuestro destino es ser uno. Para nosotros somos un solo cuerpo, respirando con un solo sistema de pulmones, palpitando con un solo corazón, conduciendo en un solo sentido del bien.

Somos uno. Dejemos que sea con amor. (www.es.chabad.org)

 

 

 

 
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