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| viernes abril 19, 2024

La supervivencia de Assad está entre las prioridades de Israel


A pesar de la antigua pretensión del régimen de Assad de levantar el estandarte de la guerra total contra Israel, desde la guerra de octubre de 1973 la frontera sirio-israelí en las Alturas del Golán se ha mantenido notoriamente silenciosa. Hoy, como Siria ya no funciona como un Estado soberano, un presidente sirio fuerte con firme control sobre el estado, es un interés vital para Israel.

A diferencia de su predecesor inmediato, el presidente de Estados Unidos Donald Trump, no se quedó de brazos cruzados tras el ataque químico tóxico sirio, sino que lanzó cincuenta y nueve misiles de crucero sobre el aeropuerto desde donde el presidente Bashar Assad había llevado a cabo su atentado. Tras el ataque, Trump declaró: “Esta noche, ordené un ataque militar dirigido contra el aeropuerto de Siria, desde donde se lanzó el ataque químico. Es parte del interés de seguridad de los Estados Unidos prevenir y disuadir la extensión y el uso de las armas químicas mortales… Hago un llamamiento a todas las naciones civilizadas a unirse a nosotros en la búsqueda de poner fin a la masacre y el derramamiento de sangre en Siria y también para acabar con el terrorismo, de todo tipo… Pedimos la sabiduría de Dios cuando nos enfrentamos al desafío de nuestro mundo turbulento”.

Al principio del mandato de Trump, muchos creyeron que él no se enfrentaría a Assad, ya que su agenda no incluía quitar al dictador sirio del poder mientras éste luchase contra ISIS. Aunque esa era, de hecho, la agenda de Trump, parece haber cambiado de opinión después del ataque químico, y el nuevo cálculo ha suscitado nuevas preguntas. ¿Quién será el próximo gobernante de Siria? ¿Se levantará un nuevo dictador, o será un presidente democráticamente elegido que tendrá dificultades para funcionar en el tempestuoso Medio Oriente? ¿Cómo se relacionará el próximo gobernante con Israel? ¿Cuál será el destino de los Altos del Golán?

En los círculos sirios y libaneses, existe un viejo adagio – “Un león [Assad en árabe] en Líbano, pero un conejo en el Golán” – y éste se ha aplicado a la dinastía Assad durante años. Los Assads han llevado la bandera de la guerra total con Israel desde los años 70, pero esa guerra nunca se ha materializado. Desde la guerra de Yom Kippur en 1973, ni Hafez Assad ni su hijo Bashar iniciaron una sola actividad militar contra Israel desde el territorio sirio. En su lugar, se conformaron con la movilización de otras milicias del Líbano contra Israel.

Con el telón de fondo de los informes de los medios de comunicación sobre los bombardeos en Damasco realizados por la Fuerza Aérea israelí y la creciente tensión entre Jerusalén y Damasco, uno podría preguntarse cómo es que el Golán logró permanecer callado durante más de cuarenta años hasta la erupción violenta de marzo de 2011. La respuesta es que durante ese período, el régimen sirio simplemente no tenía interés en iniciar una guerra con Israel. No sólo eligió no lanzar una lucha armada para liberar la tierra, sino que tuvo cuidado de evitar cualquier confrontación en el frente del Golán, probablemente temiendo otra humillante derrota. Las autoridades sirias fueron hasta el punto de castigar a cualquier soldado sirio que provocase a soldados israelíes en los Altos del Golán, aun cuando desde el gobierno alawita siguieran atacando a Israel indirectamente.

Siria apoyó la resistencia palestina de Hamás y la Yihad Islámica, por ejemplo, y ayudó a Hezbollah a aterrorizar a los soldados de las Fuerzas de Defensa de Israel durante la estancia de las FDI en el sur del Líbano. A mediados de la década de 1980, cuando Hezbollah surgió por primera vez, recibió, junto con el movimiento chiíta Amal, dinero y armas de Teherán vía Damasco. Siria no se oponía al principio de atacar a Israel, pero tuvo mucho cuidado de evitar una confrontación directa con Jerusalén.

En lugar de llevar sus actividades en el campo de batalla, Siria trató en su lugar de obtener los Altos del Golán por medios diplomáticos. Participó en las conversaciones de Madrid en 1991 e incluso negoció directamente con Israel (unos meses antes de la muerte de Hafez Assad en 2000, Ehud Barak se reunió con el ministro de Relaciones Exteriores sirio Farouk A-Shara en Estados Unidos), aunque estas conversaciones no sirvieron para nada.

Aparte de la diplomacia, los sirios han expresado demandas por los “ocupados” Altos del Golán, tal como los describen, en la prensa y en discursos demagógicos.

Como resultado de esta doctrina de evitar la confrontación militar, Israel disfrutó de cerca de cuatro décadas de paz y tranquilidad en el Golán, lo que le permitió desarrollar el área, cultivar la tierra y construir kibutzim y sitios turísticos. Los entendimientos no oficiales entre Jerusalén y Damasco se han disipado en los últimos años con el colapso de la Siria moderna, pero no fueron los únicos entendimientos entre los dos países.

En 1976, con la entrada del ejército sirio en el Líbano y el temor de una confrontación entre Siria e Israel, se establecieron las llamadas “líneas rojas”. A Damasco se le prohibió desplegar a sus soldados al sur del río Litani, introducir misiles antiaéreos en el Líbano que amenazarían a la Fuerza Aérea israelí y también, se les prohibía dañar a los cristianos libaneses que estaban aliados con Israel en ese momento. El agente de estos entendimientos fue el Secretario de Estado Henry Kissinger.

Estas “líneas rojas” perduraron excepto por dos violaciones: 1) cuando los sirios trajeron misiles Surface-to-Air (SAM) al Valle de Bekaa en 1981 cuando Estados Unidos apoyó la coalición contra Irak en octubre de 1991; Y 2) cuando la Fuerza Aérea Siria detuvo la rebelión de Michel Aoun contra Siria. El primer incidente causó una confrontación directa entre Siria e Israel, en la que la Fuerza Aérea israelí derribó decenas de aviones sirios sobre el Líbano. Esto reforzó la percepción de los sirios que una confrontación con Israel no valía la pena.

En el Líbano, Israel necesita un presidente fuerte – no alguien débil como Amin Gemayel, que se agachó bajo la presión interna, y externa siria e iraní, cancelando un acuerdo de paz con Israel. El acuerdo, del cual la mayoría de los israelíes saben poco, fue concluido hace 34 años. En 1982, tras la guerra del Líbano, el gobierno israelí negoció con el presidente Gemayel a través de la mediación estadounidense. Después de un año de intensas negociaciones, los representantes de las tres partes se reunieron el 17 de mayo de 1983 en un ambiente festivo al sur del Líbano y más tarde en Kiryat Shmona para firmar un acuerdo de paz. Ese acuerdo era para lograr la seguridad y una ostensible normalización de las relaciones entre Líbano e Israel y culminar en la retirada de Israel del Líbano en el plazo de tres meses. Fue ratificado por el Knesset israelí y el Parlamento libanés – pero el presidente Gemayel se rindió ante la presión y se negó a firmar. Es evidente que no le interesa a Israel tener un presidente en uno de sus países vecinos que no pueda gobernar su propio país.

Como se ha señalado, no se dispararon proyectiles de mortero en el Golán desde la guerra de 1973 hasta hace poco. Los sirios se aseguraron de mantener la calma en la zona, ya que disparar contra poblados israelíes siempre fue considerado por Israel como una causa válida para lanzar una campaña militar. Este fue el caso en los últimos años con los palestinos en la Operación Plomo Fundido y la Operación Margen Protección, y también fue el caso en el Líbano. De hecho, en 1982, los disparos del Líbano contra las ciudades y pueblos israelíes y la infiltración de terroristas desde el norte de Israel llevaron al gobierno israelí a invadir el Líbano, llegando a Beirut.

Israel está rodeado por enemigos. Necesita que esos enemigos sean guiados por gobernantes fuertes y estables que controlarán sus ejércitos e impedirán tanto disparos como infiltraciones hacia territorio israelí. Tanto el padre como el hijo de los Assad lograron esto y continúan haciéndolo hasta el día de hoy, a pesar de los muchos informes de los últimos años sobre los ataques israelíes hacia el corazón de Siria.

Siria es ahora un país en ruinas. Se está hundiendo en una maraña de milicias extremistas (ISIS, Jabhat al-Nusra, Jaysh al-Islam, organizaciones palestinas como el Frente Popular para la Liberación de Palestina – Mando General Quad Al-Jalil y las fuerzas de Padi Malih, así como los rebeldes moderados). Se divide en varias regiones, cada una controlada por una organización diferente. A medida que Siria se derrumba, también lo hace su entendimiento con Israel, con las cáscaras de mortero cayendo una vez más en territorio israelí.

Siria ya no puede funcionar como un estado soberano, y esto es malo para Israel. Con todo el pesar por la pérdida y falta de respeto por la vida humana, y la aversión a la masacre que Bashar Assad está llevando a cabo sobre su pueblo, un presidente sirio fuerte con firme control sobre el estado es un interés vital para Israel. Dadas las alternativas islamistas a su gobierno, los vecinos de Siria, incluyendo a Israel, bien pueden llegar a echarlo de menos ya que Siria rápidamente se verá libanizada. El país quedará dividido en varias entidades, cada una controlada por un grupo/secta separado. Esto difícilmente será beneficioso para Israel o para el Medio Oriente en su conjunto.

*El Dr. Edy Cohen es autor del libro El Holocausto en los ojos de Mahmoud Abbas (Hebreo)

 

Traduc ido por Hatzad Hasheni

 

 

 
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