En noviembre de 1940, el buque Patria se hallaba amarrado en el puerto de Haifa con más de 1900 refugiados judíos huidos de Europa. Los británicos no permitieron su desembarco en Palestina y planeaban enviarlo a la isla Mauricio, entonces una colonia inglesa. El Hagana, la milicia oficial sionista, intentó sabotear la expulsión de los inmigrantes ilegales al poner una bomba en el barco. Un error en el cálculo de los explosivos hundió al buque y a más de 250 refugiados. El hecho dejaba mal parados a los sionistas. El Times publicó la noticia en la tapa. Quince meses más tarde, en febrero de 1940, el buque Struma se hundía en el Mar Negro con sus 768 refugiados judíos adentro; uno sólo sobrevivió. Fue la más grande tragedia civil ocurrida en altamar durante la Segunda Guerra Mundial. Debido a desperfectos técnicos, el barco se había visto forzado a desviar su trayecto de Rumania a Palestina hacia Estambul. Los británicos se negaban a aceptar la carga humana en Palestina, los turcos no la querían en su país y decidieron remolcar el buque maltrecho y dejarlo abandonado a la deriva. A las pocas horas se hundió. El hecho dejaba mal parados a los británicos. El Times dedicó apenas cuatro párrafos a la noticia de un “buque del Mar Negro” en la segunda página del diario. En contraste, el Washington Post publicó un editorial sobre el tema.
El Times no era precisamente un fanático de la causa sionista y dio amplia cobertura a aquellas noticias que la dañaban. En el verano boreal de 1943 comenzó en Jerusalem el juicio a dos judíos y dos soldados británicos acusados de haber contrabandeado armas a Palestina. El enviado especial del Times a cubrir el evento era Alexander Sedgwick, un estadounidense pro-británico que creía que los sionistas querían un estado “basado en una filosofía no diferente a la de los nazis” según escribió en una carta enviada al dueño del NYT. El título de una de las varias notas dedicadas al asunto fue “Vasto anillo con grandes recursos vinculado a la Agencia Judía en el juicio a los contrabandistas”. La comunidad judía norteamericana no podía salir de su estupor. El mismo diario que estaba enterrando las noticias sobre el genocidio judío en Europa en lo profundo de sus páginas, se estaba enfocando en un caso de contrabando de armas a Palestina. Para ponerlo en perspectiva: unos pocos meses antes había ocurrido el levantamiento del gueto de Varsovia, en el que miembros de la resistencia judía pobremente armados pelearon durante más de tres semanas contra tropas nazis hasta que fueron aniquilados. Fue una épica extraordinaria; menos para el Times. Tuvieron que pasar seis meses antes de que el diario dedicara un editorial al dramático acontecimiento, y cuando lo hizo, no mencionó siquiera que judíos habían estado involucrados, refiriéndose a ellos simplemente como “personas”.
Del mismo modo, en su edición del 2 de marzo de 1944, el diario publicó en la página cuatro -entre otras trece noticias, y escondida dentro de un envío noticioso general desde Londres sobre la realidad europea- un llamado desesperado de la judería polaca al mundo: “En nuestro último momento antes de la muerte, los remanentes de la judería polaca apelan a la ayuda al mundo entero. Que esta, quizás nuestra última voz desde el abismo, llegue a los oídos de todo el mundo”. En la portada de aquél día en el NYT se podía leer, junto a información general sobre la guerra, una noticia acerca de un trámite burocrático que los automovilistas debían hacer. La noticia sobre del exterminio inminente de los últimos judíos de Polonia merecía atención secundaria para los editores del Times. Sin embargo, cuando judíos palestinos hicieron campaña en Estados Unidos a favor de la formación de milicias judías para combatir a los nazis, y lograron el apoyo parcial de la Cámara de Representantes en 1942, el NYT publicó un editorial criticando la iniciativa y al sionismo en general, alegando que provocaría un levantamiento árabe y denunciando que tal idea haría que los aliados terminaran favoreciendo un estado judío en Palestina. Este fue uno de tan sólo dos editoriales principales publicados por el Times sobre asuntos judíos durante todo el período de la Segunda Guerra Mundial.
El dueño del New York Times en esta época era Arthur Hays Sulzberger, un judío de ascendencia alemana que rehusaba definir a los judíos como un pueblo más allá de conformar una religión. “No necesitamos otra unión más que el Shemá Israel” decía. Rechazaba el término “judíos estadounidenses” y prefería “estadounidenses de fe judía”. “Mi trabajo es mostrar cabalmente que yo no suscribo a la tesis de que ´todos los judíos son hermanos´” escribió en una carta a un rabino anti-sionista. Ayudó a establecer el Consejo Americano para el Judaísmo, un movimiento de judíos reformistas que se manifestó públicamente -en medio del Holocausto- contra “el esfuerzo de establecer un Estado Nacional Judío en Palestina o en cualquier lado”. En una misiva enviada a un juez se declaró orgulloso de “desenmascarar la malignidad de la propaganda sionista”. Tras visitar Palestina en 1937 escribió un ensayo, sobre el cual comentó su más ferviente crítico público, el rabino sionista Abba Hillel Silver: “Es de por cierto revelador del tormento y la confusión mental tan característico de este tipo de judío”. En 1942, Sulzberger viajó a Inglaterra donde propuso al Ministro de Relaciones Exteriores Eden y al Secretario Colonial Cranborne unir Irak, Siria y Palestina en un único estado árabe que absorbiera la inmigración judía y se evitara de esta forma la soberanía hebrea. Se reunió también con Winston Churchill, con quien quiso discutir sobre Palestina pero, según relató posteriormente el propio Sulzberger, el Primer Ministro británico lo interrumpió: “Sé que usted no es un sionista, pero yo lo soy”.
Líderes, rabinos y periodistas judíos en Estados Unidos protestaron enérgicamente por el comportamiento de Arthur Sulzberger y el Times. The New Palestine tachó a los integrantes del Consejo Americano para el Judaísmo de ser “enemigos internos del pueblo judío”; William Cohen en The New Frontier acusó a Sulzberger de “padecer las enfermedades judías del auto-odio y la auto-destrucción”; anunció el rabino Joseph Shubow desde el púlpito: “Culpamos también al New York Times por su ignorancia y descaro”; el ya citado rabino Silver lamentó que el Times fuera “el único diario americano que se ha puesto como misión una lucha contra el sionismo”. Algunos lectores cancelaron suscripciones. En cartas privadas y públicas, Sulzberger ventiló su fastidio con estos cuestionamientos, equiparando a sus críticos sionistas con los nazis: “muchos de los nacionalistas judíos piensan, tal como lo hace Hitler, que debiera haber lugar sólo para una opinión, la de ellos”, y “Yo me opongo a las tácticas de Goebbels así estén confinadas a no a la Alemania nazi”. Hay muchas razones por las que Sulzberger no debió hacer estas analogías, pero una en especial: por un tiempo la bandera nazi flameó en la fachada del edificio que albergaba las oficinas del Times en Berlín. La puso allí alguien a quien el diario le alquiló un espacio. Pero aun así.
En medio de tanto desconcierto, cabe citar la existencia de al menos un reportero del Times que desafió al diario por su política editorial. Ray Brock fue sacado como corresponsal en Medio Oriente bajo presiones inglesas y el Times rehusó enviarlo a Yugoslavia, como él había pedido, para no ofender a Londres. De regreso en Estados Unidos dio discursos contra Gran Bretaña y el New York Times, al que acusó de carecer de objetividad y veracidad. Cuando desde el gobierno le pidieron que se callase, Brock respondió por cable: “seguiré diciendo exactamente lo que carajo se me antoje”. Increíblemente, retornaría a trabajar al diario en el futuro.
En la actualidad, este diario influyente es muy crítico de Israel y más regularmente que no pone en evidencia su sesgo pro-palestino, como hizo unas semanas atrás al publicar una nota de opinión de un terrorista palestino encubriendo su pasado sangriento. La triste verdad es que el Times ha estado en guerra con la idea sionista por un largo tiempo.
Nota: Toda la información aquí citada puede hallarse en Laurel Leff, Buried by the Times: The Holocaust and America´s Most Important Newspaper; Thomas Kolsky, Jews Against Zionism: The American Council for Judaism, 1942-1948; y Yoram Hazony, The Jewish State: The Struggle for Israel´s Soul.
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