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| viernes noviembre 15, 2024

Cuando los palestinos se ven “Desesperados”, el terrorismo desciende y cuando están “Esperanzados”, el Terrorismo aumenta


Existe una creencia generalizada que la desesperanza palestina alimenta el terrorismo y las perspectivas de paz lo disminuyen. Esto siempre ha sido erróneo. De hecho, lo contrario es cierto: cuando los palestinos se sienten desesperados, el terrorismo palestino disminuye; cuando se sienten esperanzados en sacar una ventaja, el terrorismo palestino aumenta. Es necesario un puño de hierro israelí para salvar ambas las vidas israelíes y palestinas.

El mantra común que la desesperanza palestina aumenta el terrorismo y que las perspectivas para una paz lo disminuyen siempre ha sido lo que llamamos hoy día ‘noticias falsas’. El terrorismo palestino invariablemente se incrementa de acuerdo a sus esperanzas en sacar una ventaja considerable.

Durante la primera intifada, los palestinos asesinaron a 91 israelíes durante algo más de cinco años. El terrorismo palestino se disparó dramáticamente, sin embargo, cuando el proceso de paz de Camp David se inició a finales de 1991 este se transformó en negociaciones directas con la OLP. El proceso de “paz” de Oslo se vio, de esta manera. acompañada por un incremento abrupto del terrorismo palestino.

Cuantas más concesiones hacía Israel a los palestinos – la creación de la Autoridad Palestina (AP), el concederle a los líderes de la OLP y a los principales terroristas palestinos la entrada a Cisjordania y Gaza e incluso a Israel – mayor eran las fatalidades ocasionadas por el terrorismo. En 1992, cuando los palestinos se dieron cuenta que Israel se retiraría de Gaza para dar paso a algún tipo de autonomía palestina, el número de israelíes muertos saltó de 11 el año anterior a 34. Tras la firma de la Declaración de Principios y el establecimiento de La AP en verano de 1994, esa cifra casi se duplicó a (61). Cuando se amplió la AP en 1995 para incluir a las principales ciudades árabes en Cisjordania, estos asesinaron a 65 personas, la mayoría resultado de tres atentados suicidas. Las ciudades se habían convertido en santuarios terroristas en los que las FDI no podían entrar por temor a una condena internacional.

El gobierno israelí de centro-izquierda y los principales intelectuales de izquierda llamaron a las víctimas de estos actos terroristas “korbanot hashalom” o sacrificios realizados sobre el altar de la paz. Cabe decir que muchos parientes de las víctimas, así como también otros israelíes, vieron esta apelación como algo altamente ofensivo.

El desespero palestino se produjo luego de la victoria electoral de Netanyahu en 1996. Según el mantra, el terrorismo debería haberse incrementado. Ocurrió lo contrario. El terrorismo disminuyó drásticamente: se redujo a más de la mitad con una baja de 32 muertes en 1997, cayó a 13 en 1998 y se redujo a cuatro en 1999, el tercer y último año de Netanyahu en el cargo para ese momento.

Parte de la disminución pudiera atribuirse a los esfuerzos de la Autoridad Palestina por caerles encima a los terroristas de Hamas. Esto fue hecho con el conocimiento que concesiones adicionales por parte de un gobierno de derecha sólo eran concebibles si las sanguijuelas judías cedían.

Desde la segunda intifada, la misma tendencia ha prevalecido. La conquista israelí de las ciudades árabes en Cisjordania en el 2002 provocó una reducción radical del terrorismo, de un máximo de 452 muertes en el 2002 a 13 en el 2007. Y una vez más, la renovación de las conversaciones de paz en el 2008 coincidió con un incremento del terrorismo, Esta vez a 36 muertes. En el año siguiente al fracaso de las conversaciones, esa cifra se redujo a 15 fatalidades.

El regreso de Netanyahu al cargo en el 2012 coincidió con un mínimo de diez víctimas por parte del terrorismo palestino. Para ese entonces, como si fuera poco, los arduos esfuerzos del Secretario de Estado Kerry para reanudar las conversaciones de paz condujeron al resurgimiento del terrorismo – 19 muertes en el 2014, sin incluir las 72 muertes en la tercera ronda de conflictos entre Israel y Hamas.

¿Por qué la desesperanza conduce a un menor grado de terrorismo palestino y las esperanzas a más? Esto no es tan contra-intuitivo como suena. La tendencia a rebelarse -no se incrementa cuando todo parece haberse perdido, sino cuando las perspectivas para los rebeldes parecen estar mejorando, pero esta mejora no responde a dichas expectativas crecientes.

El mismo fenómeno ocurrió durante la revolución iraní y la llamada Primavera Árabe. La revolución iraní no se produjo después de un período de desesperanza, sino después de un fuerte aumento en el nivel de ingresos de los iraníes en la urbe durante al menos una década. Muchos de esos habitantes de las urbes, los mismos individuos que hicieron realidad la revolución vivieron para lamentar su papel en la caída del Shah.

Similarmente, en la primavera árabe, las revoluciones tuvieron lugar en los dos estados árabes, Túnez y Egipto, que mostraron la mayor mejora en el Medio Oriente durante las tres décadas anteriores sobre el índice de desarrollo humano. Este índice es una combinación de tres indicadores: el producto interno bruto per cápita, el nivel educativo y las esperanzas de vida. Este lapso de tiempo coincidió con el gobierno de Mubarak en Egipto y del tunecino Zein Abidin Bin Ali. Una vez más, la violencia no fue el producto de una falta de mejoras. Hubo muchísimas mejoras, tantas que las expectativas aumentaron aún más que la curva del bienestar humano.

La misma dinámica irracional, por cierto, puede verse en las burbujas inmobiliarias o en los esquemas Ponzi al estilo Madoff, que han enredado incluso a los más racionales y educados.

Los procesos de paz también son víctimas de alertas. Hamás, que obtuvo la mayoría en las últimas elecciones celebradas en Cisjordania y Gaza y la minimizada Yihad Islámica están siempre a punto de descarrilar los intentos de paz.

La moraleja es que debe existir una mayoría significativa de ambas partes dispuesta a hacer las concesiones necesarias mucho antes de que se intente realizar cualquier proceso de ‘paz’. Hasta que llegue ese momento, no son concesiones lo que se necesita sino un puño de hierro israelí para salvar las vidas de israelíes y palestinos.

 

Hillel Frisch es profesor de estudios políticos y estudios del Medio Oriente en la Universidad Bar-Ilan y antiguo investigador asociado en el Centro de Estudios Estratégicos Begin-Sadat.

Traducido por Hatzad Hasheni

 
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